En mi caso ser huérfana desde pequeña implicó que mis referentes maternales se repartieran entre mi abuela Margarita y mi tía Maria Gracia. Aún ahora, tengo el privilegio que esta última ejerza ese papel sin fisuras y también sin concesiones. A estas alturas de mi madurez consolidada si mi tía considera que me equivoco en cualquier cuestión no tiene ningún pudor ni comedimiento en soltarme, con cariño pero de manera contundente, la amonestación correspondiente. Ya puestos a confesiones personales aprovecho estas líneas para hacer público mi agradecimiento por esa forma de gestionar las relaciones materno filiales que me sirve de ejemplo para no tratar nunca a mis mayores con condescendencia y me prepara para no dejar ( en un futuro y si el sentido común no me falla) que hagan lo propio conmigo.
Bien, alga ese inicio de confidencias vitales para contar que, de pequeña, la Diada del 11 de septiembre la vivía con mi abuela en nuestra casa de la Costa Brava. Una morada privilegiada que no se abandonaba nunca hasta pasada la efeméride de la derrota que se tomó como emblema de celebración patriótica.
El acto de reivindicación catalanista y republicano familiar de tan señalado día consistía sin más en colgar una bandera catalana, que no la estelada, en el portal de madera que daba paso al “pati” que servía de entrada a las casas de veraneo.
A pesar del profundo convencimiento republicano y voluntad de defensa de la catalanidad propia por parte de mi abuela, no nos movilizábamos ni íbamos a manifestación alguna que requiriese desplazamientos, ni aglomeraciones.
En pleno rebrote de la pandemia y con unas cifras de contagios en Cataluña mucho más que preocupantes, en estos próximos días, llegaremos a esa tan “especial” fecha, que tantos y tantos éxitos de movilización ha supuesto para el independentismo en los últimos 8 años.
Debido a esa situación de aumento evidente de enfermos de Covid 19 y del peligro extremo de contagios el Govern de la Generalitat, acertadamente, ha dado instrucciones claras: las reuniones de más de 10 personas están prohibidas y, como ya nos han ido repitiendo por activa y por pasiva, en toda reunión debe mantenerse la distancia de seguridad, el lavado frecuente de manos y la mascarilla obligatoria. Bien. Eso está bien. Muy pero que muy bien. Aunque parece ser que tan claras y contundentes directrices solidarias para con todos solo debemos cumplirlas los ciudadanos no independentistas y los ciudadanos (independentistas o no) que no pensamos ir a esa manifestación que se convoca para el 11 de septiembre de este año. La realidad sanitaria angustiante a otros cuantos catalanes “elegidos” les da igual.
Parece ser que como los miembros y simpatizantes de la ANC, con su presidenta al frente, (la responsable, comedida, sensata, conciliadora y ponderada señora Elisenda Paluzie), son muy gritones, protestones y enfadones (licencia narrativa) no tienen que cumplir la premisa de prohibición de grupos de más de 10 personas ya que el derecho de manifestación les ampara a pesar de la flagrante crisis sanitaria ( y por lo tanto económica y social) que este maldito virus está provocando.
Pues sí. Se van a manifestar. Caiga quien caiga y se recomiende lo que se recomiende. Y ¿porqué podrán hacerlo,? Primero porque de nuevo el irresponsable presidente Torra se lo va a permitir. Luego porque son independentistas tocados por la mano de Dios y como “poble escollit” no se infectarán ellos infectando a otros más tarde... Y, después, porque ellos son mucho más disciplinados que todo el resto del mundo mundial que este verano se ha infectado: familias, amigos, jóvenes ( sin botellón), compañeros de trabajo… a pesar de no juntarse más de diez personas y de cumplir con todas las recomendaciones.
Pero ellos no. Los feligreses de Paluzie, Puigdemont y Torra están tocados por una varita divina que protege a los “suyos” y que les hará inmunes al virus. Estos discípulos serán los únicos ciudadanos responsables que no van a acercarse más de lo permitido en la euforia de las soflamas. Son los que el virus les pasará por encima sin atacarles y son solo ellos los que, en el hipotético, improbable e injusto caso que, por un fallo divino, queden infectados, no contagiarán a otros. ¡Manda huevos¡
Que se lo cuenten a Xavier, médico de familia, que ha atendido a 35 infectados este pasado viernes y no sabe si es prudente volver a su casa con su mujer o comer este domingo con su padre que vive en una residencia y al que hace tres semanas que no ha podido ver.
Lo dicho: ¡Manda huevos!
PD. Y disculpen…también habría que analizar otro día la soberbia y desparpajo con los que los independentistas han conseguido apropiarse, como en tantas y tantas cosas, de esta fecha que hasta hace escasos 10 años era una reivindicada por todos o (aquí sí) la gran mayoría de catalanes en defensa de la lengua, la cultura y la idiosincrasia propia de Cataluña. Seguramente se lo hemos permitido entre todos.