La guerra civil española no fue contada al mundo solo desde la mirada de ellos, los corresponsales extranjeros. Entre 1936 y 1939, unas 200 periodistas, fotógrafas y colaboradoras de prensa de 29 nacionalidades distintas viajaron a España para relatar el conflicto.
Las crónicas que transmitieron estas mujeres fueron muy diferentes a la narrativa dominante de aquel momento. Mientras ellos se centraban en el avance de las tropas o en los movimientos políticos y militares, ellas se acercaron a la piel de la población civil que sufría con los bombardeos y la escasez de alimentos. Sus crónicas fueron las que relataron el drama que se vivía en las morgues y hospitales (porque la muerte no estaba solo en el campo de batalla) y la incertidumbre cotidiana que padecían las mujeres, las personas mayores, los niños y niñas por la violencia y el miedo.
Es lo que revela Bernardo Díaz Nosty en su último libro, Periodistas extranjeras en la Guerra Civil, que recupera un aspecto hasta ahora ignorado de la historiografía española y es el de las voces femeninas que relataron el drama de la guerra, pero también la catástrofe humanitaria que se inició en 1936.
Fruto de una extensa investigación, Díaz Nosty rescata el trabajo de las corresponsales extranjeras, hasta ahora casi ausentes de la historiografía, y da un enfoque nuevo a uno de los conflictos más estudiados del siglo XX. También constata la importancia que tiene reescribir la historia desde la mirada femenina porque fueron ellas, por ejemplo, las que pusieron el foco en el éxodo republicano hacia el exilio, lo que significaba huir a pie, en medio de la nieve cargando personas heridas. Pero también la tragedia que se vivía en los campos de concentración de refugiados en el sur de Francia. Adelantándose a su tiempo, las corresponsales utilizaron hace 85 años un término que hoy se ha normalizado, el de crímenes de guerra, para aludir a los efectos de los bombardeos sobre la población civil indefensa que era la primera vez que se producían de manera sistemática en un conflicto bélico a gran escala.
El libro de Díaz Nosty abre no solo una perspectiva nueva sobre una guerra que marcó la historia del siglo XX, revela también la importancia que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde en todos los espacios porque su mirada es indispensable para entender la realidad.
En los últimos años hablamos cada vez más de la importancia del periodismo feminista, de la mirada de las mujeres a la hora de informar y crear contenidos y nos preguntamos qué significa hacer periodismo feminista. No existe seguramente una única respuesta, pero todas ellas contemplan una cuestión fundamental y es que debería ser una manera de informar, de explicar el mundo, en el que siempre esté presente la perspectiva de género y en el que ellas participen. En realidad, hablamos de periodismo feminista porque durante décadas hemos estado haciendo un periodismo sin perspectiva de género ni paridad en las redacciones, un periodismo que no era consciente de la importancia que tiene la igualdad entre hombres y mujeres.
Este 8M es un buen día para recordar que el periodismo no debería necesitar etiquetas para tener en cuenta que la mitad de la humanidad son mujeres y que el peso de esto en cada ámbito de la vida debe ser tomado en cuenta, también en los medios de comunicación. No solo por una cuestión de justicia y equidad, sino porque la idea que nos hacemos del mundo se construye principalmente a través de la información y las imágenes que recibimos.
El periodismo tiene la obligación de ofrecer una mirada equilibrada, pero tiene además una responsabilidad a la hora de denunciar las desigualdades estructurales de la sociedad. No solo las de género, también las raciales, las de clase, las que afectan a los colectivos más discriminados o a las personas migradas o que viven en la calle. El periodismo tiene que tener un compromiso feminista, un compromiso antirracista, un compromiso por la igualdad y la justicia, porque esto forma parte del compromiso de transformación de las condiciones de vida de millones de personas.
Los relatos de las corresponsales de la Guerra Civil nos revelan la importancia de la mirada femenina a la hora de informar porque aportan matices indispensables para entender lo que sucedió. Su invisibilidad en la memoria mediática de la Guerra Civil ha supuesto, como constata Bernardo Díaz Nosty, devaluar, mediante una tácita sobrevaloración de la hegemonía masculina, la riqueza que subyace en las informaciones e imágenes que transmitieron por el simple hecho de que eran mujeres. Este 8 de marzo es un buen momento para recordar que estas voces no pueden volver a estar ausentes.