Hace muy pocos días que se ha publicado la versión mejorada del GPT3, el GPT4, y en Google ya aparece en más de 30 millones de entradas. De hecho, en cuatro meses, desde el lanzamiento público en noviembre de ChatGPT, ha llegado a los 100 millones de usuarios.
Con dos clics, he localizado 160 tutoriales sobre cómo, qué y para qué utilizarlo y sus potencialidades. La verdad, no podemos alegar ignorancia. Entre otras aplicaciones, podía haber escrito este artículo prácticamente sin que nadie lo notara y es por lo que ya hay dos países que reconocen a la inteligencia artificial (IA) sus derechos de propiedad intelectual. Por el contrario, varios colegios de abogados en EEUU han denunciado a la empresa DoNotPay por plagio y por ejercer la abogacía sin licencia, por ejemplo. Esta empresa utiliza la IA para hacer reclamaciones y quería llevar un abogado robot a una sala física para demostrar su eficiencia; ahora irá de acusado.
Recordemos que GPT4 es de la empresa OpenAI. Una de las diferencias de la 3 a la 4 es que, además de texto, trabaja con imagen y sonido. En estos meses, OpenAI ha llegado a un acuerdo con Microsoft para el uso de su tecnología. El anuncio fue que iban a potenciar su buscador Bing y el navegador Edge, pero, además, han creado Copilot. Copilot es la aplicación de la IA a Microsoft Office con un resultado impresionante. Como su nombre indica es un asistente que te ayuda a resumir, redactar, hacer presentaciones o desgranar los resultados de Excel en segundos, así que dentro de poco no recordaremos lo que es hacer un acta ni tomar ninguna nota, según ellos para “transformar el futuro del trabajo”. En este sentido, Microsoft y Google aceleran su batalla empresarial mientras las aplicaciones de la IA siguen extendiéndose y ya las tenemos hasta en la cocina literalmente, porque la domótica hace años que funciona así.
No será solo fruto de Copilot, pero lo que sí es cierto es que la IA combinada con el resto de tecnologías está transformando los perfiles, los trabajos y más profundamente la manera como concebimos las propias empresas, organizaciones y estructuras de gobierno público y privado.
Más discretas, pero igualmente veloces están las empresas chinas que llevan años haciendo lo propio. Recordemos que NetDragon fue la primera compañía en nombrar a una inteligencia artificial como CEO el pasado agosto; es decir, decía las decisiones a algoritmos, y desde entonces el valor de la compañía ha aumentado un 10%. Aquí la pregunta ya no es si delegaremos decisiones importantes, sino hasta dónde, para qué y cómo nos afectarán. En Europa se está discutiendo el marco regulatorio para IA y de hecho Europa y los EEUU están cooperando en investigación en IA y computación por el bien común, el problema es que en este caso el orden de los factores importa y la velocidad también.
Jack Ma, fundador de Alibaba, predijo que un robot aparecería en la portada de la revista Time como “el mejor CEO en 30 años”. Pues de momento una de las portadas de Time ya fue para el ChatGPT.
Como dice el profesor Manel Sanromà, promotor de la red ciudadana de Tarragona Tinet y primer presidente de la Fundació puntCAT, recordando a La Marsellesa, "¡Ciudadanos, a las armas!"; pues bien, hoy por hoy el arma es el conocimiento y en este caso el conocimiento sobre IA (AI). Así que parafraseando a Pedro Infante, la canción sería: “AI, AI, AI, AI, aprende del GPT4 y no llores”.
Estos días se constituye CivicAI, una asociación, liderada por Sanromà, para la promoción del uso cívico de la IA; es decir, para el bien de las personas. En menos de un mes y medio han conseguido reunir más de 200 personas que estamos preocupadas y ocupadas por que se haga un buen uso de esta tecnología y las implicaciones que conlleva para los ciudadanos de a pie.