El nuevo mantra en Cataluña es el “sí, pero así no”. Uno podría pensar que es una mejora sustancial comparado con el “no a todo” o el “cuanto peor, mejor”. Pero no nos engañemos, este “sí, pero así no” encapsula la enésima encarnación del inmovilismo de la Generalitat independentista. Es el nuevo lema elaborado para perder oportunidades a manta, que otros las aprovechen y poder así reiniciar el ciclo de victimismo que tanto rédito electoral da a algunos y que tanta miseria siembra para los ciudadanos de Cataluña.

Es una realidad que se ha puesto de manifiesto con un tema tan de actualidad como la propuesta de ampliación del aeropuerto de El Prat, de la que el conseller Puigneró se vanagloriaba el día de la reunión de la mesa bilateral con la ministra Raquel Sánchez. Recordaba que uno de los grandes anhelos catalanes era poder disponer de un aeropuerto con capacidad para hacer vuelos intercontinentales sin escala; que eso ayudaría a que la principal infraestructura del país estuviese a la altura de lo que tenía que ser para enfrentar el siglo XXI. Todo ello para, ni una semana después, decir que así no y que la culpa era del Gobierno de España.

Tenemos múltiples ejemplos a lo largo del territorio catalán, el más claro a raíz de la implantación de las energías renovables en el territorio. Han aparecido numerosos colectivos a favor o en contra de algunos de los proyectos. Todas las opiniones de estos colectivos cívicos son legítimas, siempre que no olvidemos dos elementos esenciales: que el conjunto de los ciudadanos europeos hemos acordado unos compromisos para 2030 y 2050 en materia de descarbonización que deberemos cumplir y que el coste de esta implantación debe ser compartido entre todos los ciudadanos y territorios. En este caso, el de las renovables –¡cómo no!—, la culpa, según el Govern de la Generalitat, también es del Gobierno de España, si hacemos caso a lo que sus portavoces dicen. Lo que no dirán, y todo el mundo sabe, es que en Cataluña, después de una década de gobiernos independentistas, seguimos sin una planificación general de implantación de renovables en nuestro territorio y debido a eso, en buena medida, somos la autonomía con la menor implantación efectiva de renovables en toda España. A la cola de Europa. Tener la planificación hecha permitiría que la Generalitat de Cataluña pudiera decir sí a las renovables y hacerlo sin más problema. Pero prefieren mantenerse en el confortable e inútil “sí, pero así no”.

Este lema se demuestra como infinitamente rentable políticamente. Se ha convertido en el nuevo oxígeno para una iniciativa política, la independentista, que se encuentra al final del trayecto de una época en la que ha conseguido detener el país sin que hubiera un auténtico alboroto ciudadano, que hubiese sido lo natural ante la evidente parálisis asfixiante. La década perdida ha significado dejar de ser una de las principales regiones europeas para pasar a ser un ejemplo de cómo dinamitar el progreso y riqueza en tiempo récord. Un talante que ha funcionado bastante bien cuando en España gobernaba el PP, marcado por un nacionalismo furibundo que vivía de la misma confrontación que los gobiernos independentistas. Resulta irónico, paradójico y agotador que tener un gobierno dialogante en España, dispuesto a hacer inversiones estratégicas en Cataluña, sea interpretado como un problema para algunos políticos independentistas. El “no a todo” del PP habilitó durante años el “no a todo” del independentismo hiperventilado. El sí firme a Cataluña del Gobierno de progreso, cristalizado en diálogo político, inversión estratégica y reconocimiento a la entidad catalana, es difícil de combatir. ¡Qué problema! De momento, se prueba con el “sí, pero así no”.