Alertaba Andreu Claret, en un artículo titulado El catalán, víctima del procés (El Periódico) que los desafueros del separatismo han provocado el efecto lamentable de que a muchos catalanes ahora les caiga antipática la lengua de Verdaguer.
Creo que no es del todo exacto. El catalán es patrimonio común, y solo los ciudadanos más irracionales y los más dolidos por alguna impertinencia lazi culpan a la lengua de los desafueros de los políticos y del establishment burgués local.
Sin embargo, el artículo de Claret toca un tema interesante y poco tratado por la prensa. Me ha remitido al caso del linchamiento del periodista Bimbi.
Es un caso interesante y significativo de las corrientes subterráneas de dogmatismo que recorren nuestra sociedad como un sistema sanguíneo envenenado. Permanecen por debajo de la superficie intoxicando todo el organismo y necrosando el cerebro a base de tabús, pavor a la verdad, xenofobia y otras cosas que arrastra ese fluido sucio y que empobrecen tanto el debate intelectual y la amenidad de la vida cotidiana.
A veces aparece alguien que ignora los códigos locales de lo indecible, los límites del tabú, y como el niño que señala al emperador y dice que va desnudo, se arma la de Dios es Cristo.
Bruno Bimbi es un periodista, profesor y autor argentino, de izquierdas, militante LGTB, crítico con los totalitarismos y populismos suramericanos. Hasta aquí, bien, este perfil entra dentro de la corrección política y mientras el tal Bimbi critique a Bolsonaro o a Trump nos cae simpático y todos contentos.
Pero Bimbi vive en Barcelona, parece que también le interesan los conflictos locales, sobre todo si le afectan a él, y recientemente ha publicado, en la revista digital CTXT, el artículo ¿Cómo se dice xenofobia en catalán? Recomiendo al lector que lo busque en la Red, antes de que lo censuren.
El artículo cuenta una anécdota sobre una asignatura de postgrado que se enseña en once grupos en la Universidad de Barcelona, nueve de los cuales se imparten en lengua catalana y dos en castellano. Como es natural, varios alumnos sudamericanos y asiáticos se inscribieron en los grupos en castellano, para comprobar, por boca de la profesora, el primer día de clase --o sea, ya pagada la matrícula--, que a pesar de lo que dijese la propaganda universitaria también esos dos grupos eran en catalán. Once de once. A los que reclamaron se les dijo “esto es lo que hay” y se les hizo caer en su inferioridad de advenedizos, pues, como Bimbi dice en otro sitio, “viví diez años en Brasil y jamás me sentí un extranjero. En la universidad de Barcelona te lo hacen sentir el primer día”.
De inmediato ha sido linchado por la jauría de lazis y bots, acusado de inventarse la historia, de ser un provocador al servicio de oscuros intereses o vanidades, de hacer el juego a Vox, de cobrar de fondos de reptiles...
--A nuestro fascismo blando no lo toques, indio de mierda. La lengua catalana es sagrada. Si no te gusta, márchate.
Si ese artículo, que tiene todo el acento de la experiencia vivida y de la veracidad, lo hubiera publicado algún órgano de la derecha española, es evidente que la jauría lo hubiera dejado pasar a beneficio de inventario. El problema es que el público de CTXT es gente joven y de izquierdas, y más podemita que socialista: un target social cuya complicidad o simpatía el nacionalismo quiere tener garantizada. De ahí que los insultos al periodista Bimbi se extendiesen a las amenazas de boicot a la revista.
El tabú de la virginidad de la virgen de Montserrat debe respetarse a cualquier precio. La verdad de lo que realmente pasa no puede saberse.
Ignoramos qué instancias económicas o políticas han tomado cartas en el asunto, aparte de los miles de lazis histéricos y bots insultones (a los que habría que ser muy calzonazos para que te intimiden) pero el caso --increíble, pero cierto-- es que la revista ha publicado un editorial pidiendo literalmente perdón, y dos artículos “oficialistas”, dos, para desmentir a su propio colaborador y repetir que las universidades catalanas son el paraíso de la democracia y el multilingüismo. No comment.
–Y a ver si te enteras, Bimbi, que lo que a ti te ha pasado no pasó nunca, y que todo es paz y armonía en el mejor de los países posibles.
La verdad es que el “escándalo Bimbi” es una anécdota más sobre una problemática que es habitual en las universidades catalanas, especialmente en cursos de posgrado y masters, pero… no se puede hablar de ello. En bachillerato y ESO el único idioma oficial es el catalán, salvo en un par de horas de materia lingüística… y aunque a veces resulta imposible imponer la normativa inmersiva. Pero el discurso oficial, el tabú, es que no hay conflicto lingüístico en Cataluña.
Sin embargo, a pesar de que se niegue, algo de eso debe de haber --¿no?-- si hubo tal clamor de anatema cuando el Gobierno anterior (el de Rajoy) quiso instituir tres horas semanales de español, tres, en vez de dos, en las escuelas catalanas.
Debe de haberlo, cuando ERC impone como trágala al Gobierno que en la nueva ley de Educación (la ley Celáa) el catalán es la única lengua vehicular. Imposición que algunos (¡Dios les conserve la vista!) desdeñan como intrascendente porque al fin y al cabo es inconstitucional; pero no debe de ser tan insignificante si se pone como condición sine qua non para apoyar los presupuestos generales del Estado, que es lo mismo que decir para permitirle al Gobierno seguir en el poder.
No hay conflicto lingüístico, pero para identificar a los comerciantes que, pese a todas las buenas palabras y melifluas sonrisas de la autoridad, se empeñan en rotular sus tiendas en castellano, se nos invita a todos a delatarles y se habilita un cuerpo de inspectores para multar al réprobo. Con la más cínica y divertida retórica se explica que lo que se castiga y multa no es usar el castellano sino no-usar el catalán. Sutileza. ¡Matiz!
Debe de haberlo, si se usa la salvación de la lengua catalana como excusa para financiar a la prensa de los partidos del poder regional.
¡Hasta a la alcaldesa de Barcelona la linchan virtualmente los sicarios y raholas porque un día tuvo la osadía de tuitear en castellano!
Recuérdalo, Bimbi:
¿Cómo se dice xenofobia en catalán? Se dice Immersió.