En una sociedad que se mueve a impulsos y donde la reflexión escasea, el gota a gota de los medios nos adoctrina para que nos compremos un coche a pilas, aunque no sepamos dónde enchufarlo.
Estamos donde estamos por una mentira muy bien armada por parte de un par proveedores estratégicos de la gran mayoría de los fabricantes de motores. El diesel gate no fue privativo de una marca, sino que afectó a la casi totalidad del sector. Al descubrirse el engaño, la credibilidad del lobby automovilístico sobre su agenda de descarbonización se evaporó y decidió cambiar su agenda evolutiva desde los combustibles fósiles hasta el hidrógeno por una auténtica revolución, adoptando una estrategia rupturista basada en tecnologías inmaduras y, sobre todo, en un cambio radical del modelo de recarga energética de los vehículos.
Un coche es sinónimo de libertad. Podemos movernos donde queramos cuando queramos, sin tener que atarnos a horarios o a limitaciones de capacidad inherentes al transporte público. Tenemos gasolineras en cualquier rincón y repostar no es, en general, un acto planificado gracias a las 12.000 gasolineras que hay en España que albergan a más de 100.000 surtidores, todos multicombustible. Complementar la red de surtidores con electrolineras no es viable pues un coche eléctrico enchufable requiere de una gran potencia para lograr una experiencia de carga razonablemente similar al repostaje de gasolina. Hoy en día un cargador de 350 kW permite cargar un coche eléctrico en 10 minutos, 5 si la carga no es total.
Pero no todos los coches pueden cargarse a esa potencia, si permanentemente cargamos una batería a esa potencia su vida media cae en picado y la tarificación del factor de potencia lo hace poco menos que inviable (como referencia la potencia más frecuente para una vivienda de 100 m2 es de unos 5kW). Además, la infraestructura para tener una electrolinera con 6 u 8 puntos de esa potencia no es, ni mucho, menos, baladí (1 MW es suficiente para alimentar 200 hogares).
El coche eléctrico se ha de recargar despacio, en la vivienda o en el trabajo, usando solo las electrolineras en caso de emergencia… aunque no podemos olvidar todo el tráfico internacional que cruza la península, desde mercancías a turistas. ¿Dónde recargarán quienes atraviesan España para cruzar el Estrecho o llegar a Portugal?
Recargar un coche de noche sería, sin duda, lo mejor para el coche y para la red eléctrica que podría absorber el consumo eléctrico de esta nueva necesidad en horas valle. El transporte consume el doble de energía de toda la producción eléctrica española, luego necesitaremos más capacidad, menos si la carga es nocturna. Y aquí aparece un nuevo inconveniente, menos del 40% de viviendas nuevas se venden con posibilidad de plaza de aparcamiento propia. Si a eso unimos la enorme cantidad de personas cuyas viviendas se han construido hace décadas, no es una mala estimación decir que alrededor del 70% de los vehículos se aparcan en la calle, es decir, más de 20 millones de coches “duermen” en la calle. ¿Cómo los recargaremos?.
Asumamos que milagrosamente se puede resolver la carga cotidiana y llegamos al fin de semana. España es el país más extenso de la Unión Europea y con mayor número de segundas residencias propiedad de sus residentes. Y quien no tiene una segunda residencia y vive en una gran ciudad también tiende a desplazarse muchos fines de semana. Prueba de este hábito son las mareas de coches que salen de Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades muchos fines de semana, por no hacer referencia a los atascos quilométricos en los puentes, Semana Santa, vacaciones y, en general, cualquier excusa para movernos. Y, normalmente, desde la gran ciudad se viaja a ubicaciones más pequeñas en la playa, en la montaña o en la España deshabitada.
¿Habrá que poner enchufes en poblaciones muy pequeñas para los domingueros? ¿Habrá que reforzar la infraestructura eléctrica de la España vaciada para las pocas semanas que vuelven los hijos y nietos de quienes se han quedado en pueblos prácticamente deshabitados? La Cerdanya, por ejemplo, tiene censados menos de 17.000 habitantes en 17 poblaciones, muchas de ellas con pocos cientos de habitantes. ¿Habrá que diseñar la infraestructura para los residentes o habrá que pensar también en veraneantes, excursionistas y esquiadores?.
La enorme complejidad, y coste, de la red de recarga explica que de los teóricamente 330.000 puntos de carga que requeriría España para que en 2030 tuviésemos 3 millones de coches eléctricos (solo el 10% del parque) hoy solo haya unos 12.000. España, el 7% de la superficie de Europa, solo cuenta con el 3% de puntos de recarga.
Parece claro que no llegaremos a cumplir esos objetivos, pero puede que esto sea una oportunidad. La tecnología del hidrógeno verde llegará antes o después. Y podemos esperar, porque se seguirán construyendo coches con motor de combustión interna. Puede que no en Europa por cerrazón ideológica, pero sí en otras muchas zonas del mundo. ¿Alguien cree posible electrificar el parque móvil sudamericano? En México, un país con más de 50 millones de coches en circulación y una extensión cuatro veces España, hoy no hay ni 1.000 puntos de recarga que usan, evidentemente, los muy ricos que se han querido dar el capricho de incrementar su parque móvil con un Tesla o el superdeportivo BMW i8.
El resto de Europa avanza más rápido, pero ni aun así los objetivos políticos son viables. Noruega, un país de 5 millones de habitantes con un PIB per cápita casi tres veces el español y al que le sobra energía, ya vende más coches eléctricos que de combustión interna, pero, en general, la gente no se deshace de su anterior coche, haciendo crecer un parque móvil que sigue envejeciendo. A pesar del importante ritmo de ventas, menos del 10% de vehículos son eléctricos. En Países Bajos, otro pionero, el 2% y en España el 0,4%, 0,2% si no contamos los híbridos enchufables.
No sobra tiempo para que los políticos despierten de su ensoñación y piensen algo realista. Prohibir la producción de vehículos híbridos en 2035 es inviable. Mientras tanto, eso sí, seguirán tirando el dinero y seguirán haciéndonos la vida un poquito más difícil. Olvidemos el adoctrinamiento y no esperemos para comprarnos el coche que más nos guste, dentro de nuestro presupuesto, sea eléctrico, de gasolina, diésel o a pedales.