¡Rectifica Cataluña!
Antes de escribir estas líneas en el AVE de Madrid a Barcelona, me pregunto si no estoy perdiendo el tiempo, por una marcada sensación de nadar contracorriente, pero lo cierto es que la combinación de la tenacidad que me caracteriza junto a la pasión por mi tierra me lleva a concluir que merece la pena redactar estas líneas, ni que sea para dejar apuntada esta reflexión de cara al futuro, por si alguien un día tira de hemeroteca y con el objetivo de que llegue a la conclusión de que algunos intentamos evitar la errática y autodestructiva senda que desde hace años ha tomado e insiste en seguir Cataluña.
Que el seny catalán que caracterizaba a los catalanes es historia, porque de forma generalizada se ha perdido. Ya es, tristemente, un hecho consolidado, por lo que me olvido de continuar apelando al mismo. Pero me resisto a pensar que haya tantísima gente que quiera hacerse daño a sí misma, por hacérselo a la tierra en la que vive. Veo políticos encarcelados o fugados a otros países por haber cruzado la línea roja de la actuación legal; veo en los jóvenes una inusitada pasión por quebrantar el orden público, quemar y destrozar; y veo en los “responsables” políticos y en diversas instituciones --como por ejemplo la Cámara de Comercio de Barcelona-- una pérdida de valores enormemente nociva para el futuro de Cataluña, por anteponer inquietudes personales y sectoriales a las obligaciones de velar por el bien general que deberían observar.
Un número muy relevante de catalanes se ha pasado del carácter pacífico, dialogante y emprendedor, que nos caracterizaba generalizadamente a los catalanes, a un perfil beligerante, de imposición de pensamiento único y de decadencia, lo cual se traduce en protestas constantes, en ocasiones patéticas (como el corte de cada noche en la Avenida Meridiana durante ya demasiados meses) en otros casos destructivas y sumamente preocupantes por la imagen proyectada al exterior (como la barbarie y saqueos en Paseo de Gràcia, Plaza Urquinaona, Via Laietana, etc.). Y paradójicamente los promotores de esta autodestrucción son aquellos que venden un plus de amor a Cataluña, lo cual sería maravilloso si fuese cierto, pero el movimiento se demuestra andando y no con vacías palabras.
Y es que de su actitud, generalmente amparada en un falso progresismo de izquierdas, no se aprecia nada positivo sino todo lo contrario, pues están haciéndole un mal inmenso a Cataluña. Permitir 12 días de destrozos en la que es sin duda la calle más bonita de toda España, el Paseo de Gràcia (con la connivencia de una alcaldesa de Barcelona que también ha demostrado su odio a la ciudad con sus acciones y omisiones y que ha tardado casi dos semanas en sentarse con Aragonès para tratar los altercados en Barcelona) es absolutamente inadmisible y en lugar de propio de una tierra en pro de la libertad de expresión es propio de una tierra absolutamente anárquica, o de un país subdesarrollado. Tildar a los Mossos d’Esquadra de agresivos y amenazar con revisar su actitud cuando todos hemos visto por la televisión que recibían más que daban, es dejar a los pies de los caballos a quienes merecen que las instituciones les apoyen por lo importante, sufrido y arriesgado que es su trabajo. Tardar en censurar la violencia o llegar a justificarla y alentarla cuando la misma ha derivado en destrozos y saqueos, no sólo supone estar mal de la cabeza, sino querer lo peor para la tierra que dicen amar.
Y todo lo anteriormente dicho deja un poso y unas consecuencias. El pasado 18 de febrero en Expansión dos noticias en la misma hoja (página 27) demostraban la apuesta de Cataluña por la autodestrucción frente a la sana ambición por crecer de Madrid. En dicha página decía que HSBC, una de las mayores entidades financieras del mundo, “recomienda no invertir en Cataluña tras el 14-F” y destacaba que “ERC ya negocia con la CUP”. Junto a dicha noticia otra --relativa al aprovechamiento de los fondos europeos por la Comunidad de Madrid-- decía “Ayuso lanza su plan de 22.000 millones y pide a Sánchez compromiso”.
Mientras estas noticias tan preocupantes no inquieten a la mayoría de la sociedad catalana y a la escoria política que gobierna Cataluña, mientras se permita rendir tributo a quien delinque repetidamente a base de romper escaparates y saquear tiendas, mientras se considere que los malos son los Mossos a cuyas cabezas tiren adoquines los jóvenes en lugar de los jóvenes que los lanzan, mientras haya tal tolerancia con los bárbaros que osen quemar una furgoneta de la Guardia Urbana con unos de sus miembros dentro, mientras … nos autodestruimos a pasos acelerados. ¡Rectifica Cataluña!