Al analizar las críticas a la manifestación “Español, lengua vehicular” se constata la importancia del movimiento cívico Escuela de Todos, que defiende un sistema educativo orientado a la formación de ciudadanos donde nuestra lengua común conviva con normalidad junto al catalán y el aranés.
Entre estas críticas (exabruptos de redes sociales aparte) sobresalen dos: el volumen de manifestantes (asumiendo, ¡cómo no!, la cifra de la siempre ecuánime Guardia Urbana) y la presencia en el acto de las fuerzas de la derecha del espectro político.
A lo primero se responde (sin añadidos) con esta espléndida frase del monumental ensayo Sobre la Libertad, de Stuart Mill: “Si toda la humanidad compartiese la misma opinión y solo hubiese una persona en contra, la humanidad no tendría más derecho a silenciar a la discordante que esta, si pudiera hacerlo, a silenciar a la humanidad”.
A lo segundo replica muy bien gente como Guillermo del Valle, director de El Jacobino, muy beligerante con la deriva identitaria de la izquierda, y que, ¡por cierto!, fue a la manifestación. ¡Claro que estaba la izquierda!, pero la izquierda desacomplejada, la que no ha perdido el norte y, aunque ahora no tenga presencia en los parlamentos, sigue apoyando las causas que considera justas, sabedora de que nadie se contagia del pensamiento ajeno por coincidir en una foto.
En todo caso, el asunto es que, si éramos tan pocos y estábamos tan mal acompañados (entiéndase la ironía), ¿a qué viene tanto revuelo? Patético, por cierto, Pablo Iglesias, apuntando, en la tertulia del día siguiente en El món a RAC1 (las más escuchada en Cataluña), que los profesionales de Abc y El Mundo mienten para cobrar sus nóminas a final de mes. Él, ¡que trató de controlar RTVE a la primera oportunidad!, como demostró con todo lujo de detalles la entonces directora de Público.
Preocupa, y mucho, Escuela de Todos. Por eso, nacionalistas y afines tratan de desautorizarla como sea. Lo que pasa es que ahora ya no vale ese infame “porque solo una familia lo pida…”. Ahora resulta que lo pide una plataforma que integra a 15 asociaciones, algunas, por cierto, con un perfil abiertamente progresista. Ahora resulta que son 1.600 familias las que han firmado la petición de ejecución de la sentencia del 25%. Ahora resulta que (aunque los grandes medios catalanes hayan hecho lo posible por silenciar o minimizar lo que sucede) se han publicado en toda España un alud de artículos de periodistas e intelectuales abochornados por la excepción democrática que supone privar de enseñanza en español a una parte de los españoles. Ahora resulta que el hecho de que en Cataluña se hayan aprobado normas para impedir la ejecución de una sentencia que protegía los derechos lingüísticos de menores está con frecuencia en muchas portadas y tertulias. Ahora resulta que se empieza a intuir la dimensión del iceberg, porque bastantes profesores (Docentes Libres) y hasta algún inspector no adepto al régimen han salido a confirmar que el delirio nacionalista invade hasta tal punto las libertades individuales que incluso se intentan condicionar las comunicaciones personales en los centros educativos. Todo ello mientras los adalides de la inmersión tienen la desfachatez de apostar por una formación bilingüe y trilingüe para sus hijos.
Ahora resulta, en definitiva, que la escuela catalana “sí se toca”, que lo que allí sucede ha entrado definitivamente en las agendas mediática y política. Y algo muy importante: resulta que los líderes de Escuela de Todos (Ana Losada, José Domingo, Elda Mata, Rafael Arenas, Jesús Rul, Carlos Silva…) son personas excepcionalmente cualificadas, de convicciones muy firmes y con una trayectoria impoluta, que no van a desfallecer porque no lo hicieron en los momentos en que todo parecía perdido. Créanme si les digo que los prefiero en mi trinchera.
¿Qué más da si éramos 2.800 o 200.000? Lo importante es que el mensaje (un mensaje honesto y sin fisuras) empieza a calar, y su fuerza se me antoja imparable.