Caixabank y Bankia ya son una sola sociedad. Su magna fusión se perfeccionó la pasada semana, tras obtenerse las autorizaciones pertinentes de los órganos supervisores y reguladores.
Las juntas de accionistas dieron luz verde a la integración en diciembre y anteayer viernes se inscribió en el Registro Mercantil de Valencia, donde radica la sede social de ambas instituciones. Este fin de semana comenzó el cambio de rótulos en los principales edificios para unificar todo el entramado bajo la marca Caixabank.
Así, Bankia pone fin a su existencia como persona jurídica, deja de cotizarse en bolsa y se extingue para siempre.
De esta forma surge un nuevo gigante del dinero, que luce el liderazgo absoluto del mercado español. El Estado cuenta con un 16% de su capital. Más tarde o más temprano, ese paquetón está llamado a acabar transferido a manos privadas.
Bankia cierra así, con broche de oro, el proceso de rescate de la quiebra y el logro de su reflotamiento.
La entidad surgió en 2010 como fruto del engarce de Caja Madrid con la valenciana Bancaja. A la fiesta se unieron otras cinco colegas de tamaño muy inferior, a saber, las cajas de Canarias, Ávila, Segovia y Rioja, más la catalana Laietana, con sede en Mataró.
Las siete arrastraban siniestros agujeros en sus balances, como consecuencia de una crisis inmobiliaria devastadora.
Grupo Bankia sale a bolsa en el verano de 2011, mediante la colocación del 55% del capital. Ello significa captar 3.000 millones entre el ahorro privado.
En mayo del año siguiente, arrecian las dificultades del conglomerado y el Gobierno de Mariano Rajoy decreta su estatificación, previa renuncia del presidente del consejo Rodrigo Rato.
Para evitar su desplome y enderezar su rumbo, se le habrán de inyectar 24.000 millones de caudales públicos, es decir, con cargo a los contribuyentes. El nuevo equipo gestor, bajo el mando de José Ignacio Goirigolzarri, afronta un panorama desolador. Grupo Bankia es una máquina de perder dinero que en dos años encaja unos números rojos de 22.000 millones.
La nueva plana mayor aplica un drástico programa de depuración y limpieza. Y consigue dar la vuelta a la cuenta de resultados. La bondad de la gestión queda resumida en un fecundo periodo de beneficios que se extiende desde 2013 hasta 2020, con un importe acumulado de casi 5.000 millones.
Año | Resultado |
2020 | 230 |
2019 | 541 |
2018 | 703 |
2017 | 504 |
2016 | 804 |
2015 | 1.040 |
2014 | 747 |
2013 | 407 |
2012 | -19.056 |
2011 | -2.978 |
Hoy Bankia puede vanagloriarse de un completo saneamiento y goza de una clientela fiel. Su unión con Caixabank da origen a un coloso de las finanzas, con activos que superan los 650.000 millones de euros y cerca de 20 millones de clientes.
Los preparativos para la boda han sido arduos. El acuerdo se anunció en septiembre. Se necesitaron seis meses para ultimar los trámites que exige una fusión de tales características.
Una vez formalizados los esponsales, ahora se abre quizás la etapa más problemática. Porque como suele ocurrir en la inmensa mayoría de los situaciones de amalgama empresarial, las plantillas quedan duplicadas o muy sobredimensionadas.
Además, al tratarse de dos intermediarios de la pasta, habrá que empuñar la podadera para el recorte de la red de sucursales, muchas de las cuales son redundantes.
Entre ambas compañías suman una nómina de 51.000 profesionales. Se calcula que de entrada sobran 8.000. No cabe duda de que las salidas se realizarán previo pacto con todas las partes implicadas y sin estridencias. Tanto Bankia como Caixabank siempre se han distinguido por un trato exquisito a la plantilla. No hay motivo alguno para que esa sana costumbre vaya a truncarse en la presente ocasión.
El grueso de los fondos aportados por el conjunto de los contribuyentes para apuntalar Bankia no se recuperará nunca. Pero al menos queda el consuelo de que se ha salvado e integrado en un grupo financiero de enorme tamaño.