Que estás en los cielos… El Banco Central Europeo cumple varias funciones muy relevantes para nuestra economía. Se encarga de la regulación y de la supervisión del sistema financiero europeo, por lo que es el último garante de que los bancos funcionen bien. Además, tiene delegada la política monetaria de los países de la zona euro, siendo quien fija los tipos de interés de referencia. Y finalmente es el emisor del euro, en última instancia es quien determina cuántos euros hay en circulación.
Como gestor de política monetaria ha sido quien ha inyectado liquidez en el mercado europeo desde el inicio de la crisis financiera de 2007 para minimizar el impacto de la recesión. Primero bajó tipos, luego aceptó como contrapartida activos de peor calidad a la que estaba acostumbrado (qualitative easing) y finalmente emitió moneda (quantitative easing) para comprar deuda emitida por los Estados, deuda que han utilizado tanto para estimular la economía como para mantener el Estado del bienestar.
Fruto de esta política expansiva hoy más del 34% de toda la deuda emitida por el Reino de España está en el balance del BCE. Por ponerlo en contexto, hace 10 años el BCE tenía menos del 5% de nuestra deuda en circulación, siendo especialmente llamativo el crecimiento de las compras en los últimos años. Desde la crisis del Covid el gran comprador de deuda española es el BCE.
El BCE ha ido comprando deuda de manera proporcional a la participación de las economías en la zona euro, es decir, cuanto mayor es el país, más deuda se ha comprado. Pero ese equilibrio se ha roto recientemente al terminarse los programas de estímulo. Lo que hace ahora el BCE es reinvertir el dinero recuperado al amortizar deuda de los países estables. Por ejemplo vende deuda alemana para comprar deuda de países con mayor riesgo, como España o Italia. De esa manera el balance del BCE deja de crecer, algo lógico si la política monetaria quiere ser restrictiva para frenar la inflación, pero se sigue manteniendo controlada la prima de riesgo en países que de otro modo tendrían serios problemas, como el nuestro.
La deuda pública española se acerca al 120% de nuestro PIB, una enormidad, especialmente si consideramos que antes de la crisis financiera se logró bajarla a un más que respetable 35% y que uno de los objetivos del euro era que la deuda no superase el 65%. Pasar de un 35% a un 120% es consecuencia de generar déficits fiscales cada año, es decir, gastar más de lo que se ingresa. El vicio gastador del Estado español se evidencia este año. Con 30.000, o más, millones de exceso de recaudación “gracias” a la inflación seguiremos teniendo un déficit en torno al 4%. Cuanto más se ingresa, más se gasta, o en ocasiones se malgasta.
Sin el apoyo del BCE nuestra prima de riesgo se iría a las nubes, tal y como ocurrió en 2012, y acabaríamos necesitando un rescate lo cual implicaría recortes y ajustes. Atacar al vicepresidente del BCE por haber sido ministro de Rajoy es, como poco, ingenuo. El currículum de De Guindos es intachable porque achacarle ser presidente de Lehman Brothers en España cuando este banco quebró es, ante todo, un ejercicio de populismo. Lehman quebró porque en Estados Unidos decidieron que era este banco el que caía y no otro. Un mal necesario para desencadenar un rescate modélico capitaneado por el recientemente nombrado Nobel de Economía Ben Bernanke. Pero criticar a un español en responsabilidades europeas es un sinsentido. Tenemos que estar orgullosos de De Guindos, lo mismo que de Borrell o de Campa, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA). Ojalá hubiese más españoles en puestos relevantes. Y la crítica al impuesto sobre la banca fue aprobada por unanimidad, ni más ni menos que por 25 directivos, incluido el gobernador del banco de Lisboa, al parecer un rojísimo amigo de nuestro animoso presidente. La reacción de la vicepresidenta Calviño fue mucho más mesurada, será que ella sabe cómo funciona Bruselas.
Imagino que la sangre no llegará al río, pero atacar por motivos electorales al BCE no suele acabar bien, si no que se lo digan a Varoufakis, quien dejó su puesto de ministro de Finanzas griego a pesar de su excelente formación para no soliviantar a la troika en medio del rescate del país heleno. Con lo de comer no se juega, y la prima de riesgo influye muchísimo en lo que podemos comer.