España se convertirá en el quinto país que permitirá la eutanasia junto con Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Canadá y Colombia. Desgraciadamente, en el tránsito para llegar a la aprobación de esta ley, los españoles hemos tenido que vivir de nuevo un debate de poca altura y que haría sonrojarse a cualquiera que se lo tomara medio en serio al oír los “argumentos” de unos y otros en el Congreso. De nuevo hemos visto un ejercicio de apriorismos y prejuicios que parten en el caso de muchos de lo más hondo de sus valores religiosos, y no son precisamente fruto de grandes razonamientos. 

Son muchos quienes han tratado de oponerse a este proyecto de ley con dicotomías falaces que nos llevan de nuevo a una confrontación en la que muchos acaban tomando parte en función de la consigna de turno. El apoyo mayoritario a la regulación por parte de la ciudadanía contrasta con los argumentos conservadores que algunos jalean en estos últimos días. 

Hay quienes pretenden hacernos creer que la posición antagónica a la defensa de la eutanasia es la defensa de la vida. La dicotomía de “o defiendes la vida o defiendes la muerte” no se puede aplicar en absoluto a este debate. Podríamos generar otra dicotomía distinta, ¿no? O defiendes la eutanasia o defiendes la tortura. O la imposición de tu criterio frente al del propio interesado. O la de tu falsa misericordia. Pero no he oído a nadie utilizar estas argumentaciones en defensa de la eutanasia, que de hecho sería poner en el espejo al demonizador de turno que no busca otra cosa que imponer su visión del mundo frente a la visión de los demás mediante estocadas emocionales.

Otros han tratado de instalar otra dicotomía falsa. O estás en contra de la eutanasia o estás en contra de los cuidados paliativos. Y esto te lo dicen siendo totalmente conscientes de que las evidencias científicas son abrumadoras. No hay contradicción entre cuidados paliativos y eutanasia. Encontramos múltiples evidencias. Una de ellas la encontramos en Flandes, lugar en que, en un contexto de eutanasia legalizada, la eutanasia y los cuidados paliativos no parecen ser prácticas contradictorias. Pero para darte cuenta de esto tienes que hacer dos cosas. Investigar y deshacerte de tus apriorismos morales. Y eso para muchos, es demasiado trabajo porque implica entrar en contracción con los prejuicios con los que has crecido, y necesitas hacer cuadrar tu realidad con la realidad que nos rodea.

Quienes están a favor de la eutanasia no tienen por qué estar en contra de reforzar los cuidados paliativos en España, eso es falso. Pero la realidad es que, incluso contando con los mejores cuidados paliativos del mundo seguiremos teniendo que abordar múltiples situaciones en las que habrá personas que estarán sufriendo una muerte terrible, y ahora, con la aprobación de esta ley, tendremos la opción de hacer algo frente a situaciones como esas. No solo es bueno, es necesario que dichos escenarios estén contemplados y se permita tomar cartas en el asunto cuando quien sufre así lo decide. Primero por decencia y segundo por pragmatismo. Sin regularse, la muerte asistida seguirá sucediendo, pero en condiciones mucho más traumáticas.

Por otro lado es importante responder a quienes pretenden hacernos creer que esto acabará siendo una imposición a los médicos a los que les genera un rechazo insufrible esta situación. Ante los argumentos de quienes dicen que esta ley obliga a que “los médicos dejen de ser médicos para dedicarse a matar” cabe recordar que la ley contempla el derecho de los médicos a la objeción de conciencia. 

Al final por más que se obcequen algunos la realidad es la siguiente. En España, la ley de la eutanasia despenalizará la ayuda médica para morir. Podrán solicitar esa ayuda aquellas personas que siendo mayores de edad padezcan una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante que cause "un sufrimiento físico o psíquico intolerable" sin posibilidad de curación o mejoría. Para poder recibir la ayuda médica para morir el paciente deberá confirmar su voluntad de morir en múltiples ocasiones y siempre podrá echarse atrás o aplazar su decisión. Las garantías en el proceso son suficientes como para desencallar una reclamación histórica que hasta la fecha no ha conseguido las mayorías parlamentarias suficientes como para tirar adelante. Y eso es justamente lo que responde también al ataque de “no era el mejor momento para plantear esta ley”. Se ha intentado en múltiples ocasiones desde la reforma del código penal de 1993. La mayoría parlamentaria existía ahora y, precisamente, en un contexto donde la muerte está tan presente por la pandemia, no veo la impertinencia de regular algo que afecta directamente a una elección personal e íntima sobre la muerte de cada uno.

En cualquier caso, si PP y VOX llegan algún día al gobierno estoy convencido de que en ningún caso derogarán la ley. Del mismo modo que, estando el PP en el gobierno no ha derogado la ley del divorcio, ni la del aborto, ni la del matrimonio igualitario, ni la ley de derechos transexuales. Todas esas leyes han salido con el voto en contra de la derecha, pero han acabado siendo intocables por el apoyo social. Como mucho se atreverán con algún cambio estético, pero poco más. 

La ley aprobada en el Congreso garantiza que las decisiones sobre nuestra vida las vamos a tomar nosotros mismos. Nadie más. La ley impide que nuestra muerte esté bajo el control de otros. Me vale con eso, y me da igual qué eufemismo quieran utilizar para hablar de ella. Que digan eutanasia, muerte digna o como les de la gana, pero que no nos escondan la realidad de lo que hemos conseguido.