Esta semana el PDECat ha presentado una enmienda al Código Penal que castigará la reincidencia en los delitos de pequeños hurtos. Esos de menos de 400 euros que se repetían una y otra vez, y por los que los autores salían de rositas. Ahora, si se prueba la reincidencia estos delitos, serán castigados con penas de cárcel de seis a 18 meses. Es, sin duda, una buena noticia porque la inseguridad se está disparando, sobre todo, en las grandes ciudades.
La enmienda surge de Foment del Treball y de los gremios de comercio, hostelería y restauración. No surge del Ayuntamiento de Colau, sino de su oposición. Asumo su terminología, pero gracias a esa oposición y a su insistencia en Madrid, en el Congreso de los Diputados, el PSOE, con el silencioso trabajo del PSC de Collboni, y el PDECat han pactado una enmienda que se aprobará el 8 de junio. La inseguridad es uno de los principales problemas de la ciudad. Tras la pandemia se han incrementado. Baste un dato. La policía detuvo el pasado fin de semana a 31 delincuentes y se identificaron a 53 personas. En total, este colectivo acumulaba 684 antecedentes. A partir de ahora, no entrarán por una puerta y saldrán por otra, dejando en agua de borrajas el trabajo de la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra, algo que ha denunciado en mil ocasiones Albert Batlle, concejal de Seguridad de PSC-Units per Avançar.
Esta es la tozuda realidad a la que el nuevo Código Penal dará respuesta, aunque para nuestra alcaldesa eso de la inseguridad debe ser un invento de las “élites” y los “poderes fácticos” y, sobre todo, es una percepción errónea sobre Barcelona. En fin, sin más comentarios. Ya en 2019, antes de la pandemia, Barcelona tenía el dudoso privilegio de estar situada en primera posición del ránking de pequeños delitos. La pandemia redujo esta inseguridad y ahora los “cacos” se han puesto las pilas para recuperar el “negoci”. Que se lo digan a Sebastián Vettel, que fue víctima esta semana. Seguro que Colau lo ha celebrado, porque así se pondrá veto al turismo, porque este hecho ha dado la vuelta al mundo y ha sido como una palada de estiércol a la marca Barcelona. Conclusión: en esta enmienda Ada Colau no ha tenido ningún papel. Ni activo, ni pasivo. Ni se la ha esperado.
Contenta debe estar la alcaldesa, candidata in pectore --porque nos ha mentido otra vez-- para las elecciones de 2023, porque el caso Vettel da aire a su cacareada oposición al turismo que, por cierto, ha reactivado la actividad en Ciutat Vella, Sagrada Familia, La Ribera, Barceloneta, Port Olímpic y un largo etcétera, y ha dado vida al sector hotelero y al de la restauración. Para ella debe ser una pena. Aún así, Colau se presenta. Nerviosa debe estar, y más nerviosa la tropa de los comunes, para iniciar la precampaña electoral a un año vista de las municipales. Los números no deben salir ni en broma, y menos sin Colau como cabeza de cartel. Tampoco deben estar tirando cohetes en Valents. Los números no son precisamente halagüeños y por eso han anunciado que Eva Parera es su candidata. Durante semanas estuvieron barajando --así nos lo hacían saber a los periodistas-- la presentación de un tapado. O Parera lo ha evitado, o es que no han encontrado a nadie capaz de levantar una bandera que no parece victoriosa.
Jaume Collboni ha pasado su Rubicón. Durante meses se le ha criticado, cuestionado y señalado. Se ha dicho que es débil y que no se ha desmarcado lo suficiente de su socio de gobierno. Yo mismo lo he hecho en estas páginas. Sin embargo, el candidato socialista ha aguantado las presiones y ha ido marcando su propio perfil. Se presentará a un proceso de primarias y, ciertamente, dudo que haya otros candidatos. Se presentará, seguramente, con el aval de una encuesta que van a realizar los socialistas, porque el PSC nunca da puntada sin hilo, y con un acertado eslogan “soy el candidato de PIMEC, Foment, UGT y CCOO”, como dijo esta semana en La Vanguardia. No es baladí este lema, porque las cuatro organizaciones están hasta el gorro de Colau y sus palmeros. Enfrente se supone que además de Colau, Collboni tendrá que batirse con Maragall, el candidato fantasma, que aparece y desaparece como el Guadiana. ERC lo presentará porque no tiene agallas de pedirle que se retire, opción positiva para Barcelona pero, sobre todo, positiva para ERC.
El PDECat ha sido el artífice de la enmienda sobre reincidencia, pero no la aprovechará para las municipales. Centrem es una entelequia y Angels Chacón no está dando resultados. En este segmento acarician la idea de encontrar un candidato y miran a Sandro Rosell, fuerte en las encuestas, aunque el expresidente del Barça no está muy por la labor. También Junts, descabezado por la huida de Elsa Artadi, lo corteja. De momento, todo son incógnitas, como en el espacio de la derecha no nacionalista. Ciudadanos está en caída libre y el PP busca un nuevo cartel. Se habla incluso de recuperar a Alberto Fernández, pero el partido no ha tomado una decisión que no es baladí. El efecto Feijóo puede ayudarles a recuperar el espacio perdido y dejar en la cuneta a VOX, que sigue sin candidato.
Llegan las elecciones y Colau ha puesto toda la carne en el asador. Será un año entretenido, pero mientras esa ninguneada oposición, los gremios y Foment del Treball han conseguido un éxito para Barcelona modificando el Código Penal con el objetivo de mejorar la seguridad ciudadana, Colau se paseaba por televisiones y radios vendiendo su Barcelona de saldo.