Ya sabemos que en España los odios son cainitas y profundos, y también que Pedro Sánchez suscita la desconfianza de una parte de la opinión pública, malicia que él también se ha ganado cuando ha cambiado de criterio en función de su conveniencia, a veces sin otra alternativa que la renuncia al poder y a seguir haciendo política. Al personaje se le ha dado por muerto muchas veces, pero en este 2021 ha demostrado que sigue teniendo baraka. Es cierto que desde las elecciones madrileñas las encuestas no le acompañan del todo, y ahora mismo a lo máximo que puede aspirar es a repetir la mayoría que le apoya en el Congreso. Pero la situación general es confusa y volátil, también para el PP de Pablo Casado, cuyo liderazgo es cuestionado internamente por Isabel Díaz Ayuso, mientras tiene a Vox creciendo en los sondeos. En cualquier caso, las elecciones de 2023 quedan todavía muy lejos y ya sabemos que las encuestas acostumbran a fallar, a veces estrepitosamente, incluso el mismo día de las votaciones.
Pese a que algunos analistas insisten en hablar de un Gobierno de coalición moribundo y agotado, a Sánchez este año que se acaba no le ha ido nada mal y puede empezar 2022 sin haber sufrido ningún revés que le hipoteque lo que queda de legislatura. No es menor el éxito de la campaña de vacunación, cuyo mérito es sin duda del conjunto del sistema sanitario público y de las Comunidades Autónomas. Ahora bien, si España hubiera quedado por debajo de la media europea en lugar de ser uno de los países del mundo que mejor han hecho los deberes, por lo menos hasta la dosis de refuerzo que va un poco retrasada, el culpable sin duda sería el Gobierno Sánchez. Lo segundo es que sus apoyos parlamentarios se han consolidado y no ha perdido ninguna votación en el Congreso. Ayer mismo logró aprobar definitivamente los Presupuestos 2022, sin los cuales la legislatura estaría muerta, entre otras razones porque no habrían fondos europeos. Que España sea el primer Estado de la UE en recibir parte de lo que le corresponda de esas ayudas revela que en Europa se fían del Gobierno de izquierdas, mal que le pese al PP con sus mensajes alarmistas. Es cierto que la economía española crece menos de lo que se esperaba, lo cual refleja entre otras cosas nuestra excesiva dependencia del turismo, y que hay algunos nubarrones preocupantes, como una inflación disparada y los problemas de suministro energético, que por otro lado son fenómenos mundiales. España no está en quiebra, y los inevitables ajustes tras tanto gasto llegarán, pero más adelante.
Otra prueba mayor es la reforma laboral, acordada finalmente con la patronal y los sindicatos, que no ha fracturado a la coalición gubernamental como parecía que podía ocurrir hace unas meses, sino de la que tanto Nadia Calviño como Yolanda Díaz salen reforzadas internamente. Falta la aprobación del Congreso, que podría introducir algún retoque menor, pero que sin duda le dará luz verde. Hay otros hitos legislativos en 2021, como por ejemplo son la ley de eutanasia o la de cambio climático y transición energética. Finalmente, está Cataluña, que ha sido un foco de inestabilidad de la política española desde hace una década, pero que con Sánchez ha entrado en una fase menos aguda. Hay un problema crónico que permanece, y que sobre todo lo sufrimos los que vivimos en esta comunidad, pero los restos del procés ya no bloquean nada. Con los indultos a los presos pareció que cavaba su tumba, pero fue una medida de la que hoy ya no se habla ni se discute. Fue barata y útil para rebajar la tensión, al igual que la mesa de diálogo, de la que ERC sabe que no obtendrá la amnistía ni la autodeterminación, pero que justifica su colaboración parlamentaria. Los republicanos han pasado de exigir la independencia a defender la inmersión, aún sabiendo que la escuela monolingüe en catalán tiene la batalla legal perdida, y que en la calle ya no tiene los apoyos de otros tiempos, entre otras razones porque el PSC de Salvador Illa se ha desmarcado. En definitiva, aunque de Sánchez algunos cantan su funeral cada dos por tres, cierra 2021 pudiendo decir, ni tan mal.