El Govern de Cataluña trata a los catalanes, a los independentistas y a los constitucionalistas, de tontos. Hay una película de finales de los años setenta, con un joven Robert de Niro, que impactó a toda una generación: aparecían soldados estadounidenses ebrios en Vietnam, jugando a un siniestro juego de la ruleta rusa, con una bala en la recámara y uno de los participantes se suicidaba. La tómbola rusa estaba prohibida, pero ante la desesperación, había soldados que, borrachos, no les importaba jugarse la vida. Hoy podemos verlo en series de policías y ladrones desesperados en Netflix.
El domingo La Vanguardia publicó un sondeo que apuntaba que, en caso de repetirse las elecciones catalanas, los separatistas podían obtener el 42% de los votos, y la suma de los constitucionalistas diez puntos más. Por eso los ‘indepes’ no querían jugar a la ruleta rusa, y morir en el intento, porque se debe hacer caso al dicho de que más vale pájaro en mano que ciento volando.
Salvador Illa quería repetir las elecciones, aunque no deseaba pactar con las derechas. Arrimadas hace un año que políticamente está muerta y enterrada por su antecesor y fundador de Ciutadans. Albert Rivera está desaparecido. Quiso un imposible: comerse al PP. Es el mismo imposible que intentan los independentistas.
El acuerdo pactado in extremis por el fugado de Waterloo y Oriol Junqueras, desde Lledoners, es un acuerdo de compromiso que responde a intereses compartidos. Pero, de hecho, ninguna de las tres fuerzas separatistas lo quería. Ni ERC, ni Junts per Catalunya ni la CUP. Han pacto, sin embargo, para evitar males mayores. Me imagino que el sondeo que publicó La Vanguardia era similar a los estudios sociológicos que manejaban los partidos.
Y es, como decía al principio, nos tratan como a tontos. Estaba seguro que Salvador Illa no podía pactar como en 2003 lo hizo Pasqual Maragall con ERC y los comunistas catalanes. Las cosas han cambiado. Los separatistas han pasado un río prohibido, no el Rubicón, porque el frente ‘indepe’ no tiene ningún Julio César. Pero han seguido unidos porque quieren administrar los 30.000 millones de euros que la Unión Europea destinará a Cataluña para revitalizar la economía.
Me fío más de Salvador Illa que de Pedro Sánchez, al que el exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, y Joaquín Leguina han puesto a parir, como ha hecho también toda la vieja guardia del PSOE.
¡Y es que nuestros vecinos del sur también ayudan! Cataluña, no España, está en peligro. El acuerdo de cuarenta y cinco páginas, después de noventa y tres días sin que se llegara a un pacto, es un cero a la izquierda.