Los números deberían dejar poco lugar para la interpretación, 1 + 1 son 2. Pero en el caso de la gestión de la pandemia lo que dicen los números da para escribir el guion de una serie. Y no es por las “brillantes” palabras de Sánchez a su equipo alabando el “montón” de datos de que dispone el Gobierno, sino más bien por su descoordinación, la pésima gestión global y unas alarmantes dosis de infoxicación.
Si de algo ha de servir esta crisis es para evidenciar que nuestro Estado federal acomplejado hace agua por todos los lados. Si hay 17 comunidades autónomas parece que haya 50 maneras de medir los datos, esto es un caos. Es imprescindible poner orden y que alguien, se supone que el Ministerio de Sanidad, lidere con mano firme la recogida de datos. No se puede hacer peor. Demasiada gente siguiendo un balón que no saben si es redondo o cuadrado pero tampoco saben para qué lo siguen.
Este ha sido el verano de las PCR, una prueba en la que cada vez cree menos la población porque en no pocos casos da resultados contrarios a la intuición, especialmente en contagios asimétricos en unidades de convivencia: parejas donde solo se contagia uno, hijos contagiados pero padres no… de locos. Escuchamos el mantra de los PCRs sin tener referencias sobre falsos negativos y falsos positivos, más allá de lo que se encuentra en internet de vaya usted a saber qué fuente.
Pero dando por buenos los números del Ministerio de Sanidad, no tenemos otra cosa a la que agarrarnos, y sobre todo al estudio epidemiológico que el Instituto de Salud Carlos III publica semanalmente, vemos una realidad muy diferente a la de marzo. Desde el 10 de mayo, fecha de referencia para el ISCIII, hasta ahora se han producido más de la mitad de contagios que entre finales de febrero y 10 de mayo pero menos del 2% de los fallecidos. La mortalidad en marzo superaba el 11% y ahora no llega al 0,5%. Y lo mismo ocurre con hospitalizados de mayor o menor gravedad, las tasas son muchísimo más bajas y salvo casos puntuales en algún hospital de Aragón, con media plantilla de vacaciones, no hay un estrés hospitalario reseñable pues la ocupación de camas de enfermos con Covid está en torno al 5% de la capacidad hospitalaria. O la enfermedad ha mutado, o se sabe tratar mejor o hay falsos positivos que inflan las estadísticas.
Puede que la realidad sea una suma de todos los elementos citados pero cierto es que la reacción de la sociedad debería ser diferente. Hay que acabar con el macabro carrusel deportivo de los noticiarios hablando día tras día de contagios, brotes y demás. Lo único relevante es la presión hospitalaria y los fallecidos, el resto fuego artificial que no sabemos interpretar y que no se sabe muy bien qué persigue, si es que se persigue algo.
Los medios debieran ser los primeros en poner las cifras en contexto, en lugar de limitarse a repetirlas sin más. Por poner un ejemplo, uno de los más prestigiosos diarios nacionales abre todos los días un “directo” sobre el Covid con una tabla resumen de contagiados y fallecidos por comunidad autónoma, usando datos del ministerio. A lo largo del día incluye cifras de las comunidades y no cuadra nada. En nuestro caso, el acumulado de fallecidos que informa la Generalitat más que dobla al del ministerio, casi 13.000 frente a menos de 5.800. Y algo menos escandaloso ocurre con contagiados, “solo” un 33% de diferencia, también superior en el caso del gobierno regional. Y cada día puntualmente se dan las dos cifras en el mismo espacio sin problema alguno. ¿A nadie le choca? ¿Es así como se informa al ciudadano? No puede ser que unos datos oficiales no coincidan con otros datos oficiales y nos quedemos tan anchos. Eso sí, luego diremos que los bulos se extienden fácilmente aunque no somos capaces de decantarnos por una verdad.
Veinte o treinta personas fallecidas al día es una tragedia, sin duda. Pero es que cada día fallecen, de media, 1.200 personas en España por otras muchas causas. No paramos el mundo por el cáncer, los infartos, los ictus, los suicidios… y están matando muchas más personas que el Covid desde el 10 de mayo. Solo de cáncer habrán fallecido desde entonces a hoy más de 35.000 personas, y otras tantas de infarto o ictus, mientras que no llegan a 800 los fallecidos con Covid registrados, menos del 0,1% del total. Pero es que desde el 10 de mayo a hoy se habrán suicidado más de 1.000 personas y no hacemos un espectáculo del suicidio ni hacemos nada para evitarlo. El ser humano es mortal, eso es algo que no debemos olvidar y contra lo que no podemos luchar, al menos desde la opinión pública.
O se para el virus a la China, cerrando la sociedad a cal y canto, no dejando salir ni a comprar, y menos a trotar, durante semanas o se convive con él, como ha decidido hacer el resto del mundo con distintas estrategias. Pero soplar y sorber a la vez no se puede hacer y es imprescindible tener una estrategia clara para la convivencia con el virus.
Estamos ante una sociedad desnortada, sin referencias, sin líderes, que se mueve a impulsos y no sabe hacia dónde va. Las consecuencias del Covid van a ser enormes, pero de muchas de ellas el virus no tiene culpa alguna sino más bien quienes nos malgobiernan.