El Govern de la Generalitat es culpable por acción y por omisión del cierre en Barcelona de los restaurantes Senyor Parellada, Sagarra, Agut, Cal Pinxo, Kuai Momos, Santa Marta, Schilling, Monvínic, Marea Alta y Marea Baja, Casa Paloma, Rías de Galicia, Espai Kru, Cañota, Tickets, Pakta, Bodega 1900, Hoja Santa,… y muchísimos más tanto en Barcelona como en el resto de localidades catalanas, algunos con renombre y una gran mayoría no tan conocidos para el gran público pero vitales para su entorno y clientela. También es culpable del cierre de la restauración por seis meses en los centros comerciales y del cierre temporal de Pur, Petit Comité y quien sabe lo que pasará con Enigma. De momento 3 estrellas Michelin perdidas, miles de puestos de trabajo destruidos y ahorros e ilusiones a la basura, no solo en la restauración sino en toda la cadena de proveedores de productos y servicios. La culpa del cierre no es de la pandemia, es de la pésima gestión de la misma.
Algo similar ocurre con el comercio, con el ocio nocturno, con parte de la cultura, con las estaciones de esquí, con los hoteles, apartamentos y cámpines, con los cruceros, con las agencias de viajes, … La pandemia sorprendió a todo el mundo hace ahora más de un año, pero en 13 meses quienes nos malgobiernan no han aprendido nada y nada les importan las consecuencias de sus decisiones. Como muchos de ellos no saben lo que es ganarse la vida sino es a costa del erario público, que más da prohibir o no la apertura de un negocio.
Pocos gobernantes lo han hecho bien en el mundo, es cierto, pero los nuestros se llevan la palma por lo negativo. Les encanta cerrar y prohibir, si bien de vez en cuando les da por aflojar movidos por todo menos por la ciencia. El concepto de “dar aire” antes de Semana Santa supuso un cambio imagino que motivado por la esperanza de Junts de hacerse cargo de Salut y Economía en breve. El parón en las negociaciones del mundo indepe a la espera, como poco, del congreso de mayo de Junts ha hecho volver a la metodología medieval del cerrar por cerrar con unos datos que no paran de bailar por los pocos test realizados en los cuatro días festivos de Semana Santa a los que se une a una realidad hospitalaria cambiante tanto porque afortunadamente hay menos ancianos contagiados como por las nuevas variantes del virus. Y a pesar de ello los números se siguen leyendo igual.
A mitad de octubre se comenzó a poner el foco en la restauración decretando su cierre total. Antes de Navidad decretaron una apertura absurda, dos horas por la mañana y dos y media por la tarde, y desde hace poco más de un mes pueden abrir desde la mañana hasta las 17:00, de momento con clientes de la comarca aunque tan pronto amenazan con volver al cierre municipal como nos cuelan la inventada división territorial de las veguerías o vicarías, artefacto rescatado de la edad media, uno más, para reducir aún más la relevancia de Barcelona y su área metropolitana.
Mientras tanto, en otras comunidades autónomas se abre y se cierra con más agilidad, siendo la Comunidad de Madrid la más permisiva y con los datos en la mano, no con opiniones partidarias, no les va tan mal. El exceso de mortalidad por habitante de Madrid tras el primer estado de alarma, o sea cuando las comunidades autónomas han podido gestionar, es de los más bajos de España, se ponga como se ponga el rojerío e independentismo mediático. Aquí, en la Comunidad Autónoma con más personas en ERTE, hemos perdido más de 25.000 puestos de trabajo en la hostelería, mientras que Madrid ya cuenta con un saldo ligeramente positivo de empleo en el sector. Eso es posible porque desde octubre los bares y restaurantes de Madrid han estado abiertos un 60% más de tiempo que los nuestros.
O tenemos un confinamiento radical seguido de un esfuerzo de rastreo como se ha hecho en Asia o los contagios se van a seguir reproduciendo en oleadas relacionadas más con la concienciación que con las medidas represoras, porque represor y de dictadores es violentar alegremente los derechos de movilidad, reunión o culto y a punto estuvieron de impedir que votásemos, aunque para lo que ha servido…
Las decisiones de apertura o cierre las toma un ente nada transparente, el ProciCat, que ni siquiera hace actas, que no argumenta sus decisiones y que en ocasiones genera controversia incluso entre los políticos que nos malgobiernan, fiel reflejo de las tensiones entre cada bando del Govern. Ahora están atascados por una estadística inestable por el impacto de los cuatro días sin tests de Semana Santa y por una permanencia en UCI más larga que antes, probablemente porque quienes entran tienen más posibilidad de salir con vida que antes. Y en lugar de pararse a entender la situación real se toman medidas que, sobre todo, fastidian a los ciudadanos.
El baile de cifras es enorme y lo que se presenta por la mañana en Cataluña no tiene reflejo en lo que agrega el Ministerio de Sanidad por la tarde. En general siempre es peor lo que nos cuentan aquí que lo que contamos en Madrid. Y después de más de un año de cifras diarias incoherentes nadie da la más mínima explicación. Los más de 21.500 fallecimientos y 610.000 contagios según los números de consumo catalán se transforman al cabo de pocas horas en menos de 14.000 decesos y 550.000 infecciones cuando se los transmitimos a 'Madrit'. ¿Manipulación? Noooo, eso es imposible en un Govern como el que tenemos tan apegado a la verdad, a la realidad y a las cosas que de verdad importan a la ciudadanía. Todos estábamos cansados de hablar de provincias, un invento de 1833, y queríamos volver a la moderna división de las vicarías, algo del siglo XII, más acorde con la metodología que se aplica para contener la pandemia. Además creará empleo porque como hay 7, u 8, permitirá duplicar los cargos ya que 4 diputaciones se nos quedan pequeñas para un país tan rico como Cataluña.