El adiós de Jordi Sànchez a la secretaría general de Junts abre algunos interrogantes. El paso a un lado del expresidente de la ANC, cuya vocación es más la del estratega político que la del activista mesías (a diferencia de Cuixart, el otro Jordi), llama la atención: no habrá estado ni dos años en el cargo cuando Junts celebre su congreso el junio próximo. Ayer, la periodista Lidia Heredia en TV3 le preguntó “si no se retiraba antes de que lo retirasen”, a lo que él respondió, algo sorprendido por esa derechísima, con un “no lo sé”, que sonó justo lo contrario. Recordemos que Sànchez fue una apuesta personal de Puigdemont para disputarle a Oriol Junqueras una parte de ese voto de pseudoizquierdas radicalizado por el proceso independentista. Fue su número dos en la candidatura que ganó a ERC las elecciones por la mano en diciembre de 2017. El todavía secretario general de Junts no solo dirigió la Crida a finales de los años ochenta, sino que fue consejero de la antigua Corporació Catalana de Ràdio i Televisió, la actual CCMA, de la mano de ICV. Su proximidad ideológica al espacio ecosocialista durante el tripartito fue pública, lo que no evitó que luego conectara bien con Mas, como también le ocurrió al expsuquero Rafael Ribó, que más tarde puso a Sànchez de adjunto en la Sindicatura de Greuges.
Aunque Junts es una formación que se autodenomina transversal, Sànchez no encajaba bien en la primerísima línea. Su retirada se explica tanto por diferencias estratégicas, como de cultura política junto a otras razones más vinculadas al enfrentamiento estrictamente personal en el seno de una formación variopinta que nació como candidatura electoral en torno al hiperliderazgo de Carles Puigdemont, y que se constituyó en partido en octubre 2020. Como posibles sucesores aparecen Laura Borràs y Jordi Turull. La primera acaricia el cargo como una forma de atrincherarse en el partido para hacer frente, mejor resguardada, a un posible juicio por corrupción. El segundo, que es uno de los vicepresidentes de Junts, no quería de entrada enfrentarse a nadie, pero la renuncia de Sànchez le deja el camino expedito justamente para evitar el reinado de la caótica Borràs. Turull es un hombre de partido, cuyo origen convergente/pujolista/masista es marcadísimo, y que a punto estuvo de ser president de la Generalitat horas antes de entrar en prisión a finales de marzo de 2019. La CUP, al igual que hizo con Artur Mas, también quiso enviar a Turull al baúl de la historia porque entre otras razones no había olvidado que avaló desde el Govern la condena del juez Manuel Marchena contra los indignados en el Parlament (2011). La enorme ascendencia de Borràs sobre las bases se ha ido diluyendo con el tiempo, tanto por las contradicciones entre las grandilocuentes palabras y los hechos (caso Juvillà), como porque sus supuestas irregularidades cuando dirigía la Institució de les Lletres no cuelan como persecución política. Turull, en cambio, tiene a su favor haber estado en la cárcel y cuenta con el apoyo cerrado de los cuadros de la antigua CDC, al tiempo que es muy activo entre la militancia de base.
En la retirada anticipada de Sànchez hay diversos factores. El principal es que no había logrado recabar apoyos internos para defender su cargo, sobre todo ahora que Puigdemont parece decidido a abandonar la presidencia del partido para centrarse en el fantasmagórico Consell per la República. Para el conglomerado de figuras independientes que habían acabado en Junts atraídas por la épica puigdemontista, Sànchez era demasiado pragmático: sus análisis sobre lo ocurrido en 2017 o sobre el diálogo con el Gobierno español no están tan lejos de la estrategia de ERC. Y para los exconvergentes sencillamente no es de los suyos, tampoco de fiar porque iba demasiado por libre en la toma de decisiones. Como Sànchez quería evitar a toda costa la llegada de Borràs, lo que ha hecho ha sido anticiparse para abrirle el paso a Turull, con quien siempre podrá pactar un lugar dentro de Junts. En su crítica televisiva sobre el “exceso de vanidad y falta de liderazgo compartido” dentro de su formación hay sobre todo un reproche hacia Borràs. En la legislatura anterior, Sànchez había tenido también encontronazos con independientes hiperventilados como Josep Costa, exvicepresidente primero del Parlament, y un enfrentamiento larvado con Quim Torra, a quien ya critica públicamente por vivir en un mundo de fantasía y “literatura”, unas palabras intercambiables con la presidenta del Parlament.
La llegada de Turull reforzaría sin duda la apuesta ideológica por la reconstrucción del espacio convergente, absorbiendo al PDECat para las municipales del año próximo. Tras el congreso de Junts, la prima de riesgo del enfrentamiento dentro del Govern subirá unos cuantos enteros porque el probable nuevo secretario general, Turull, es la encarnación del gen convergente que tiene claro quién es su rival a batir, ERC. Y para ello, escenarios de pacto con el PSC, como ayer explicaba María Jesús Cañizares, empezando en el campo municipal, son bastante más que posibles.