Mientras escribo estas líneas unos 2.700 seres ilustres, entre los que se cuentan presidentes de Gobierno y jefes de Estado; líderes políticos de toda adscripción, con su pin 2030 en la solapa; CEO de grandes multinacionales y empresas punteras; banqueros de riñón forrado; representantes ilustres de la sociedad civil, y propietarios de grandes medios de comunicación, se hallan reunidos en el Foro de Davos, sacando humo por las orejas durante cuatro días o así, a fin de “impulsar soluciones con visión de futuro y abordar los desafíos globales más apremiantes”. Al menos ese es el objetivo según el portal oficial WEF (World Economic Forum) de la monumental francachela que se montan anualmente aquellos que rigen los destinos del mundo.
Llegan muy ufanos en sus flotillas de jets privados, con sus séquitos de asesores, adláteres, paniaguados y prensa subvencionada; se abrazan y se dejan querer en la alfombra roja; pronuncian discursos trascendentes en tono circunspecto, pero con sonrisa ladina; se ponen tibios de pato a la naranja, ostras de Arcade, transportadas en contenedores especiales, y langosta a la meunière –manjares generosamente regados con grandes reservas y con champán Cuvée Dom Ruinart Blanc de Blancs 2010 de Maison Ruinart–; mitigan la soledad y el insoportable peso que el poder conlleva solazándose con escorts selectas entre sesión y sesión, y, tras unos cuantos eructos, polvos y fotos oficiales para consumo global e interno regresan con expresión triunfal, dejando tras de sí una huella de carbono y un despilfarro inmensurable.
Pero calma, calma, que les veo venir… No se sitúen, amigos lectores, en una tesitura conspiranoica. A mí esas teorías me divierten mucho, para qué negarlo, pero fijo que ninguno de estos próceres del mundo mundial es un Illuminati, o aún peor, un Anunnaki reptiliano morador de la Tierra Hueca –aunque algunos tengan una morfología de ofidio que espanta–. No, simplemente son seres superiores (ahí tienen a nuestro insigne presidente) dispuestos a solventar todos los problemas que nos afligen desde tiempo inmemorial, desde el olvidado agujero de ozono de la Antártida, el sida, el ébola, las crisis económicas, el deshielo de los casquetes polares, las guerras geoestratégicas, las epidemias propagadas por un murciélago cabrón que se escapó de un laboratorio, y mil maldiciones más que requieren de bálsamos de Fierabrás a la voz de ya… porque el mundo, ahora mismo, va de culo, cuesta abajo y sin frenos.
Son muchísimos los problemas y poco el tiempo disponible para atajarlos o paliarlos… ¿Cómo parar una guerra no auspiciada por nadie?, ¿cómo reducir el nivel de contaminación sin dejar de producir y crecer?, ¿cómo reducir la población mundial porque aquí sobra, eso dicen ellos, más de la mitad de la gente?, ¿cómo lidiar con el cambio climático que nos abrasará en breve?, y sobre todo la pregunta más acuciante: ¿cómo alimentar a millones de parias y desheredados en tiempos de crisis, hiperinflación galopante y escasez de materias primas?
Tranquilos, que en 2030 todo esto estará solventado, a base de downsizing, decrecimiento controlado, y seremos felices sin necesidad de comer perdices. Confíen en la famosa Agenda. Estamos en las mejores manos. En lo referido a las hambrunas la solución es el grillo. Pepito Grillo. Nos lo vamos a comer, usted, yo, Vicente y el resto de la gente. La voz de Pepito Grillo, otrora voz de la exigua conciencia de los mentirosos, será ahora conciencia universal. Y también nos zamparemos al escarabajo del estiércol. Hasta en la sopa los vamos a degustar. Luego vendrán los gusanos, las larvas y los artrópodos, que constituyen el filum más numeroso y diverso del reino animal. No se espanten, recuerden a Steve McQueen interpretando a Papillón y cazando cucarachas en su celda en la Guayana francesa.
