Este pasado martes el Congreso vivió una de sus sesiones más agrias y grotescas con motivo del debate sobre la llamada ley del solo sí es sí. Unas horas que evidenciaron una profunda división en el seno de la coalición de gobierno y entre el propio movimiento feminista, unas secuelas que no serán fáciles de reconducir. Y, más allá de la política, un episodio que ahonda la fractura de una ciudadanía desorientada y perpleja.
Entre tantas acusaciones mutuas, conviene preguntarse quién es el aliado y el adversario en este tránsito hacia la plena igualdad entre hombre y mujer. El gran aliado del movimiento feminista es la sociedad española. Pese a que aún permanezcan arraigados tics de carácter machista, la ciudadanía se muestra, como viene siendo tradicional, muy abierta a incorporar nuevas sensibilidades y a comprometerse con las dinámicas que nos lleven a ser cada día más abiertos y respetuosos con quien es o piensa distinto. No sólo es algo que se percibe, sino que también lo reflejan los estudios sociológicos, especialmente cuando se nos compara con otros países europeos.
Y para conducir hacia mayores cotas de justicia social esta actitud de fondo de la sociedad, es necesario debate público y calidad legislativa. Lamentablemente, las responsables políticas de Podemos, con Irene Montero e Ione Belarra a la cabeza, van por otro camino. Su deriva natural las aleja del consenso mientras que su incapacidad por legislar resulta sorprendente. Así, el sentido de la ley podía facilitar un acuerdo muy generalizado, pero no ha sido así; ha sobrado soberbia para reconducir evidentes errores legislativos. Todo ello ha conducido a una bronca descomunal que no hace más que perjudicar al movimiento feminista sin beneficiar a nadie. Con excepción de a la extrema derecha, que estará frotándose las manos.