Ayuso ha ganado las elecciones, pero se queda muy lejos de la mayoría absoluta que pretendía. Necesita para gobernar los escaños de Vox, lo que va a suponer una corrección importante a la estrategia de Casado de no aparecer ante sus homólogos europeos como dependiente de la ultraderecha. Las fuerzas que se autoproclaman de izquierda consiguen unos buenos resultados, pero no podrán formar gobierno en la Comunidad. El PSOE pierde su posición de partido más votado, Más Madrid mejora sus resultados, Iglesias consigue que UP no quede fuera del parlamento regional. Cs desaparece, sus votantes han decidido votar directamente a Ayuso y no hacerlo a través de su candidato motero.
Durante la primera fase de la campaña, Madrid estuvo en el centro del debate. Un Madrid que crece beneficiándose del efecto capitalidad, concentra casi un tercio del sector público estatal y disfruta de las mayores y mejores infraestructuras logísticas y de comunicaciones. En la Comunidad se encuentran los principales equipamientos culturales, educativos, científico-técnicos y sanitarios. Ayuso debería dar las gracias al Gobierno de España en vez de confrontarlo.
Pero al mismo tiempo es una comunidad sometida en los últimos 25 años a un modelo económico ultraliberal que ha generado un crecimiento profundamente desigual e insolidario. Su modelo fiscal no solo favorece a los ciudadanos con rentas muy elevadas, sino que ha supuesto dejar de recaudar desde el 2004 unos 48.292 millones, lo que ha provocado un déficit de financiación que ha incidido en la calidad de los servicios públicos prestados. Aunque sea la Comunidad con mayor PIB y renta per cápita es la que menos gasta en relación con su PIB en sanidad y educación públicas. Los efectos de esta falta de inversión acompañados por una gestión ineficaz han tenido una especial repercusión en la crisis del Covid-19. Una gestión que alcanza un cierto grado de crueldad al negar la medicalización de las residencias, lo que ha provocado que sea Madrid la región de España con más mayores residentes en geriátricos fallecidos por Covid-19 durante toda la pandemia (6.197).
El modelo económico de “éxito” del que presume Ayuso ha creado una sociedad muy desigual e injusta, el 20% de los madrileños se encuentran en situación de riesgo de pobreza siendo la Comunidad con más alto riesgo de exclusión y desprotección social. Modelo basado en una profunda bolsa de corrupción (Gürtel, Lezo, Púnica, Kitchen...). Enarbola una supuesta “identidad” madrileña de un provincianismo rancio basado en la diversión, el jolgorio nocturno y el consumo de cañas de cerveza. Trumpismo castizo con sonrisa y “chulería” madrileña.
En un momento de la campaña el debate sobre la comunidad de Madrid desaparece, Iglesias consigue situar su estrategia de polarización que tanto ha favorecido a Ayuso. El debate sobre el modelo económico y las responsabilidades sobre la nefasta gestión de la pandemia se esfuma y es sustituido por consignas de confrontación, lo que le permite Ayuso eludir hablar de su gestión y situarse en el centro del escenario político entre la falangista cubana y el Che redivivo. A todo ello se suma la confusa estrategia del PSOE que pasa del “con este Iglesias, no” al “Pablo, juntos podemos” lo que termina desconcertando a su electorado. Las posibilidades de formar gobierno progresista liderado por el PSOE se desvanecen.
De los resultados del 5M deben extraerse una serie de conclusiones que sin duda afectarán a la vida política de la nación en los próximos meses. Gana Ayuso, pero eso no significa que el PP gane, su estrategia de ocupar el centro-derecha queda mediatizada por los ultras de Vox. Cs desaparece, carece de credibilidad un partido que dice ser de centro pero que solo aspira a moderar a la derecha en el gobierno. Iglesias evita la desaparición de UP y con la dialéctica de la confrontación debilita el proyecto socialista, su interpretación teatral después del debate suspendido en la cadena SER acusando de tibieza a Gabilondo por no haberse retirado del debate, es un ejemplo manifiesto de hipocresía. Más Madrid obtiene buenos resultados, pero no deja ser una fuerza regional poco determinante en la gobernanza de la nación. El PSOE tiene que sacar enseñanzas de su estrategia equivocada, la única manera de derrotar a Ayuso era centrar el debate en su ineficaz y escasa capacidad de gestión. La izquierda debe superar viejos dogmas y dejar de abusar de dialécticas del pasado.
Ayuso gana, Iglesias consigue algunos de sus objetivos, Casado tiene un problema que se llama Ayuso y Sánchez pierde, pero queda mucha liga por delante. El PSOE deberá dedicar todos sus esfuerzos a gobernar España. El proceso de vacunación deberá ser completado antes del otoño, los fondos europeos deberán permitir la modernización de nuestra economía y facilitar su recuperación. El presidente del Gobierno deberá aprender la lección y no dejarse arrastrar por UP a políticas y eslóganes de confrontación que no benefician al país y minan su credibilidad como partido de gobierno.