En medio de la tremenda avalancha de noticias que se generan a diario, quizás a muchos de ustedes les haya pasado inadvertida una medida legislativa de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que el 23 de marzo de 2022 ratificó la “seguridad” (déjenme poner comillas al término seguridad) en el consumo –en forma de pasta o preparado alimenticio, parcialmente desgrasado, congelado, liofilizado, molido, triturado o en polvo–, del Acheta domesticus (grillo de proximidad, como el de su jardín) y también la del Alphitobius diaperinus, o escarabajo pelotero, un coleóptero veneradísimo en el antiguo Egipto –hasta el séquito del faraón se detenía a su paso, recuerden el magnífico filme de 1966 de Jerzy Kawalerowicz– que redondea con sus patitas dentadas boñigas de estiércol para criar a sus larvas. La UE ha dictado Reglamento de Ejecución con fecha 5 de enero de 2023, a pesar de que admiten posibles efectos secundarios, reacciones adversas, alergénicas –sobre todo en aquellos que presenten intolerancia a moluscos y crustáceos–, e incluso casos de anafilaxia, no recomendando, por tanto, su consumo a menores de 18 años. Nuestro BOE ya ha publicado la normativa.
Y en esas estamos. Como parece que a nivel planetario debemos ir haciéndonos a la idea de que “the end is near and so we face the final curtain”, que nos cantaba Frank Sinatra, estos dos encantadores bichitos van a pasar a formar parte de panes, multicereales, colines, barritas energéticas, galletas, bizcochos, repostería en general, platos preparados con leguminosas y cereales, sucedáneos de carne, sopas o polvos de sopa, chocolate, pizzas, harinas, aperitivos, snacks, y mil y un productos más.
Nos estábamos quedando sin abejas, cada vez más raras de ver, y ahora se van a cepillar a millones de grillos y escarabajos. Torrefacción y molido. Y eso me lleva a recordar un lejano día en que un brillante profesor de Ciencias Naturales de bachillerato entró en clase y desplegó en la pared un gran mapa ilustrado, taxonómico, mostrando desde la base hasta el vértice de la pirámide todos los reinos y especies de nuestro mundo, desde los protozoos hasta el Homo sapiens. Tras una larga disertación nos preguntó: ¿cuál de estos animalitos consideran ustedes que es el más insignificante y prescindible? Claro, los reptiles, batracios, insectos e himenópteros ganaron por goleada. Aquel profesor fue contundente: “Si eliminan eso, lo pagarán caro, porque el mundo se irá a la mierda”.
Era mentira. Porque nos cepillamos anualmente docenas, centenares de especies, y aquí no pasa nada. Menos mal que tenemos a estas lumbreras al timón, pilotando el big reset que hará que todos seamos felices sin ser dueños del sayo que vistamos o de las alpargatas que calcemos. Tienen solución para todo: ¿exceso de contaminación? Pues coche eléctrico que te endoso, a precio estratosférico, y ya lo pagarás como puedas y ya te espabilas buscando un enchufe; ¿hambruna en el horizonte?, pues toma grillo y escarabajo, que cuando se acaben ya seguiremos con gusanos, libélulas, hormigas y babosas. Y así, con todo. Absolutamente con todo. Y lo que no arregle la izquierda progresista mejor que lo dejemos en manos de Dios o de quien sea… There's anybody out there?
A todo nos acostumbramos, amigos. Después de todo, los hábitos alimentarios son una mera cuestión cultural. Estas cosas en muchos puntos de Asia se las comen a diario de entrante, seguido de una buena rodaja de anaconda a la plancha y un licor de “largato” para bajar. Eso sí, aquí se impone que Klaus Schwab, George Soros, Bill Gates, Christine Lagarde, Pedro Sánchez, Alberto Nuñez Feijóo y, sobre todo, Alberto Garzón, el del chuletón descomunal, den ejemplo. Los queremos ver devorar un plato de escarabajos y otro de saltamontes au point en vivo y en directo. Las salsas, al gusto, que todos ellos son muy finos.
El problema es que una vez iniciado, y aceptado –que eso está por ver–, ese camino, nos aproximamos un poco más a la solución final orwelliana. Les recomiendo encarecidamente que revisiten Soylent Green (1973), titulada en España Cuando el destino nos alcance, película distópica dirigida por Richard Fleischer, con unos magníficos Charlton Heston y Edward G. Robinson –fue su última película–, en la que la humanidad subsiste gracias a una alga salvífica por la que todos son capaces de matar a su hermano… y que nace, tremenda revelación final, de la desesperación, la eutanasia solicitada y las morgues habilitadas a tal efecto.
Y yo les dejo, que hace frío y tengo que tapar los ajos, puerros y semillas varias que estoy germinando. Sean felices. Bueno, sean lo que puedan ser.