Todos los Estados tienen un centro de país, una capital donde radican las sedes de la Jefatura del Estado y del Gobierno. En este sentido, España cumple con creces ya que, siendo Madrid ese centro, ninguno de los grandes Estados europeos tiene tan centrada geográficamente la capital. Londres está en el sur, París en el norte, Berlín en el este.
Durante dos siglos y medio España siguió el modelo francés de centralización, que no fue tan negativo como se pretende desde los nacionalismos periféricos, puesto que aquella centralización acabó con el feudalismo territorial. De hecho, fue la primera modernización de España.
Con la Constitución de 1978 España se separa del modelo francés y opta --diríase-- por el modelo alemán actual. Pero a medias, o todavía de una forma incompleta.
La Ley Fundamental alemana de 1949 fue una referencia directa para nuestros constituyentes, aunque también a medias. Nuestra constitución no es “militante” como la alemana, carece de una Ewigkeitsklausel (cláusula de eternidad): principios fundamentales que no pueden ser reformados como la organización territorial federal --o sea la integridad territorial-- y tampoco establece una Cámara Alta parecida al Busdesrat (Consejo Federal o Senado), pieza clave en la estabilidad alemana, compuesto por representantes de los gobiernos de los Länder (Estados federados).
Nuestro Estado autonómico tiene, ciertamente, similitudes con el Estado federal alemán, incluso en algún aspecto lo supera, pero no le ha seguido en la territorialización de estructuras estatales. Madrid, a pesar de la construcción autonómica, sigue concentrando (casi) todo el poder funcional estatal.
En Alemania muchas agencias, institutos, oficinas --nombres que adoptan las instituciones estatales federales-- se ubicaban ayer fuera de Bonn cuando era la capital, hoy fuera de Berlín, en grandes o pequeñas ciudades repartidas por todo el territorio.
Apunto unos cuantos ejemplos significativos.
El Tribunal Constitucional Federal está en Karlsruhe, el Banco Central Alemán en Fráncfort, la Oficina Federal de Economía y Control de las Exportaciones en Eschborn, la Oficina Federal de Estadística en Wiesbaden, la Agencia Alemana de Telecomunicaciones en Maguncia, la Oficina Alemana de Patentes y Marcas en Múnich (también el Instituto Goethe), la Oficina Federal de Navegación e Hidrografía en Hamburgo, la Oficina Federal de Medio Ambiente en Dessau, la Oficina Federal de Tráfico en Dresde, la Biblioteca Nacional en Leipzig. Lo dejo aquí para no cansar.
Esa distribución no trocea ni debilita el Estado alemán, al contrario, hace que se sientan identificados con él en la amplia geografía alemana por tenerlo zu Hause, “en casa”.
Imaginemos por un instante --en un puro ejercicio de fantasía-- que en España el Tribunal Constitucional estuviera en Zaragoza, el Banco de España en Barcelona, la Oficina de Patentes y Marcas en Cáceres, el Instituto de Oceanografía en las Palmas de Gran Canaria, el Centro de Tecnología de Regadíos en Valencia, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales en Bilbao, el Centro Nacional de Inteligencia en Toledo, el Instituto de Historia y Cultura Naval en Vigo, el Instituto Cervantes en Salamanca, la Biblioteca Nacional en Sevilla, etc. Si tuviéramos algo así, otro gallo nos cantara.
Madrid es una ciudad extraordinaria en muchos aspectos --por ejemplo, posee un remarcable patrimonio urbano de antigua metrópoli colonial, el eje del paseo del Prado y el Retiro acaba de ser inscrito como Patrimonio Mundial por la Unesco y cuenta con tres de las mejores pinacotecas de Europa--, pero, siendo España, no es “España” por mucho que se empeñen Isabel Díaz Ayuso y el poder mediático madrileño.
Hay fatiga de Madrid, encontramos “Madrid” hasta en la sopa. La inmensa mayoría de esas entrevistas “espontáneas” que nos ofrece cada día el telediario de TVE son a gente de Madrid. ¿Por qué alguna vez no se pregunta algo a alguien de Jaén, Cuenca, Santander, Orense o Cartagena? ¿Por qué no nos muestran el tráfico de salida o de regreso de fin de semana de Valladolid, Granada, Oviedo, Tarragona o Murcia en lugar de la sempiterna M-30?
El poder de atracción cultural y de cohesión nacional de Madrid queda lejos del que ha representado París en Francia, que, si también ha sido un centro polémico por absorbente, extractivo, vaciador, a cambio ha generado por su derroche de calidad y creatividad un sentimiento de identificación nacional con la capital. París es más Francia, que Madrid España.
El particularismo de Madrid --rozando el cantonalismo--, exhibido por Isabel Díaz Ayuso y apoyado en una concentración real de poder político, funcional, comunicacional, económico por su condición no tanto de capital como de centro excesivo, es más peligroso para la cohesión de España que el ilusorio secesionismo periférico.
A toda España, y en particular a la España vaciada, le iría bien un cierto vaciado de Madrid.