Puesto que Junts ha decidido hacerse el harakiri de forma un tanto cutre y trapacera, cabe esperar ahora a ver quién empuña la catana para asestar el golpe definitivo al moribundo: la mano de un compañero de viaje de esta ceremonia o la de un adversario republicano. En las circunstancias presentes, el resultado es el mismo: más inestabilidad e incertidumbre junto a un convencimiento de parálisis general del Govern y, por ende, del país. El panorama es desolador y desalentador: los divorcios tienen siempre mucho de traumático y el de Junts y ERC atesora además demasiado de encono personal, más que orgánico.
En los tiempos presentes, con amenaza de apocalipsis nuclear y económica con múltiples riesgos innecesarios de enumerar cerniéndose sobre nuestras cabezas, época de aflicción generalizada, lo más recomendable es releer Rebelión en la granja de George Orwell. Obra publicada en 1945, interpretada como crítica a la Rusia de los Soviets, tiene una sorprendente actualidad en la medida que evoca proyectos totalitarios. El hecho de que los animales hablen, se organicen y asuman funciones de los hombres, le da además un carácter de fábula que recuerda demasiadas cosas del presente.
Más aún: la circunstancia de que los grandes protagonistas sean cerdos, le otorga un especial significado en Cataluña donde hay una cabaña porcina superior a la población: a cada catalán le corresponde 1’04 cerdos; después de todo, a los argentinos les toca 1’17 vacas por habitante. Los porcinos contaminan con los purines todo cuanto rodea sus granjas; la cabaña bovina mundial produce 2.500 toneladas de CO2 emitidas gracias a sus aerofagias; se dice que la inteligencia de los gorrinos es superior a la de los perros y mucho mayor que las de las vacas, con ese aire pánfilo y tontorrón de mirada lánguida que les es tan propia. El caso es que George Orwell optó por los cerdos como protagonistas de una revuelta cuyo lema inicial fue Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo. Finalmente resumido en un cuatro patas sí, dos pies no.
El caso es que aquellos animales eran felices, hasta que el viaje a su Ítaca particular empezó a torcerse. Lejos de pretender animar a los puercos a la rebelión o la sedición, los grandes proyectos acaban con frecuencia en enormes frustraciones. Aquello terminó como el rosario de la aurora: cuanto se había prometido no sólo se incumplió sino que se hizo al revés, terminó por hacerse lo que no se debía, se prohibió lo que antes se permitía, se tornó en amigo el enemigo y viceversa, sus siete mandamientos quedaron reducidos a uno y hasta se impuso el terror. La conclusión fue que todos los animales son iguales, pero algunos más iguales que otros.
Tal vez vendría bien al independentismo releer este libro o leerlo simplemente si no lo han hecho. Aunque, visto lo visto y esperando a lo que nos queda por ver, Junts debería aplicarse la quinta regla de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Cierto es que la idea tiene un rasgo más místico que de perseverancia, más propio de Oriol Junqueras que de su discípulo Pere Aragonès, ahora afanado en reconstruir no sabemos qué. De momento el presidente de ERC ya salió iracundo rechazando la propuesta de Salvador Illa (PSC), apresurado a ofrecer su mano para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat. Quizá el líder socialista catalán tenga mejor ocasión para repetir aquello de que Junts da más problemas a Aragonés que yo.
Junts es prisionero de sus fantasmas, la cultura de la consulta, del derecho a decidir y una idea estrafalaria de los partidos, lejos de saber que los referéndums los carga el diablo. Lo que se percibe es una actitud de amateurs ignorantes de cualquier forma de hacer política sino propia de aficionados carentes de ideología. En resumen, una sensación de orfandad de antiguos convergentes que no arregla ni Xavier Trias que privadamente aseguraba hace días que no sería candidato municipal si Junts salía del Govern; tampoco lo resolverá Santi Vila como aspirante por Centrem. Vale la pena recordar ahora que el Comité Político de CDC definió en su día la organización como “un movimiento político que pretende conseguir una amplia base que tenga por voluntad definir una alternativa mayoritaria para el pueblo catalán”, integrando para ello corrientes de pensamiento diversos y diferentes, desde el socialismo de inspiración democristiana hasta la autogestión.
¿Qué queda ahora? Huérfanos políticos y desamparados perdidos en un erial, además de tiburones a la espera de una gota de sangre. Prevalecerá ese “¿de lo mío qué?” como interrogante de muchos instalados cuyo futuro inmediato es incierto y sin trabajo que asegure un salario. ¿Cuántos terminarán en ERC? Dicen que Carles Puigdemont movió todos los hilos que ha podido para reventar el pacto de Govern; lo hizo desde Waterloo, lugar que inevitablemente recuerda a Napoleón, nombre que precisamente eligió George Orwell para bautizar al líder de los cerdos que acabó erigido en dictador. Al final de la obra, puercos y hombres acabaron comiendo juntos en la casa de la granja, brindando y engañándose mutuamente. Mientras, los animales que desde fuera no asistían al ágape, "miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién". Todos perplejos, menos los felizmente instalados, como contemplando el ocaso del procés.