No sé qué sería de mí sin la sección de celebrities del Daily Mail. Cuando no puedo más del prusés, de las chorradas del ministro Garzón (¡No comáis tanta carne, explorad una nueva masculinidad, vivid la revolución de los juguetes!... Y así sucesivamente), de las trapisondas de Pedro Sánchez, de las corruptelas del PP (Zaplana: genio y figura hasta la sepultura) y demás incordios de la realidad española, me refugio en la entrega diaria de The Daily Mail que me llega por correo electrónico y encuentro cierto solaz majareta que me ayuda a seguir adelante.
Me interesan especialmente las celebrities de medio pelo o, directamente, cutres a más no poder, todas esas petardas que se han hecho célebres en los equivalentes británicos de los reality shows de Telecinco y que se pasan la vida en bikini y tumbadas a la bartola en playas más o menos exóticas (de Marbella a Dubai, pasando por Ibiza, habitualmente). Por su vulgaridad y grosería, me he hecho especialmente fan de Molly Mae Hague y Chloe Ferry, capaces de convertir en finas damas de la alta sociedad a las garrulas de Gandía Shore. Por su prodigiosa ridiculez, nadie puede competir con lady Victoria Hervey, cuyo último paso por el quirófano le ha dejado la comisura izquierda más torcida hacia abajo que la de Sylvester Stallone. Y no les doy más nombres porque ni sabrían quiénes son ni falta que les hace.
Conscientes de que hay que renovar el catálogo de fenómenos de feria, los cerebros del Daily Mail siempre consiguen sorprenderme. Lo acaban de volver a lograr con Steph Matto, de 31 años y natural del estado de Connecticut, tan pechugona y vulgar como sus colegas británicas, pero con unas habilidades empresariales muy notables que se han visto lamentablemente truncadas por unos problemillas de salud. Hace unos días, la señorita Matto experimentó unos terribles dolores en el pecho y se plantó ipso facto en el hospital más cercano, convencida de que estaba sufriendo un ataque al corazón. Afortunadamente, la cosa se reducía a un exceso de gases, lo cual ha llevado a un radical cambio en su dieta y a una medicación anti gases. Pero, lamentablemente, el fin de sus dolencias ha conllevado el cese de actividad de su negocio, que consistía en envasar al vacío sus cuescos y enviar los potes a los pervertidos que los solicitaban a través de la web Unfiltrd.
Todo se puso en marcha el pasado mes de noviembre, cuando la señorita Matto detectó interés por sus ventosidades en Unfiltred y se dio cuenta de que había cierta demanda de algo que ella (y cualquiera) se veía muy capaz de fabricar. La cosa empezó de manera discreta, pero la demanda fue creciendo de manera exponencial y nuestra heroína tuvo que ponerse las pilas para satisfacerla, llegando así a la sobreactuación fatal que acabó dando con sus huesos en la unidad de emergencias. Su manera de ponerse las pilas consistió en una dieta radical a base de judías, huevos duros y batidos de plátano que, si bien potenciaba su ya notable talento para la aerofagia, no era la más adecuada para su salud.
La buena de Steph cobraba 500 dólares por frasco (empezó intentando cobrar 1000, pero tuvo que rebajar el precio para no ahuyentar a la clientela, pues no todos los adictos a esta parafilia están forrados de pasta) y llegó a reunir 200.000 pavos en poco más de un mes, convirtiéndose en lo que ella llamaba una fartrepreneur, neologismo mezcla de fart (pedo) y entrepreneur (empresario, emprendedor). En muy poco tiempo se hizo con una legión de fans y con un número considerable de haters que la ponían de vuelta y media y, en algunos casos extremos, le deseaban la muerte. Pero lo importante era que ella se sentía empoderada (según propia confesión) y, sobre todo, se estaba lucrando vendiendo aire, que no humo, cosa más propia de políticos.
Su carrera de fartrepreneur ha durado poco, pero Steph se siente muy orgullosa de haber popularizado un fetiche poco conocido y de haber hecho felices a unos cuantos onanistas alternativos con posibles. Nada dice el Daily Mail de qué va a ser de ella a partir de ahora --solo queda claro que pasó previamente por algún que otro reality show norteamericano--, pero a mí no me preocupa: seguro que una persona tan emprenpedorra tendrá muy pronto una nueva idea para satisfacer a un nuevo sector de pervertidos. De momento, ya ha conseguido inscribirse en esa olvidada tradición que tuvo como pionero al francés de origen catalán Joseph Pujol, alias Le petomane, figura señera de la belle epoque cuya versión anal de La Marsellesa gozó de justa fama en su momento. Lo cual no está nada mal para una chica de Connecticut, ¿verdad?