Jordi Valls: "Con Illa se abre una alternativa para construir una Cataluña transversal"
Valls, director general de Mercabarna, señala que los fondos europeos deben permitir un salto económico que recupere el tejido industrial
10 enero, 2021 00:00Jordi Valls (Manresa, 1960) es director general de Mercabarna, el principal mercado mayorista de alimentos frescosdel de Europa en volumen de comercialización. El consejo de administración de Mercabarna, empresa pública, con el Ayuntamiento de Barcelona como primer accionista, y que preside la concejal Montserrat Ballarín, lo nombró el pasado mes de septiembre. Valls regresó a Cataluña después de diez años en el extranjero, donde ha trabajado como country manager de Agbar en el Reino Unido, en Bristol, y como responsable, en el grupo Suez, en Chile y en México, como director general de América Latina Norte. Valls, que fue alcalde de Manera y consejero de Industria en el gobierno tripartito, analiza en esta entrevista con Crónica Global la situación en Cataluña y cómo aprovechar lo mejor posible los fondos de reconstrucción de la Unión Europea. Quiere que Mercabarna se acoja a esos fondos, con proyectos ligados a la transición energética y el 5G, para consolidar una empresa que está al servicio de más de 500 compañías ligadas a la alimentación, y que han demostrado una gran resiliencia en todos los meses de pandemia. Y tiene claro Jordi Valls que, desde el punto de vista político, se ha presentado una oportunidad con Salvador Illa: "Con Illa se abre una alternativa para construir una Cataluña transversal".
--Pregunta: Usted está al frente de Mercarbana, una empresa pública, que ejerce de locomotora de un sector clave, como el alimentario. ¿Se puede considerar que forma parte del sector industrial?
--Respuesta: Mercabarna ha demostrado que ejerce una actividad esencial, al garantizar la cadena alimentaria. Como empresa pública, gestiona entre 30 y 40 millones de euros, pero está al frente de un entorno de unas 600 empresas que facturan unos 5.000 millones de euros. Por esa cifra se señala que es la segunda gran empresa del país, por detrás de Seat, pero es en conjunto, por parte de todas las empresas que están en Mercabarna. Se trata, en realidad, de un clúster de alimentación, con capacidad de inversión. Y el reto ahora es ver cómo se puede alcanzar una nueva normalidad, cuando se supere la pandemia, y cómo se puede aprovechar la oportunidad que representan los fondos europeos. Un elemento fuerte es la resiliencia del sector. España y Canadá han sido los países que mejor han garantizado la cadena alimentaria durante la pandemia. Y Mercabarna, con más de 7.000 trabajadores y con empresas que invierten en muchos países, ejerce esa transición necesaria entre el sector primario y la distribución.
--¿Cómo se pueden aprovechar los fondos europeos?
--La idea inicial, por parte de una sociedad pública, con la participación del Ayuntamiento de Barcelona, es participar de esa apuesta por una transformación energética, con un nuevo mix energético en los próximos diez o quince años. Se está trabajando en diversos campos, como la conexión del 5G, la energía fotovoltaica, la economía circular, profundizar en el reciclaje de residuos, y la digitalización. También tenemos pendiente la ampliación de Mercabarna, dentro del Consorcio de la Zona Franca. Todo ello está vinculado a la estrategia del Ayuntamiento de Barcelona, a la Agenda 2030, a la tenencia de alcaldía económica y al área municipal del ámbito de mercados. Y los fondos europeos pueden ayudar a toda una estrategia conjunta, para todas las empresas con las que trabajamos.
Jordi Valls, director general de Mercabarna, durante la entrevista en el plató de 'Crónica Global' / CG
--Mercabarna es lógistica, pero también industria, un sector que ahora la Unión Europea tiene la convicción de que debe ayudar. ¿Lo entiende así?
--Creo que hay tres grandes vectores de futuro: el movimiento de datos, la energía y las mercancías y logística. Y todo ello determina la arquitectura económica del futuro. No puedo decir que nuestra actividad sea industrial, porque se trata más de logística o de aportación de valor a la cadena alimentaria. Se trata de no perder la manufactura, respecto a otros competidores, como China o Estados Unidos. Es lo que busca ahora la Unión Europea. Pero debemos dar un salto y es que en Europa tenemos una cultura de la regulación que es la mejor, sin que se tenga en cuenta que también se necesitan jugadores tecnológicos de primer nivel. Por eso entiendo muy bien lo que se intenta impulsar desde la Comisión Europea, con los fondos europeos. Deben centrarse en la actividad industrial para que aparezcan más jugadores. En Europa somos buenos árbitros, pero nos faltan jugadores. Y se debe modernizar ese tejido industrial.
