Hay programas de radio y televisión a los que les encanta convertir la información política en espectáculo y los desastres naturales, como la erupción del volcán de La Palma, en una novela de suspense por entregas. El culto al tremendismo informativo nos acompaña mientras, en la esfera política, las reacciones en tiempo real cada día ocupan mayor cuota de pantalla que los análisis reflexivos y sosegados de los especialistas. Así las cosas ya no nos extraña que en un programa de televisión de gran audiencia, los tertulianos discutan a cara de perro sobre la naturaleza de las manifestaciones del metal en Cádiz, de la movilización de los camioneros prevista para las fiestas navideñas o del enojo que muestran los agricultores y ganaderos por la caída de los precios de sus productos.
Entretenidos desde una óptica despreocupada en determinar si unas acciones son de matriz obrera o de inspiración patronal, los discutidores obvian la gravedad de los problemas que comienzan a sacudir la política española. Algunos aun están empeñados en establecer si los actores del conflicto son galgos o podencos, cuando lo que urge es, si de veras se ama al país, arrimar el hombro para buscar soluciones. Desgraciadamente preocupa más la forma que el fondo. La calle bulle y la oposición de derechas al gobierno de Pedro Sánchez va a utilizar todo cuanto esté a su alcance para torpedear la acción del ejecutivo. Poco les importa si la causa de los problemas proviene de una situación internacional compleja o de elementos exógenos al gobierno.
Para Vox y el PP de Casado todo vale para desgatar al adversario, aunque la ciudadanía se desmoralice ante el guirigay parlamentario que llega trufado de verborrea gratuita. Se avecina un final de año tenso en la calle y en el Congreso de los Diputados. La inflación, el precio de la energía, de los alimentos, el carburante y el temor al regreso del virus caldean los ánimos y alteran algunas de las previsiones del gobierno de izquierdas. Las organizaciones policiales están preparando una protesta masiva aliñada con un claro y manipulado trasfondo político. El calendario de movilizaciones sociales es denso y extenso y el conflicto territorial vinculado a la financiación autonómica está presente. El lema elegido por las principales organizaciones agrarias al anunciar sus acciones de protesta a nivel nacional es: “El campo español vuelve a las carreteras”.
Para colmo de males Pablo Casado, haciendo gala de un oportunismo desmedido, se subió en Ciudad Real al Tractor Amarillo de la canción para afirmar: "Vamos a estar con vosotros en la calle". Hay quien piensa que este arrebato agitativo del dirigente popular es un intento de acallar las invectivas de Cayetana Álvarez de Toledo, el glamour desafiante de Isabel Díaz Ayuso y los últimos coletazos del la trama Gürtel. Algunos políticos españoles parecen haber olvidado cual es el lugar institucional que les corresponde respecto a los movimientos sociales. Casado, llamando a los agricultores a salir la calle, emula al Quim Torra que cortaba autopistas y legitima que Kichi, el alcalde de Cádiz, pueda afirmar: "Hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros". A Casado parece que no le importe que todo arda. Sueña con capitanear una caravana de tractores avanzando sobre la Moncloa pisando neumáticos calcinados.