En el año 2015, con el inicio de la recuperación económica en España después de la crisis financiera global del 2008, se aprobó la Ley de segunda oportunidad con el objetivo de permitir a muchas personas físicas que arrastraban un fracaso empresarial o personal tuviesen la oportunidad de encarrilar nuevamente su vida o sus proyectos sin tener que arrastrar indefinidamente la losa de su deuda que no les permitía levantarse.
Al aprobarse la ley, muchos empresarios y autónomos que por la crisis habían quebrado sus actividades económicas empezaron a acogerse a dicho mecanismo, que fueron seguidos inmediatamente por trabajadores por cuenta ajena que por diferentes contingencias graves derivadas de la crisis (desempleo, reducción de ingresos, rupturas) habían colapsado sus economías domésticas y necesitaban volver a empezar.
No obstante, la popularización del mecanismo de la segunda oportunidad junto con prácticas comerciales agresivas de algunos operadores, ha atraído a muchas otras personas físicas que no han sufrido ninguna contingencia grave, pero cuya precaria situación, puede mejorar con la liberación de sus deudas, por lo que evidentemente no dejarán escapar esta oportunidad. Este conjunto de personas que forman un auténtico precariado son obreros empobrecidos por las reconversiones industriales, inmigrantes o jóvenes sin formación superior atrapados en la temporalidad, mayores desempleados dependientes de subsidios o jubilados con pequeñas pensiones, cuyo denominador común va a ser que difícilmente saldrán del bucle de su empobrecimiento que no proviene de una contingencia inesperada sino que es puramente estructural, por lo que la segunda oportunidad no sanará su economía doméstica sino que sólo mejorará temporalmente su sintomatología.
Con estos antecedentes, empezamos este 2021 con una nueva crisis económica derivada del coronavarirus, por lo que en los próximos años caerán por primera vez otros empresarios y trabajadores que merecerán lógicamente su segunda oportunidad, pero a la vez también caerán de nuevo y por segunda vez, debido a las contingencias graves e imprevistas del post-covid, los mismos empresarios o trabajadores de la anterior crisis que pedirán cuando puedan su tercera oportunidad, junto con los precarios que volverán a pedir sistemáticamente, tan pronto el sistema les permita de nuevo, el beneficio de la liberación de sus deudas.
Con ciclos económicos cada vez más cortos, la proliferación de precarizados y trabajadores o empresarios empobrecidos, que no han sido capaces de adaptarse continuamente a los constantes cambios, provocará que cada vez sean más los que sin ningún activo necesitarán cancelar sus pasivos continuamente, lo que comportará la práctica desaparición de los préstamos personales para éstos, cuya garantía personal sólo valdrá para mini créditos a cortísimo plazo con elevados tipos de interés.
La sociedad binaria se estratificará profundamente entre dos castas estancas, los que tienen patrimonio y capacidad financiera para ahorrar y poder endeudarse a largo plazo que se convertirá en un activo esencial para operar en un mercado global con mucha liquidez; y los precarizados que vivirán al día en el umbral de la supervivencia aprovechando las políticas compasivas del gobierno, que se enfocarán por sistema a drenar continuamente el ahorro y patrimonio de los primeros para seguir manteniendo los subsidios y ayudas de los segundos.
No hay ninguna iniciativa pública de auténtica transformación social que aderece dichas desigualdades crecientes y favorezca oportunidades reales a los trabajores más precarios, sino simplemente políticas clientelares que permiten la supervivencia de éstos en los lindares de la dignidad. La formación continua será básica en una sociedad en constante cambio tecnológico por lo que el regreso a las universidades o centros de formación de personas desplazadas o que están en sectores económicos críticos por el cambio tecnológico debe ser una constante que debe fomentarse en todos los niveles de edad. En cualquier formación debe inculcarse el emprendimiento y la simulación obligatoria de varios pequeños proyectos empresariales aunque sean muy básicos para poder optar al autoempleo y a la generación de riqueza en una creciente economía colaborativa, ya que el único ascensor social será el pequeño emprendimiento o mejora continua de individuos inconformistas que no caigan en la complacencia de los subsidios públicos compasivos.