--Los fondos, por tanto, suponen una palanca que, en otro momento, sin la pandemia, tal vez no se hubiera presentado.
--Sí, estamos en una sociedad que tiene un problema importante con la tasa de paro, y, especialmente, con la tasa de paro juvenil. Mi experiencia me dice que, tras años complicados y decepcionantes, con la crisis de 2008, esta vez la Unión Europea ha recuperado su papel. He trabajado los últimos diez años fuera de España, en Reino Unido, en Chile y en México, y debemos convenir que se aprecia Europa cuando se está fuera. Se han hecho cosas importantes, como los Erte, que están funcionando en estos momentos con la pandemia.
--En ese intento, sin embargo, de potenciar jugadores importantes, ¿no se perjudica a sí misma la UE cuando no permite concentraciones en distintos ámbitos, como el ferroviario?
--No tengo una respuesta clara sobre ello. Lo que sé es que la mejor regulación es la nuestra, la europea. Pero si no tienes jugadores, estarás en una posición de debilidad. Nos interesan, repito, grandes compañías. Hemos visto estos días como Tesla está por encima de los diez principales fabricantes de automóviles del mundo. Es un jugador disruptivo, que tiene una capacidad de captar recursos que resulta impresionante. En todo caso, mi impresión es que Europa tiene ahora mucho más claro lo que quiere. Hay una mutualización, en la práctica, de la deuda, y lo preocupante, en todo caso, es que países como España –junto a Italia—no hayan aprovechado anteriores fondos, con una ratio no ejecutada que está por encima del 30%.
--El peligro, por tanto, es que no haya proyectos suficientes para captar esos fondos.
--Puede ocurrir, pero la incógnita es también saber cuál será el papel del Estado. Y no queda claro. Se habla de estructuras societarias con mayoría pública, que no vería del todo mal. Pero, ¿qué estructura administrativa se deberá crear? En España es todavía demasiado funcionarial. En Francia, y he trabajado en una empresa francesa, se es más lento pero con una posición sólida, se sabe hacia dónde se quiere ir. Lo que está en discusión es la relación entre lo público y lo privado, y creo que se deben superar dos prejuicios, la desconfianza de lo público a lo privado y la arrogancia de lo privado hacia lo público, pensando que se hace mejor. Otra cuestión importante es saber qué perfiles profesionales se necesitarán para poder aplicar los fondos con garantías. Son sectores industriales muy diferentes a los que se beneficiaron de las anteriores ayudas. Se invirtió mucho en construcción y estaba claro que para ello, por ejemplo, se necesitaban ingenieros de caminos. Pero ahora se necesitarán ingenieros muy distintos, expertos en el manejo de datos, biólogos, profesionales especializados.
--¿Y quién deberá hacer esa elección?
--Dependerá de cada proyecto. En Barcelona se deberá contar, de forma clara, con el Barcelona Computing Center, que es público y tiene una gestión ágil y con gran incidencia en el sector privado. Es un ejemplo. La administración pública debe definir las líneas que ya están apuntadas por Europa. En el campo sanitario es evidente que se deberá apoyar en el sector público. Un proyecto de automoción en Cataluña no puede quedar al margen de Seat y en el campo energético tenemos ya iniciativas claras, como la de Petronor con el hidrógeno en el puerto de Bilbao. Es decir, dependerá de cada sector y de cada proyecto.
Jordi Valls, director general de Mercabarna, durante la entrevista en el plató de 'Crónica Global' / CG
--Usted fue consejero de Industria con el tripartito. ¿Cómo ha visto el tejido económico después de su regreso, tras diez años fuera de España? ¿Se ha incrementado el avance de la desindustrialización?
--En 2006 ya se había iniciado ese proceso y recuerdo el caso del cierre de Braun en Cornellà, por ejemplo. Ha sido un proceso inevitable, en todo occidente, con un mayor peso del sector servicios. En Cataluña se compensó con la aportación del turismo que aportaba una visión cosmopolita. Y eso nos llevó a vivir un cierto espejismo. Pero se trató de una apuesta, en la que se debatía sobre industria o servicios y se creyó que la salida pasaba por ese sector. Se ha visto, sin embargo, que ha sido un problema, en toda Europa. Y eso nos lleva a los fondos europeos, que lo que pretenden es revertir esa situación, porque se ha comprobado que no podíamos contar, por ejemplo, ni con mascarillas y se tenían que comprar a China. En todo caso, lo prioritario es salvar lo que tenemos, un tejido económico que ha quedado muy perjudicado.
--Con el turismo, teniendo en cuenta que costará recuperar el ritmo que se había conseguido, ¿se puede corregir con la atracción de unos 150.000 o 200.000 extranjeros, que vivan en Barcelona y el área metropolitana, aprovechando ahora las ventajas del teletrabajo?
