Pedro Sánchez habló de complot en su mensaje institucional desde Bruselas. Un complot de la derecha política, judicial y mediática. Y no le falta razón. Desde los púlpitos se dice que Sánchez ha puesto a los pies de los caballos a la Constitución y se presenta al PP como el defensor de las esencias democráticas. Se hace sin ningún tipo de rubor. Sin recordar que es la actitud del PP de bloquear las instituciones para no perder su control el inicio de todos los males.
El Consejo General del Poder Judicial se ha puesto a su servicio con el mandato de todos sus miembros caducados, porque ya se ha encargado el PP de que sea imposible su renovación, y finalmente el Tribunal Constitucional se ha erigido en la tercera cámara para decir qué se debe discutir y qué no, entrando en la brega política. Dos de sus miembros, con sucesores designados, se negaron a ser recusados en un ejercicio de cinismo antidemocrático que se vende desde los púlpitos mediáticos y políticos como la defensa a ultranza de los derechos políticos. En esto último tienen razón, los derechos políticos de la minoría absoluta que se ha puesto al lado de los designios de la calle Génova.
La cosa es tan paradigmática que Feijóo, haciendo un canto a la democracia, intervino desde la sede de Génova cuando es senador y el Senado votaba, nada más y nada menos, que los presupuestos. Un gesto significativo, sin lugar a duda, del interés que tiene el senador Feijóo en los debates de la Cámara Alta.
Los voceros de la derecha se han puesto esta semana las botas agitando la bandera de la democracia que han emponzoñado desde hace cuatro años –desde que el PP perdió, con estrépito, las elecciones—, haciendo la ola a Vox, que presentará una querella –esotérica— contra el presidente del Gobierno y todos aquellos que le han dado apoyo. O sea, la derecha no tiene adversarios, tiene enemigos, a los que hay que liquidar.
Sin embargo, la pasada de frenada de la derecha ha tenido un efecto balsámico en la izquierda, que ha cerrado filas alrededor del presidente del Gobierno. Aun así, en todo esto hay un detalle para tener en cuenta: el atajo utilizado, las enmiendas presentadas dentro de las enmiendas al Código Penal, ha sido todo un error que tiene nombre y apellidos. No es el primer fracaso del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. Seguramente, la estrategia del plan B, la presentación de una proposición de ley con carácter urgente, es mucho más diligente y más eficaz, pero llega tarde.
El PP ha logrado la unidad de la izquierda y trata de ocultar el fiasco de sus predicciones económicas. La economía crece, más incluso que los países de nuestro entorno, se consolida para el año que viene con cifras que ya quisieran para ellos Francia o Alemania, la inflación sigue perdiendo fuelle gracias a la excepción ibérica que fue tildada como timo, y los fondos europeos, lentos, van llegando y se han puesto en marcha más de 136.000 proyectos.
Ciertamente, no lo hemos visto todo, pero la derecha tiene demasiada prisa en cargarse el Gobierno y mantiene aquello de “Gobierno ilegítimo” desde el primer día. Es lo que tiene pensar que España es su finca particular y para lograr mantener el poder vale todo. Por eso, esta semana el Tribunal Constitucional ha muerto. Pero soy optimista, viva el Constitucional, porque al final la democracia se impondrá y a pesar de los vetos y los bloqueos la mayoría será progresista como decidieron los ciudadanos en el ya lejano noviembre de 2019.