El Congreso Federal del PSOE ha sido un ejemplo de cierre de filas, de cambiar puñaladas por fuegos artificiales y de unidad que ha aguado cualquier tipo de debate. La sombra de Pablo Casado es alargada y la de Yolanda Díaz llena de desasosiego. El PSOE se ve acorralado en el territorio porque el hundimiento de Ciudadanos da un balón de oxígeno extra al PP en numerosas provincias, sobre todo, en las menores donde se juegan de entrada una veintena de diputados. Se ve acorralado porque su electorado merma de forma preocupante en el segmento de menos de 35 años. Merma en favor de Yolanda Díaz, porque el segmento joven se ha alejado de la política, de la política que practican PSOE y PP. La antipolítica se ha atrincherado entre la juventud, siendo Vox un partido no rechazado, y Podemos ha quedado diluido por las veleidades de Pablo Iglesias. Sin embargo, la emergente figura de Yolanda Díaz ha hecho mella en este segmento que se olvida de la izquierda tradicional.
A la vista de lo sucedido este fin de semana en su congreso, los miedos han llevado de nuevo a la trinchera al PSOE. La socialdemocracia de Sánchez se hace hueco en Europa y avanza, pero se está dejando pelos en la gatera. En estos días, ha desaparecido el debate sobre la reforma territorial, el debate de una reforma constitucional que hiciera posible, por ejemplo, un mejor encaje entre Cataluña y el resto de España. Ni siquiera se ha debatido sobre cuáles son los caminos de la reforma federal de España. De hecho, de este congreso sale un único gesto. El nombramiento del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, como secretario de política autonómica. Y unas palabras, las de Adriana Lastra, la flamante viceprimera secretaria del PSOE: “Es el momento de unirnos y de unir España”. Solo le ha faltado decir cómo se busca esta unidad más allá del bienestar social o el crecimiento económico. Como diría Rajoy, “y el territorial”.
El eslogan del congreso ha sido “Avanzamos”, pero parece que avanzar en este camino ha sido desechado por el Partido Socialista de Pedro Sánchez. Ha levantado la bandera de la socialdemocracia que apuesta por un nuevo contrato social, por un nuevo contrato medioambiental y por el bienestar social. Ha vuelto a los orígenes sin abrir más carpetas y guardando la reforma territorial en un cajón.
Sánchez está rodeado por una derecha asalvajada que se parapeta en el discurso extremista de la ultraderecha, agita el conflicto territorial y pone en cuestión el feminismo y hasta el cambio climático. Como respuesta se refugia en la tribu, en la ideología y en la estructura del partido. Este fin de semana se han refugiado hasta la saciedad en un eslogan: “Ha vuelto el PSOE”. Y ciertamente ha vuelto, porque la reforma territorial ha caído victima de este repliegue. Habrá que ver cómo afecta esta situación a un PSC que siempre ha abogado por seguir en este camino. Lo cierto es que los socialistas catalanes en el congreso han pasado sin pena ni gloria, aunque hay que decir que todas las delegaciones han pasado sin pena ni gloria.
Y qué decir de la reacción del independentismo. El repliegue será utilizado para apuntalar su discurso, muy maltrecho por errores como los de 2017 y por la guerra cainita que los va desangrando. Seguro que la respuesta no será inmediata, porque Aragonès necesita los Presupuestos, pero no parece que reciban con agrado eso de que ha vuelto el PSOE, porque ciertamente el PSOE que ha vuelto es el de 2014. Con estos tres frentes liderados por el PP, por Yolanda Díaz, y por el independentismo, y no solo el catalán, Sánchez ha buscado en la tribu el remedio del Druida para afrontar las elecciones del 2023. Para colmo, algún disgusto tendrá antes en Andalucía.