--Sí, pero no hay una solución para compensar ese descenso del turismo o para reequilibrar el sistema económico. Habrá varias soluciones. Y esa fórmula que se plantea, la que ha adoptado Portugal, no se puede imitar, porque ha reducido la fiscalidad para los que se han instalado, --con un porcentaje alto de jubilados-- y en España eso podría ser muy problemático. Es cierto que se debería captar talento, y que se debe aprovechar mucho mejor lo que tenemos, como el Barcelona Super-Computing Center. En eso se puede trabajar.
Jordi Valls, director general de Mercabarna, durante la entrevista en el plató de 'Crónica Global' / CG
--Pero la coyuntura catalana, ¿puede ayudar o perjudicar ese trabajo, teniendo en cuenta que ya se perdió la Agencia Europea del Medicamento (EMA), y que se recrimina, desde el exterior, una cierta inseguridad jurídica?
--Mi percepción, ahora, después de tres meses de estar aquí, y con la experiencia de más de diez años fuera, es que se quieren hacer cosas y poner en marcha proyectos con acuerdos. Al margen del proyecto político de cada uno, y de que ahora puede haber una alternativa política, lo que veo es que hay un clima distinto, y que se buscan proyectos comunes, con acuerdos. Y lo digo desde el punto de vista industrial, porque se entiende que el proyecto pequeño no podrá salir adelante, que se necesita un esfuerzo para desarrollar proyectos más grandes.
--Con la experiencia de tripartito, ¿considera que Salvador Illa ha abierto el escenario?
--La experiencia del tripartito estuvo bien, aunque todo ahora sea diferente. Pagamos, eso sí, la novedad que supuso trasladar los acuerdos municipales a los acuerdos de país. Y era algo muy distinto. Creo que eso se ha puesto también de manifiesto ahora, con Junts per Catalunya y ERC, en su acuerdo en el Govern. Pero lo que a mí me interesa es que haya una alternativa, respetable y respetada, desde la convicción de que ha habido, en todos estos años, un desprecio por lo que cada uno pensaba. No había acuerdo ni para designar al mejor escritor cada 23 de abril. Y mi percepción es que eso se está rompiendo ahora. Vamos a ver cómo funciona la política de desinflamación desde el Gobierno español, con la convicción también de que este Govern necesita mejorar mucho su capacidad de gestión. Se necesitan muchos más puentes, y eso no quiere decir la reedición de un nuevo tripartito. Me refiero a puentes entre espacios ideológicos diferenciados. Un país no es blanco o negro. Y aquí ocurrió eso. Debemos desterrar algunas palabras, como ‘botifler’ o ‘unionista’.
Jordi Valls, director general de Mercabarna, durante la entrevista en el plató de 'Crónica Global' / CG
--¿Fallan las personas o los proyectos?
--Sin una buena comunicación entre personas no puede haber buenos proyectos. Hay que gobernar para todo el país, y para alcanzar proyectos con ambición, la porosidad entre personas es fundamental. Creo que ahora la gente tiene ganas de hacer cosas en común. Que se ha producido un cambio.
--¿Es la candidatura de Salvador Illa la que puede posibilitar ese cambio?
--Illa es una opción que intenta recuperar esa visión de conjunto. Y me parece que con Illa se abre una alternativa para construir una Cataluña transversal.
--Con su experiencia, ¿considera que a los empresarios de este país les ha faltado valentía en todos estos años para adoptar un papel más claro y de liderazgo?
--No diré que les ha faltado valentía. Lo que tenemos, sin embargo, es un empresariado más débil que en el siglo XIX, en términos sociales, porque la transformación económica ha sido enorme, y muchas empresas se han vendido a multinacionales o se han dejado por el camino a muchos ejecutivos. El peso de los empresarios se ha reducido. Pero hay un mundo que se debe visualizar más en los centros empresariales. Se trata de profesionales liberales, que están en Barcelona Global o en el Círculo de Economía, y que deben tener más voz. Barcelona es una ciudad extraordinaria, pero es pequeña. Y necesitamos a todos, a públicos y privados, a empresarios y profesionales liberales. Además, debemos entender que muchos de esos profesionales son, en realidad, empresarios, autónomos con empresas propias.
--¿Cree, sin embargo, que esas apuestas, esos mensajes, sobre la república digital no ayudan mucho a lo que usted plantea?
--Lo que hay que tener claro es que uno puede construir con el 48%, pero se tratará de un proyecto mucho más débil que uno que sea transversal. En un mundo global, no sobra nadie. Se debe superar el purismo de las posiciones. Y no se trata, como decía antes, de tripartitos o no, sino de una forma de trabajar distinta, que sea transversal. No sobra nadie.