El debate en el Comité Federal del PSOE se ha reducido a uno que manda y otros que acatan. El martes se convocó el máximo órgano entre congresos para discutir la remodelación de la Comisión Ejecutiva Federal y los grupos parlamentarios. No hubo discusión. Tras la incertidumbre de los primeros momentos con la espantá de Adriana Lastra el lunes, se aceleraron los acontecimientos y el jueves antes del mediodía todo estaba “atado y bien atado”.

Sánchez era consciente de que la crisis de Gobierno de hace un año fue un sonoro fracaso que se acrecentó con el Congreso de Valencia, que en palabras de dirigentes socialistas fue “un congreso fallido”. Se dijo por todos los altavoces que había vuelto el PSOE, y el PSOE no volvió. El próximo martes se cumplen ocho años de la llegada de Sánchez a la secretaría general del partido y la inestabilidad ha sido la tónica, excepto desde 2018 a 2021, años en los que el PSOE ganó elecciones y tomó la iniciativa social. Antes del 18, crisis total. Después del 21 el PSOE ha vagado como alma en pena.

Los éxitos del Gobierno son efímeros, la coordinación no ha existido y los bandazos tácticos, estratégicos e ideológicos han atenazado al Ejecutivo y a la dirección socialista. Sánchez, el principal responsable de los desaguisados, se ha prestado a poner orden haciendo cambios en el organigrama y creando un núcleo duro para reconducir la situación, poniendo en marcha un propósito de enmienda. Los cambios no son menores y no todos son malas ideas, teniendo en cuenta que el presidente, y secretario general, se ha atrincherado en el PSOE de “toda la vida” para capear un temporal que no deja, y seguramente no dejará, indemne a ningún Gobierno en Europa. España no será menos.

El PSC sale muy bien parado de esta crisis. Miquel Iceta vuelve por la puerta grande a la Ejecutiva Federal y Eva Granados mantiene su puesto en el Senado. Los agravios de hace un año a los socialistas catalanes parecen diluirse porque, además, ambos dirigentes se integran en la nueva guardia de corps de Pedro Sánchez, una especie de Comité Electoral que será presidido por él mismo, cuando históricamente lo presidía el secretario de Organización. O sea, en argot socialista, vuelve el PSC de donde nunca tuvo que irse. Y otro dato, no menor, Pepe Zaragoza continuará en la dirección del grupo socialista.

El presidente hace un guiño a los barones con la entrada de María Jesús Montero –desdeñada para la batalla de Andalucía, decisión de la que muchos se arrepienten—, y Patxi López –el único que nunca se ha ido y ha estado en todas las ejecutivas de Pedro Sánchez— y para evitar nuevos enfrentamientos entre Ferraz y la Moncloa, el propio Sánchez se pone de árbitro entre Félix Bolaños –que se mantiene a pesar de los sonoros, y continuos, desaguisados—, Óscar López y Santos Cerdán, que resistió de forma numantina a las invitaciones, a través de El País, a que presentara la dimisión. No lo hizo y ha salido reforzado. Pilar Alegría, otrora mano derecha de Carme Chacón, se sitúa al frente de la comunicación del partido y en este grupo junto a la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez. Alegría pudo ser la secretaría de Organización con Chacón en el congreso de Sevilla de 2012 cuando la catalana tenía en Susana Díaz a su principal puntal. De hecho, la aragonesa fue la portavoz de Díaz en las primarias que perdió ante Sánchez.

Queda la incógnita de saber que estos cambios son suficientes para superar “la que se avecina” tras las vacaciones. De momento, no parece por la agenda de Sánchez que se acometa una crisis de Gobierno antes de agosto, aunque con Sánchez todo es posible. El PSOE ha vuelto, esperemos que ahora sí lo haga después de dos intentos más que fallidos, pero no olvidemos que muchos de los protagonistas de la vuelta fueron los protagonistas de las derrotas desde 2012 a 2016. Ahora tienen que demostrar que pueden cambiar la percepción en un contexto económico endiablado. Y sobre todo, lo tiene que demostrar Sánchez es que ha convertido el PSOE en un rebaño donde no solo no hay disidencia, ni siquiera hay debate porque es un partido sin pulso. Esperemos que esta vez el PSOE vuelva. Si no lo hace la etapa post-Sánchez, que haberla la habrá, será un secarral.