Si de algo sirve la actual situación es que deja al descubierto alguna de nuestras vergüenzas. Aunque creemos que somos un país avanzado tenemos unas carencias sociales realmente alarmantes y mucho me temo que se van a seguir agravando pues por delante tenemos años de menores ingresos y mayores gastos. De la crisis anterior salimos más frágiles, pobres y desiguales y me temo que de ésta saldremos aún peor.
Descubrimos en pleno confinamiento que un gran número de camioneros malviven en las cabinas de sus vehículos y se asean y comen en las estaciones de servicio porque entonces muchas estaban cerradas. Supimos de las condiciones laborales de muchos mataderos cuando nos dijeron que la transmisión de la covid era muy frecuente justo por las condiciones del entorno de trabajo en un sector en el que proliferan los falsos autónomos para abaratar y flexibilizar costes. Ahora “descubrimos” que cada verano llega una población flotante al Segriá formada en su mayoría por inmigrantes ilegales que tras trabajar en el campo duermen en la calle. Y nos cuentan que más de un tercio de los españoles ya han consumido todos sus ahorros, muchos de ellos trabajadores con contrato temporal en el sector de la hostelería. Camioneros, trabajadores de mataderos, temporeros y trabajadores temporales son solo ejemplos de la extrema precariedad laboral que nos rodea y que damos por buena.
Cuando hablamos de ricos y pobres nos fijamos en los sueldos de un puñado de grandes directivos y en los dividendos de los dueños de grandes empresas, pero la desigualdad real la tenemos muchos más cerca. No tienen nada que ver los ingresos y derechos de un trabajador de una gran empresa con los de un mantero que se va un mes a Lleida a recolectar nectarinas y luego vuelve a la costa o a Barcelona. O la de un 'mena' que al cumplir la mayoría de edad queda en la calle sin nada. O la de una 'kelly' de un hotel de temporada. O la de un asistente a un anciano pagado por horas. O… la clase baja de nuestra sociedad no solo es cada vez es más amplia, sino que además se aleja más y más de la clase media.
Pero no solo son precarias las condiciones de unos cuantos millones de españoles, lo es la economía en su conjunto. Somos un país de servicios de bajo valor añadido que, además, depende enormemente del turismo internacional para ir bien. Porque los turistas consumen en bares, cogen taxis, hacen compras, … Es verdad que atraemos más al turismo barato que al selecto, pero los más de 92 mil millones que se dejaron en España los cerca de 84 millones de turistas no solo sirvieron para equilibrar la balanza de pagos sino también para hacer viables muchos negocios.
Las medidas tomadas hasta la fecha son, como es lógico, de emergencia, pero hay que comenzar a pensar en reformas estructurales que intenten arreglar un poco este país cuyo horizonte no es muy halagüeño. Los salarios en España son bajos. El salario medio español es un 60% inferior al salario medio francés y menos de la mitad del salario medio alemán, holandés o inglés. Pero además el cincuenta por ciento de los asalariados no llegan a esa cifra, siendo el salario más frecuente un 40% inferior al salario medio. Antes del inicio de esta crisis la quinta parte de la población ya se encontraba en riesgo de pobreza, definida internacionalmente como el 60% de la mediana de los ingresos. Es muy probable que acabemos el año con más de un tercio de la población en riesgo de pobreza mientras que en nuestros vecinos europeos no pasa del 10%.
El salario mínimo vital no es la solución, es un parche bienintencionado y necesario en momentos de emergencia, pero si no podemos pagar a los temporeros una habitación para rebajar diez céntimos el kilo de melocotones mal vamos a subsidiar a media España.
¿Tiene sentido mal pagar a tanta gente para mantener unos precios baratos que permitan enloquecer en el consumismo a toda la población? ¿Es lógico que ya en 2019 se estuviese desahorrando para poder comprar televisores de tropecientas pulgadas o móviles ultrasónicos mientras se regatea en lo esencial? ¿Tiene sentido importar alimentos ultra baratos, pero muchas veces de dudosa calidad, del norte de África, Latinoamérica o incluso China cuando aquí exportamos los mejores?
Ni los ERTE solucionarán el paro ni el IMV el riesgo de pobreza. Son parches, necesarios, pero necesitamos traccionar la economía real y, de paso, reducir desequilibrios. Ver cómo el país se sigue empobreciendo y se sigue agrandando la brecha social sin hacer nada no puede ser una solución. Es urgente que cambiemos nuestro modelo de sol y mano de obra barata. Sin duda es el momento de darle una vuelta a nuestro modelo no solo productivo sino también de sociedad. Si seguimos por este camino al final solo nos espera el precipicio.