El bienestar mental es uno de los grandes retos de este siglo. El burnout, la ansiedad, la depresión, las fobias, las adiciones, pero también las enfermedades degenerativas como el alzhéimer o parkinson forman parte de esta nueva sociedad longeva y que paradójicamente conectada 24/7, nos provoca soledad. Hay países que ya tienen Ministerios de la Soledad como Japón e Inglaterra. A veces me pregunto si no ¿deberíamos tener un ministerio del sentido común y más allá de la salud, otro del bienestar?
Curiosamente, cada vez somos más inteligentes y nuestra generación tiene de media tres puntos más de coeficiente intelectual que la anterior. Parece ser que a menudo la ignorancia, nos hace felices y todos necesitamos desconectar de tanto en tanto para reconectar tanto física como digital con fuerzas renovadas.
Las inteligencias artificiales (IA) se basan en la inteligencia lógica, la física y matemática y ejecutan algoritmos que programan humanos y no es lo mismo computar que pensar. En ese sentido las máquinas se parecen a algunas personas que, aunque tengan un CI elevado siguen sin pensar. Bromas aparte, cuantos más bits, más capacidad tienen de procesar información, de conectarla y de ejecutar algoritmos y por tanto más rápidas son sacando conclusiones y actuando. Por eso si ahora una IA puede leer millones de documentos en minutos y redactar una poesía, un libro, una canción o un dictamen jurídico, ¿qué hará cuando pasemos de bits a qubits con la computación cuántica y a la vez pudiendo aprender más rápido por si misma (machine learning)?
¿Existen realmente máquinas inteligentes que piensan como las personas? No, aunque muchos científicos conjeturan, por el momento no hay evidencia ni se conoce la existencia de ningún prototipo equivalente a las capacidades pensantes de un cerebro humano.
Nuestro cerebro es complejo y relativamente desconocido. Así el siguiente paso, es el acceso al cerebro humano gracias a su conocimiento y las nuevas tecnologías. En esta línea, hace años que trabaja el proyecto BRAIN que se inició en 2013 con Obama como mapeo de la actividad cerebral para lograr trazar un mapa tridimensional de la actividad de cada neurona del cerebro humano o de manera similar el Human Brain Project europeo que van en la línea de tener un atlas del cerebro humano y sus conexiones.
Musk mostró hace meses los avances de Neuralink y como un mono jugaba a videojuegos controlando los movimientos directamente con la mente a través del ordenador. Más allá del márquetin, este no es el único proyecto, ni tan solo es el primero y ya existen iniciativas públicas y privadas en fases avanzadas como por ejemplo la de la universidad de Brown que publicó su primer interfaz implante-cerebral Wireless o la catalana Inbrain Neuroelectronics liderada por Carolina Aguilar que lleva ocho años trabajando en ello con chips de grafeno para curar el parkinson o Synchron, ambos en pruebas con humanos. Estos son ejemplos de la futura conexión humano-maquina (ciborg) o como definen los tecnólogos interfaces cerebro-ordenador implantables.
Si es para curar o controlar el parkinson o mejorar capacidades que favorecen a las personas, bienvenidos sean, pero los usos de las diferentes tecnologías hay que regularlos y más si consideramos que nuestro cerebro es el centro de mando de nuestro cuerpo con un software humano complejo. La neurotecnología combinada con la inteligencia artificial, tiene el potencial de influir en la sociedad de manera profunda. Aquí el peligro más que las maquinas nos controlen es que quien controla esas máquinas, nos controle. La propiedad y privacidad de nuestros datos es de suma importancia estén en la nube, en un ordenador personal, en la expresión de nuestros ojos o en nuestra propia mente. Cualquier máquina es hackeable y el hacking bioético será lo siguiente.
Tal y como se reconoció el derecho a internet, después a la privacidad y recientemente a la conectividad, ahora debemos reconocer los neuroderechos. En este sentido, Chile se ha convertido en el primer país del mundo en proteger la privacidad cerebral en su Constitución para ser amos de nuestros silencios y no esclavos de nuestras neurona-chips. Yo espero sinceramente que con todos estos avances pueda ser libre y divina de la mente.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos de sinergentes que siempre suman aptitudes, conocimiento, equipo y valores