El 29 de enero de 2020, el autodenominado president vicario dio por agotada la anterior legislatura del Parlament de Catalunya, si bien no se convocaron elecciones hasta el 21 de diciembre tras su inhabilitación por desobediencia y al haberse agotado los plazos para su relevo. Al paso que vamos faltan, al menos, dos meses, para tener nuevo Govern, con lo cual sumaremos 16 meses sin presidencia efectiva, todo eso si no hay repetición de elecciones o se les ocurre alguna nueva figura a los inventores de la saga de presidents (legítimo, efectivo, vicario, vicepresidente en funciones de president, president tutelado,…). Esta dejadez institucional no deja de subrayar lo inútil de un gobierno autonómico que se empeña en querer hacer lo que no puede hacer, dejando de ejercer sus amplias funciones.
Quien más, quien menos, ya está harto de tanto simbolismo y de tanta inacción en un momento donde se necesita más que nunca que quien tiene que gobernar gobierne. Parece que la negociación entre los partidos independentistas está encallada entre otras cosas para dar encaje al Consell per la República, un artefacto que nadie ha votado y que proporciona protagonismo, e ingresos, al expresident residente en Waterloo. Seguimos atados a los personalismos y entre presos y huidos de la justicia española la casa sigue sin barrer.
PSC y comuns podían haber dado un golpe de efecto apoyando al 132, o 132 bis si contamos el tiempo que ha ejercido de president en funciones tras la inhabilitación del 131, sin título y sin despacho, eso sí. Pero ha faltado arrojo e imaginación y ha sobrado tacticismo pues don Iván parece creer que la repetición de elecciones favorece sus intereses. Romper el tablero hubiese puesto en evidencia a las distintas familias independentistas que ahora ya se dedican directamente a insultarse entre sí. Patético el discurso de masovers i senyors. Parece que la imaginación no habita en ninguno de los partidos que vegetan en el parque de la Ciutadella
Cataluña se apaga, lo dicen las estadísticas. En el último trimestre del año pasado nuestra economía cayó el 0,5% mientras la de Madrid subió el 4,4%. En 2020 atrajimos a un 23% menos de inversión extranjera que el año anterior, mientras que Madrid logró un 25% más, y así siguiendo. Siempre nos hemos comparado con Madrid para quejarnos, comparémonos ahora para despertar, de lo contrario Barcelona será una capital de provincia más, al nivel de Zaragoza o Sevilla, en lugar de ser un motor económico diferencial.
No es casualidad que independentismo y rojerío se alíen ahora en la demonización de la gestión del Covid por parte del Gobierno de la Comunidad de Madrid a pesar que la realidad pandémica es muy similar a la de aquí. Para contener el virus solo hay dos recetas, o se cierra todo como en China, impidiendo físicamente la salida de los ciudadanos de sus casas y luego rastreando intensivamente los contagios, o se convive con el virus como se puede. No es casualidad que los indicadores por millón de habitantes están convergiendo en todo el mundo occidental y quien no se contagió antes se está contagiando ahora. Portugal hace un año era un ejemplo, ahora es uno más, lo mismo que ocurre en Alemania o Francia.
Desde el final del primer estado de alarma, es decir, desde que las comunidades autónomas gestionan, el exceso de fallecimientos en Madrid (fallecimientos por encima de la media) es de 4.080 personas y en Cataluña, de 5.745. Ajustado por la población de cada comunidad la ratio es un 20% peor en Cataluña que en Madrid, y eso que la Comunidad de Madrid tiene una densidad de población tres veces la de Cataluña, Madrid capital tiene el doble de habitantes que Barcelona ciudad y el área metropolitana de ambas ciudades es similar. En resumen, Madrid está igual o incluso un poco mejor que Cataluña, a pesar de la propaganda en su contra tanto desde la izquierda como desde el independentismo.
Hemos de quitarnos la venda y abandonar simbolismos y trincheras estériles. Aún resuena la ausencia del Govern en el acto de reafirmación de futuro de Seat y capaces son de faltar a la inauguración del Mobile World Congress a finales de junio por la presencia de S. M. el Rey. Estos desplantes pueriles solo perjudican al pueblo de Cataluña, a nadie más.
Un gobierno tiene que gobernar y desde hace demasiado tiempo nuestro gobierno autonómico se dedica a otras muchas cosas antes que a gobernar. Pero es verdad que a los ciudadanos parece no importarnos demasiado, todos seguimos en nuestras trincheras, y si nos llevan a votar de nuevo en julio todo saldrá más o menos igual. Tenemos lo que nos merecemos, no nos quejemos.