Los sindicatos tuvieron un papel destacado durante la transición democrática que nos condujo al marco de libertades consagrado en la Constitución del 78. En estos días de septiembre, históricos dirigentes sindicales como los compañeros Nicolás Redondo y Cándido Méndez, exsecretarios generales de la UGT y Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo, exsecretarios generales de CCOO., se posicionaron claramente en defensa de la transición democrática, en el caso de la querella de la jueza argentina Servini contra el exministro Martin Villa, al que acusaba de genocidio durante la transición.
Como muy bien señalaba el compañero Gutiérrez en su escrito a la jueza Servini, “convertir el logro colectivo de la memoria democrática en una frustración histórica solo beneficiaría a quienes alientan el resentimiento". Hay sectores en la “izquierda” radical, que nunca han querido entender que el logro de la Constitución democrática fue la mayor derrota del franquismo. Creo que es de justicia reconocer que los sindicatos tuvieron un importante protagonismo en la recuperación de las libertades.
Otro ejemplo del sentido del realismo y de inteligencia en la defensa de los intereses de la clase trabajadora ha sido el posicionamiento del Secretario General de CCOO en CaixaBank en relación al anuncio de fusión con Bankia. Frente a la crítica fácil de la “izquierda” atolondrada y pseudo revolucionaria, los representantes de los sindicatos mayoritarios en la empresa, “señalan que hay razones económicas en relación a la rentabilidad que hacen lógica esta operación “. Apuntan además que en “cuanto al interés general el futuro banco puede ser un buen instrumento para vehicular recursos para los proyectos que faciliten la salida de la crisis originada por la pandemia”. Sin duda lo más importante para los sindicatos es que con su acción reivindicativa y su fuerza negociadora, garantizan que no se aplicarán medidas traumáticas ni unilaterales.
Ese es el rol de los sindicatos, ayer facilitando la transición hacia la conquista de las libertades y hoy defendiendo los intereses de los trabajadores dentro del marco de los intereses generales del país.
El sindicalismo hoy tiene que mantener su autonomía solidaria y combatir el riesgo de su instrumentalización por los populismos tanto nacionalistas como “izquierdistas”. El sindicato no puede ser un club de activistas que apuesta por la confrontación ideológica y considera enemigo al empresario. El sindicalismo no puede mantener ningún tipo de ambigüedad frente a la insolidaria propuesta de los nacionalismos excluyentes que pretenden romper la unidad de la clase trabajadora española.
El sindicalismo debe seguir estando a “ras de suelo”, pegado a la realidad de los centros de trabajo. El sindicalismo de hoy debe tener en cuenta que la mejora de la competitividad y la innovación no solo es buena para los intereses empresariales sino también para los trabajadores. Las organizaciones empresariales deben entender y los sindicatos deben exigir que la empresa sea algo más que los dividendos de sus accionistas, las empresas son responsables de los resultados y los impactos económicos, sociales y ecológicos de sus actividades. En España cada vez será más necesario ampliar y potenciar los cauces de participación de los trabajadores y sus sindicatos en la gestión de la empresa.
Los sindicalistas en los centros de trabajo saben que representan a trabajadores de todo el espectro ideológico, su cercanía al puesto de trabajo les permite entender la nueva realidad de la digitalización, la necesidad de ser competitivos a través de la innovación y de intervenir en la organización del trabajo. El sindicalista de proximidad cree en la negociación colectiva, sin embargo, muchas veces desde los aparatos de los sindicatos y desde el mundo empresarial se confía más en el legislador, es decir en la afinidad ideológica con el gobierno de turno para proceder a las reformas que consideran favorables a sus intereses. A veces transmiten la sensación de que no confían en la necesidad de la negociación entre las partes para resolver el conflicto.
En este nuevo escenario post-Covid , el sindicalismo tiene en mi opinión dos grandes retos a los que tiene que dar respuesta. El primero sería apoyar al Gobierno de España en el impulso para la reindustrialización del país, apostando por una nueva industria, vinculada a la ciencia y a la tecnología, que genere rentabilidad económica y empleo de calidad, que garantice la sostenibilidad ambiental y el bienestar social para el conjunto del país.
El segundo gran reto, quizás el más importante, es exigir a los poderes públicos que creen los nuevos y específicos instrumentos políticos, sociales y legales que impliquen mayores inversiones en capital humano, para la mejora de todos los niveles del sistema educativo y de la formación profesional permanente. Esta inversión selectiva en formación avanzada y tecnologías disruptivas, deberá ofrecer mejores oportunidades a las nuevas generaciones y situar a nuestras industrias en los tramos altos de las cadenas de valor.