El próximo martes los ciudadanos del centro del imperio de occidente están llamados a elegir a quien será su presidente durante los próximos cuatro años. Dos septuagenarios (74 y 77 años) se enfrentan por el cetro del emperador de occidente. Y sin duda es una elección que nos afecta a todos por el, todavía, predominante papel de Estados Unidos de América en la economía y la geopolítica global.
La avanzada edad de los candidatos ya nos indica algo, los partidos de referencia norteamericanos, especialmente el demócrata, no tienen nada claro su relevo generacional. Sirva como ejemplo que la presidenta de la cámara de representantes y segunda persona en la línea de sucesión, la demócrata Nancy Pelosi, tiene 80 años mientras que la estrella emergente, Alexandria Ocasio-Cortez, tiene 31. ¿No hay cincuentones demócratas presentables? Ni están ni se les espera, pues el pre candidato al que derrotó Biden, Bernie Sanders, tiene 79 años. Pase lo que pase en estas elecciones, en las próximas, por fín, habrá caras nuevas (¡esperemos!!!).
Se enfrenta un outsider de la política, Trump, contra un auténtico miembro de la casta. Biden fue uno de los senadores con más tiempo en su posición (36 años) y dejó de serlo para convertirse en el vicepresidente de Obama por ocho años. Si Trump peca por falta de conocimiento del funcionamiento del Estado a Biden se le puede achacar el excesivo tiempo que lleva viviendo de él. Pero más allá de sus muy diferentes trayectorias vitales, Trump destaca por su escaso apego a la verdad y el abuso más que el uso que hace de las redes sociales.
Desde Europa vemos imposible que Trump salga reelegido, exactamente lo mismo que pensábamos hace cuatro años, pero los europeos no votamos allí. En EEUU vota menos de la mitad de quien puede hacerlo, entre otras cosas porque se vota en martes, siguiendo una tradición nacida a mediados del siglo XIX para permitir desplazarse a las capitales de los condados sin tener que partir de sus hogares en fin de semana. Lo que entonces facilitaba el voto hoy lo complica, pues muchas personas no tienen permisos remunerados para votar y, por tanto, no ejercen un derecho que no les parece tan importante como para perder dinero. Y además los ciudadanos de Estados Unidos que vemos en las películas, las élites urbanas de New York, Boston o San Francisco, son una minoría. Tan americanos como ellos son los ciudadanos de los estados del interior, muchos de los cuales empatizan con una persona que dice lo que quieren oír: America first o America Great again. Nacionalismo y populismo, cocktail peligroso pero que funciona en EEUU, Brasil, Reino Unido… y Cataluña.
Aunque las encuestas dan ventaja a Biden, también se la daban hace cuatro años a Hillary Clinton, y además, su sistema electoral por colegios electorales favorece que pueda ser nombrado presidente quien tenga menos votos de los ciudadanos si éstos están correctamente distribuidos. Pasó hace cuatro años: Hillary Clinton sacó casi 3 millones más de votos que Trump, pero solo ganó en 20 estados, mientras que Trump lo hizo en 30, logrando muchos más votos electorales. ¿Injusto? Es más o menos lo mismo que ocurre aquí. Un diputado por Teruel necesita poco menos que la cuarta parte de votos que uno por Madrid para sentarse en el Congreso o uno de Lleida menos de la mitad que uno por Barcelona para sentarse en el Parlament, es lo que tiene la discriminación positiva de las minorías, tanto aquí como allá. Sea justo o no es lo que marca la ley electoral que, por supuesto, puede cambiarse, pero no el día antes de unas elecciones.
Con su estilo poco refinado, Trump no es en absoluto tonto. Licenciado por Wharton ha sido capaz de amasar una fortuna superior a los 3.000 millones y está muy bien valorado por una parte importante de la población norteamericana. Es casi un antisistema, tanto que los conspiranoicos le ven al frente de la batalla contra los poderes ocultos que dicen gobiernan el mundo. Las teorías del movimiento QAnon son tan extremas que no creo que le den muchos votos a Trump, pero desde luego no se los quitan y, cuando menos, dan para una tarde de confinamiento delante de Google saltando de sitio en sitio “descubriendo” una conspiración de las élites mundiales contra la que supuestamente está el Trump liberador, a quien muchos medios persiguen no por ser mal presidente sino por liderar un nuevo orden mundial. Esta disparatada tesis no será suficiente para renovar la Presidencia pero tal vez lo sea para una serie en una plataforma de pago protagonizada por él mismo en el caso que pierda las elecciones.
Fake news, redes sociales, QAnon, dudas sobre el voto por correo, covid, … todo suma para un peleón nato que no dará la batalla por perdida hasta las puertas del día de la toma de posesión, el 20 de enero de 2021. Aunque Biden saca distancia a Trump en las encuestas yo no dormiría tranquilo si fuese él, ni aún ganando el próximo martes. Estas elecciones pueden tener una prórroga muy desagradable y el Supremo, de mayoría conservadora gracias al último y precipitado nombramiento de Trump, podría tener un papel fundamental. Quien sabe si en los próximos meses en USA también tendrán presidente legítimo, vicario, efectivo,….