El 27 de mayo, Elisenda Paluzie dijo muy incómoda: “Los indultos no son un éxito porque políticamente nos desarmarían e internacionalmente son nefastos”. Desde ese día, el independentismo se ha afanado en dar la vuelta a la realidad en una nueva perfomance donde el lenguaje es más importante que los hechos. Desde ese día, se ha ido construyendo un mensaje que evitara la desmovilización de la tropa y permitiera a todas las fuerzas independentistas mantener posiciones frente a sus enemigos más íntimos, o sea, los propios independentistas. Así se ha construido un discurso en el que los indultos son una victoria, que se ha doblegado al Estado, que los indultos son consecuencia directa del dictamen del Consejo de Europa, que Europa avala la causa independentista, y que no hubo delito en los hechos de 2017 y, por tanto, la sentencia es una muestra más de la represión.
Sánchez se la ha jugado y ahora le toca al independentismo mover pieza. La sesión de control del miércoles en el Congreso marca el paso de lo que nos espera. El presidente es acusado de traición, de ser indigno, y el líder del PP pidiendo un adelanto electoral acusando de cómplice a todo aquel que entienda la postura del gobierno, aunque sea un aliado de toda la vida, como es el caso del mundo empresarial y de la Iglesia. En la salida de la cárcel, todos los indultados se ciñeron al guion considerando un éxito el indulto, pero con un matiz. Se reafirmaron en sus ideas, en su compromiso por la independencia, pero en sus intervenciones nada parecido al lo “volveremos a hacer”. Algo que en Madrid se consideró insuficiente. La tesis de Casado es que los independentistas deben renunciar a sus principios. Como no lo hicieron, en “Madriz” se ondea la bandera de la rendición de Sánchez.
Sin embargo, el independentismo sí que hizo movimientos. Primero, confirmar la presencia de Aragonès junto al rey en el Mobile. Segundo, casi coincidiendo con la salida de los presos, confirmar la reunión de ambos presidentes en Moncloa, en un movimiento pactado y preparado por sus respectivos equipos. Tercero, las palabras de Junqueras y de Aragonès reivindicando el momento de la política, porque la Mesa de Diálogo se gestará el próximo martes. Y otro matiz, el lenguaje. Junqueras habló de “seguiremos trabajando por la libertad de Cataluña”. Fue interrumpido al grito de “independencia”, y el líder republicano contestó: “Bueno, eso es la libertad de Cataluña, no?", lo que evidenció un cambio de lenguaje.
Ahora, como dice Sánchez y también Aragonès, empieza todo. Por un lado, el frente de Madrid que mantiene a la derecha intentando liderar el rechazo a los indultos, por lo que la presión se incrementará. Lo vimos el miércoles cuando Vox exigió al PP una moción de censura con toda la intención de forzar a Casado. El líder popular tiene un mes para presentarla. En septiembre Vox puede hacerlo y todo indica que lo hará. Sánchez, por su parte, refuerza su mayoría parlamentaria lo que dará una cierta estabilidad a la legislatura y se prepara para recuperar la iniciativa en España. Las encuestas sitúan el rechazo a los indultos entre un 70 y 80 por ciento, pero estos mismos sondeos apuntan que el 60% de los españoles creen que estos mismos indultos pueden ayudar a solucionar la situación en Cataluña. Ese será el camino que tomará Sánchez para recuperar terreno perdido. Un terreno que parece que el presidente quiere explorar con una crisis de Gobierno, para dotarle de mayor peso político de cara a afrontar los dos años que restan de legislatura.
Por otro, el frente catalán. La bicefalia en el independentismo se consolida y los líderes tendrán que convivir. Junqueras y Aragonès en ERC, y Sànchez y Borràs, y siempre Puigdemont, en Junts per Catalunya. Está por ver como se asumirá el papel diario de Junqueras y Sànchez. En ERC hablan del “modelo PNV”, donde conviven desde hace años el poder del partido con el poder institucional, aunque siempre con algunas dificultades. Baste recordar el momento Ibarretxe y Josu Jon Imaz. En ERC está por ver. Algunos movimientos en la configuración del Govern demuestran que Aragonès ha querido formar su propio equipo, en el que no han tenido acomodo personas más cercanas a Junqueras. No es una crisis ni mucho menos, pero sí un pulso que habrá que ver como se solventa con Junqueras en la calle.
En Junts esta bicefalia, casi tricefalia, está más revuelta. Sànchez quiere hacerse con el control del partido. Su pacto con ERC, su posición ante el 1-O, y su forma de llevar la organización, ha levantado sarpullidos. Artadi y Rius renunciaron a entrar en el Govern y Borràs no duda en utilizar su cargo de presidenta del Parlament para ejercer de líder del partido, necesitada de protagonismo porque su causa, no ligada al independentismo sino a un caso de presunta corrupción, está a punto de ver la luz.
De momento, la hoja de ruta de Aragonès y Junqueras es la misma. En Junts es una incógnita el camino que seguirán. Con la Mesa de Diálogo tendremos el primer pulso. ¿Quiénes serán los representantes de la parte catalana? Con su composición veremos qué sensibilidades se imponen en los dos partidos. Aragonès estará, sin duda, pero el resto es todo un interrogante. Será la primera prueba para ver la salud de las relaciones entre Junts y ERC, como será el pulso entre ambos partidos para sacar réditos de la marcha de la mesa, sea en positivo o en negativo, y, en paralelo, para visualizar quién manda en cada casa. Será interesante saber quién mandará ahora en el independentismo.