Si a alguien le contasen que un maltratador podrá rebajar su castigo aduciendo que se siente mujer, no le creeríamos. Si nos dijesen que un violador podrá pedir un traslado a una cárcel de mujeres porque se ha levantado pensando que es una mujer, pensaríamos que nos están contando un mal chiste. Si un político quisiera saltarse el orden de una lista cremallera reclamando su derecho a sentirse mujer, nos lo tomaríamos a risa. Si un deportista mediocre quisiera competir en una competición femenina aprovechando su envergadura y masa muscular, no le haríamos caso. Si un consejo de administración decidiese saltarse las buenas prácticas respecto a la diversidad de género mediante cambios temporales de sexo, no pensaríamos que fuese cierto. Si una infanta quisiera reinar en lugar de su hermana mayor ejerciendo su derecho de convertirse en príncipe de Asturias y, por tanto, saltarse la línea de sucesión a la Corona, no lo creeríamos…
Todos esos casos, y muchos más, son posibles en nuestro país gracias a otra ley tan llena de ideología como carente de finura jurídica que deja la puerta entreabierta a la picaresca, al fraude o a cosas aún peores.
Es innegable que hay personas que no están a gusto con su condición sexual y que merecen no solo no ser discriminadas, sino apoyadas cuando no ayudadas. Pero entre atender a una minoría y liarla parda poniendo en riesgo la discriminación positiva en favor de la mujer que tanto ha costado poner en marcha hay un trecho. Por atender de manera atropellada al 0,01% de los varones y al 0,003% de las mujeres que presentan disforia de género al nacer, de nuevo la facción podemita del Gobierno no ha tenido ningún empacho en hacer una ley torpe, bendecida por la parte socialista del Gobierno, en quien recae la responsabilidad de velar por la calidad de las leyes a través de la ministra de Justicia. Eso sí, la próxima vez que haya una remodelación ministerial ya no habrá obligación de buscar la paridad, con que algún ministro se declare mujer la paridad estará resuelta.
El feminismo tal y como lo entendíamos hasta ahora ha muerto en España, porque alguna iluminada ha despojado a las mujeres de todos sus derechos adquiridos al negar el hecho mismo de ser mujer. La contradicción es tan absurda que mientras por un lado se empeñan en catalogar la menorrea como enfermedad laboral, por otro quieren eliminar la identidad sexual no solo del diccionario, sino incluso del imaginario colectivo. “Si se niega el sexo, se niega la desigualdad que se mide y se construye con base en este hecho biológico”. No lo digo yo, lo dijeron en 2020 hombres y mujeres del PSOE, quienes, posteriormente, salvo Carmen Calvo, se han comido el sapo sin decir nada, probablemente porque la confección de listas electorales está muy cerca. Este 8 de marzo las mujeres tienen poco que celebrar pues han perdido de facto una buena parte del terreno ganado al abrirse un boquete inmenso a la discriminación positiva en favor de la mujer. Y lo más curioso es que sus derechos se los han cargado quienes se autocatalogan, sin merecerlo, como feministas radicales.
Esta ley, de nuevo, acarrea consecuencias no deseadas que ponen en riesgo cuando no directamente se cargan los derechos por los que han luchado no solo feministas recientes como Lidia Falcón, sino un sinfín de mujeres que a lo largo de la historia han hecho posible el reconocimiento actual de la mujer. Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, Rosalía de Castro, Concepción Arenal, Matilde Landa, Emilia Pardo Bazán, Victoria Kent, Carmen de Burgos y Seguí, Federica Montseny, Margarita Nelken… quedan ninguneadas como lo quedan todas las mujeres que han ido rompiendo los techos de cristal por razón de género ya que ahora no es relevante nacer mujer. Ya no será noticia que en mayo pasado Patricia Ortega fuese la primera mujer nombrada general de división en España, porque cualquier general podrá declararse mujer si así le conviene. Tampoco importa que Sara García fuese seleccionada por la ESA para ser astronauta, pues cualquier candidato puede levantarse una mañana y pedir ser inscrito en el Registro Civil como mujer. Y por supuesto el deporte femenino ha recibido un golpe mortal, por no decir los gimnasios solo para mujeres o la educación diferenciada. Las promotoras de este auténtico desastre simplemente no saben lo que son, ni lo que quieren ser, y deberían pasar a la historia por esta traición a sus “hermanas” que sucede al gran error de la ley del solo sí es sí. Adiós a la discriminación positiva por razón de género y bienvenido el posible aligeramiento de penas a 4.000 condenados por agresiones sexuales más todos quienes están delinquiendo desde el 22 de agosto de 2022.
Son lamentables las consecuencias no deseadas al legislar sin pensar más allá de lo que dicta la ideología y la recolecta de un puñado de votos. Por no pensar, probablemente no se haya pensado ni en los votos que pueden perder por actuar tan a la ligera si sus votantes le dedican un segundo a valorar las consecuencias de la dimensión de sus errores.