Posiblemente muchos televidentes quedaron sorprendidos por las declaraciones del vicepresidente del Gobierno en el programa de la Sexta. La mayoría de las fuerzas democráticas del país han denunciado sus desafortunadas palabras comparando al hombre de Waterloo y fugado de la democracia española, con los exiliados republicanos huidos de la dictadura franquista.
Sin embargo, el guiño de Iglesias al líder de JxCat no debe pasar desapercibido, no es un hombre que haga declaraciones derivadas de un calentón: sus actuaciones generalmente responden a una determinada estrategia. Iglesias que compite con ERC en las próximas elecciones catalanas, no citó en ningún momento al líder de la formación, Junqueras. Sus elogios se centraron en la figura del líder de JxCat de quién comentó que “se jodió la vida por defender sus ideales”.
Iglesias sabe que la debilidad organizativa, territorial y las expectativas electorales poco halagüeñas de los comunes, le obligan a considerar distintas posibilidades para poder participar en el Govern de la Generalitat: la opción del tripartito de izquierda no debe ser la única. Hace tan solo unas semanas, Pere Aragonès, el eterno vicepresidente en funciones de la Generalitat y candidato a la presidencia por Esquerra Republicana, comentó públicamente que si obtenía la confianza de la ciudadanía, propondría la formación de un gobierno amplio entre ERC, JxCat, PDECat, CUP y comuns.
Invitaba oficialmente a los comunes a participar en el Govern de Cataluña. Esta propuesta de pentapartito no ha tenido hasta el momento demasiada repercusión pública, pero indica que el llamado efecto Illa genera reacciones que pueden parecer sorprendentes, pero que convendría analizar.
Aunque esta propuesta pueda parecer en principio rocambolesca tiene una cierta lógica desde el punto de vista secesionista: su transversalidad aglutinaría partidos con grandes diferencias ideológicas pero que comparten el lazo amarillo como banderín de enganche y la existencia de presos políticos y exiliados. Además, reforzaría el llamado dret a decidir, pudiendo superar fácilmente el 50% de los votos.
La debilidad organizativa de UP hace que Iglesias necesite consolidar posiciones y espacios de poder en toda la piel de toro. En Madrid disfrutan de las mieles del poder en el Gobierno de la Nación sin renunciar a ejercer de oposición, dejando muy claro “que todo lo bueno del ejecutivo es atribuible a UP y lo malo es culpa del PSOE y de que solo tengamos 35 diputados”. En Barcelona, los comunes podrían iniciar un movimiento de aproximación a ERC que los llevaría a medio plazo a prescindir del PSC en el Ajuntament, en base a los desencuentros del equipo de gobierno en la aplicación sectaria del llamado urbanismo táctico y a la subordinación de toda estrategia de movilidad al dictado del dios de la ecología urbana.
Ya lo hicieron en su momento bajo el pretexto del 155. En Cataluña, el gran muñidor, Asens, podría ofrecer a los comunes como fuerza de Gobierno, desde donde poder presionar al Gobierno de España sobre reivindicaciones muy sentidas por el secesionismo y compartidas por ellos: libertad para los líderes políticos secesionistas y la realización del referèndum d’autodeterminació.
La realidad de estos últimos años es que el partido que se define como de izquierda alternativa ha sido un magnífico compañero de viaje del secesionismo durante todo el procés, permitiendo incluso con su abstención en los últimos presupuestos la continuidad del Govern de Quim Torra. Los comunes, acompañados en algunos momentos con extraños comportamientos de algunas fuerzas sindicales, han servido de coartada para suministrar al secesionismo más burgués y conservador un perfil social de demócratas antifranquistas.
Como ejemplo, la operación diseñada y ejecutada por Òmnium Cultural, Lluites compartides, que desarrollaba una estrategia que tenía como objetivo inventar una historia inexistente de participación del nacionalismo en las luchas antifranquistas junto a la clase obrera. Operación generosamente subvencionada que supuso una verdadera perversión de la memoria histórica.
Ha llegado el momento que las distintas sensibilidades que conviven en los comunes clarifiquen de una forma definitiva su posicionamiento a favor de una España Federal o su permanente coqueteo con el secesionismo. La dirección de los comunes debería clarificar si están dispuestos a facilitar la elección de Illa como president de la Generalitat contando con el apoyo de las fuerzas constitucionalistas catalanas.
Los comunes deben superar su ambigüedad estratégica y decidir de forma definitiva si apuestan por un cambio político que entierre definitivamente el procés, aborde la reconstrucción de una Cataluña de tots y construya su relación con el resto de España sobre la lealtad y el diálogo.