Barcelona es algo más que la capital de Cataluña; es sobre todo una gran metrópoli mediterránea pujante y cosmopolita. En 1995, durante la celebración de la cumbre euro-mediterránea, la ciudad dio su nombre a la Declaración de Barcelona, que sirvió para impulsar el denominado Proceso de Barcelona, un proyecto de cooperación regional propuesto por el Gobierno de España e impulsado por la UE. Unos años más tarde, como consecuencia del proceso anteriormente citado, se constituye en la Cumbre de París del 13 de julio de 2008 la Unión por el Mediterráneo (UpM), asociación multilateral creada para dar respuesta a los principales retos de la región: estabilidad política, desarrollo humano, integración regional, migraciones y cambio climático.
En la última década un nuevo proyecto aparece en el horizonte, el Corredor Mediterráneo, una nueva ventana de oportunidad que Barcelona debe aprovechar para reafirmar su liderazgo mediterráneo. El Corredor no es solo una infraestructura ferroviaria que potencia el transporte de mercancías y facilita la movilidad de los ciudadanos, sino que puede ser un instrumento para impulsar un nuevo modelo de desarrollo económico que una Barcelona innovadora y competitiva debe protagonizar. Un modelo que permita la reindustrialización de la ribera mediterránea española y que active las oportunidades exportadoras de sectores de alto valor añadido.
Una Barcelona competitiva podría aprovechar la oportunidad que le brinda el Corredor para situarse como baricentro de redes estratégicas: gas, electricidad, ferroviaria… Cataluña podría ser clave en la conducción del gas argelino al corazón de la UE con una posible recuperación del gaseoducto del MidCat. El puerto de Barcelona, donde se halla la mayor planta europea de regasificación de GNL (gas licuado), se convierte en un nódulo de máximo interés en los planes de contingencia ante una eventual crisis de suministro de gas desde Rusia.
Así como en 1952 la UE nació de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la propuesta de una comunidad de intereses basada en el binomio Agua-Energía podría ser sin duda un factor integrador y constructor de la UpM. Barcelona tiene la tecnología necesaria para liderar este proyecto.
La llamada ruta de la seda marítima que une el Mediterráneo con el Extremo Oriente, que tiene el canal de Suez como rótula distribuidora, puede ser sin duda uno de los vectores emergentes europeos del crecimiento global. En la actualidad, en torno al 80% del transporte de mercancías entre Europa y China transita por vía marítima a través del canal de Suez, lo que supone una oportunidad estratégica para los puertos europeos del Mediterráneo. Barcelona debería estar en condiciones de competir para ser la puerta europea de China. Son obvias las sinergias y complementariedades del corredor MED ferroviario y la ruta de la seda marítima.
Todo lo anteriormente apuntado no tiene ningún recorrido en la actual Barcelona de la alcaldesa Colau. La Barcelona de hoy es una ciudad sin ambición que carece de un plan estratégico de futuro y por lo tanto incapaz de asumir y liderar las oportunidades anteriormente apuntadas.
Un gobierno municipal liderado por los comunes que de forma suicida practican una radicalidad anarco-nihilista que apuesta por una cultura del decrecimiento claramente regresiva, instalada en el no a todo lo que suponga dinamismo económico y transformación de futuro para la urbe. Desde la pérdida de la Agencia Europea del Medicamento hasta el Hermitage pasando por la ampliación del aeropuerto de El Prat y la decisión de cadenas hoteleras de retirarse de Barcelona. Responsabilidades que repartir entre las dos instituciones cabeceras catalanas, ayuntamiento y Generalitat.
Un consistorio donde se van perdiendo tiempo y oportunidades, porque los casos de incapacidad de gestión se hacen flagrantes y terminan repercutiendo en la calidad de vida de sus ciudadanos. Para que la ciudad pudiera responder a los retos anteriormente apuntados debería apostar por un nuevo modelo de crecimiento económico sostenible soportado por la colaboración público-privada que entienda que el motor de la economía urbana son los servicios de alto valor añadido y las tecnológicas (TIC). Un sector que, aunque creció en volumen de facturación en el 2021, sufrió en ese mismo año una significativa caída del empleo como consecuencia de la fuga de especialistas hacia empresas de otros países. Barcelona necesita con urgencia un gobierno municipal capaz de crear las condiciones que favorezcan la retención del talento.
La capacidad de atracción de Barcelona peligra si se pone en práctica el modelo de ciudad que quieren imponer los comunes. Una ciudad encerrada en sí misma con grave peligro de gentrificación y desertización económica de su centro y carente de estrategia metropolitana. Un partido que recoge solo el 20% de los votos y tiene 10 concejales sobre los 41 del actual consistorio no puede imponer su modelo de ciudad. Barcelona siempre ha sido un modelo de consenso y de diálogo.
Urge rescatar esa Barcelona “Metrópoli Mediterránea” y para ello es necesario que una coalición progresista sea capaz de ganar las elecciones y recuperar la urbe atractiva y cosmopolita que fue la Barcelona, capital del Mediterráneo.