Lluís Boada es un hombre del mayo del 68, como él mismo recuerda en esta entrevista con Crónica Global. No renuncia a aquellos sueños, a un humanismo que logre influir con toda su fuerza en el sistema económico. Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de París y estudió Morfología del Sistema Locomotor Humano en la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Río de Janeiro con Françoise Mézières. Profesor de Planificación Urbana y Regional en la Universidad Federal de Río de Janeiro, también se ocupó de Barcelona, como director de los Programas de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Barcelona. Entre sus obras destaca Una economía poética, Medio Ambiente y Territorio o Senectud de Capitalismo, en el que señala que ya hay muchos indicios de que la economía capitalista ha sido desplazada por una realidad social que no puede abarcar. En esta entrevista con Crónica Global, Boada quiere ser optimista, al destacar lo que ha hecho España en su historia reciente. Y aboga por aprovechar la crisis económica que ha provocado la pandemia del Covid: "Preveo un nuevo salto de calidad de España tras esta crisis”

--Pregunta: ¿Qué ha pasado para llegar hasta aquí? ¿La pandemia ha acelerado procesos en el capitalismo que ya estaban presentes? 

--Ha habido una combinación de factores, algunos nuevos y otros que estaban latentes. No podemos dejar de lado la evolución del capitalismo, con más concentración, con oligopolios reforzados, con multinacionales como Amazon y todas las tecnológicas. Es un proceso claro. Hay que analizar la composición orgánica del capitalismo, con el capital fijo, que ya aumentaba respecto al trabajo, con una posición cada vez más decantada. Y con mucha gente que queda fuera de ese sistema. La proporción del capital muerto, como decía Marx, es mayor, y es una tendencia que yo he denominado como de senectud del capitalismo. Eso se ha acelerado ahora con la pandemia.

--¿Se dejará a más personas fuera del sistema ahora?

--Es una posibilidad real, dejar a mucha gente fuera del sistema productivo. El compromiso del capitalista respecto a los trabajadores ha disminuido mucho. El Estado ha intervenido con una gran capacidad. Todos los contribuyentes pagamos el sueldo de muchos trabajadores. Y lo que vemos, por tanto, es que el capitalismo se apropia de la realidad, parece que todo lo que hay sea capitalismo, a través de una operación que es perversa pero brillante. Sin embargo, la realidad es más amplia. Por ejemplo, en una ciudad hay transporte público, educación, sanidad, parques públicos. ¿Es eso capitalismo? La gente vive con otros parámetros, con generosidad, que genera otra realidad distinta. Una ciudad, sin el apoyo de lo público, no se aguanta. Cuando alguien como Juan Luis Cebrián dice que hay que salvar al capitalismo de los capitalistas se ve que no tiene ningún sentido. Hay que salvar la realidad de los capitalistas. Nos cerramos a la realidad de generar cosas nuevas, diferentes, como muestra el mundo del tercer sector, de las ongs, o la propia actitud que hemos comprobado por parte de los sanitarios. ¿Tiene algo que ver con el capitalismo?

--Entonces, ¿estamos ante esa senectud del capitalismo, como usted señaló en su libro con ese mismo título?

--El capitalismo, desde el punto de vista social, está en plena caída. El capitalismo económico todavía aguanta, con modelos que son durísimos, como vemos con los riders, con los grandes monopolios como Amazon. Lo que falta es imaginación social. Debemos incentivar la imaginación social.

El economista Lluís Boada

 

--¿Se producirá un cambio tras la pandemia o todo seguirá igual, con algunos matices, en esas relaciones del capitalismo?

--Las relaciones de poder serán las mismas o saldrán reforzadas. Lo vemos ahora con el fondo europeo de reconstrucción. ¡Los grandes monopolistas han salido a declarar doctrina moral! Cuando lo que debería pasar es que el dinero público se concrete en participación pública. En Alemania es cierto que se va por ahí, y es el camino mínimo que se debe iniciar. Pero Alemania, con casos como esa inyección de dinero público en Lufthansa, que lleva al Estado a participar en el consejo de administración, tiene un modelo característico, de cohesión social que sigue vigente y es admirable. En todo caso, sí veo cosas positivas como es el refuerzo de la idea de Europa, de la construcción europea, sin prejuicios de unos y otros. Y me parece que la respuesta que debemos ofrecer es que hay que aprender de lo bueno de cada uno, en ese caso de Alemania.

---Hay economistas que sostienen que no es verdad que el capitalismo esté en crisis, que lo que está en crisis es la socialdemocracia, porque, de alguna forma, ha ganado, y ya no puede ir más allá. ¿Lo ve así? 

--La razón de ser de la socialdemocracia es la redistribución del excedente con criterios de justicia social. Esta función la han cumplido preponderantemente los partidos de la familia socialista, pero también otros guiados por la doctrina social cristiana. Los resultados históricos en los países donde la socialdemocracia ha ejercido el poder se han traducido en una cohesión social sin precedentes y en elevados niveles de civilización, es decir, educación, salud, solidaridad intergeneracional, compasión, cultura, ciencia e investigación, desarrollándose en un marco democrático. Sus mayores éxitos se producen en la etapa de madurez del capitalismo que se abre al término de la Segunda Guerra Mundial. Pero a medida que el capitalismo se desarrolla históricamente hasta alcanzar la etapa de senectud en que se encuentra actualmente, el excedente se reduce y con él el margen de acción política para su redistribución. No se trata, por tanto, propiamente ni de crisis capitalista ni de crisis socialdemócrata, sino de un declive del capitalismo como sistema social, aunque siga manteniendo un predominio económico. 

--¿En España ahora los fondos europeos podrían suponer una oportunidad o un motivo más para la bronca interna? ¿Se puede plantear esos recursos como la palanca para cambiar a medio plazo la estructura productiva de España? 

--Veremos cómo se concretan estos fondos europeos. La pandemia no parece haber cambiado significativamente las estructuras de poder económico, de momento, pero sí ha reforzado las estructuras de poder político y en ellas ha hecho un importante hueco la necesidad de la transición ecológica, reflejo tanto de las aplastantes indicaciones científicas como de una nueva sensibilidad social. Todos estos elementos en presencia hacen mucho más interesante y esperanzadora la pugna por la orientación y distribución de los fondos europeos de lo que ocurrió en la última crisis financiera. La resolución en el caso español no será ideal, sino contradictoria, pero, si no flaquea la gobernación del Estado, debería producirse una buena adaptación a las exigencias del tiempo presente. Creo que todo ello puede traducirse en más y mejor Europa

--Algunos expertos también señalan que España no puede cambiar excesivamente, porque la atracción por sectores de poco valor añadido, como una parte del turismo, es demasiado fácil. ¿Lo cree así? 

--Dejarse llevar por la facilidad ha sido un mal endémico español. Pero la facilidad sólo es un mal cuando es un mal absoluto, y hace tiempo que aquí se hacen cosas formidables. El salto de calidad que se produjo en España a finales de los ochenta e inicios de los noventa fue espectacular e irreversible. Solo hay que recordar los grandes eventos de 1992. Sería magnifico que de esta desgracia sanitaria surgiera el impulso para un nuevo salto de calidad. No lo excluyo en absoluto, más bien lo preveo. Preveo ese nuevo salto de calidad. Por otro lado, es una señal de inteligencia aprovechar bien aquello que nos resulta fácil. Aunque me temo que nada será fácil en los próximos años. Tampoco en el turismo, sector en el que hay un gran margen para la creatividad y la adaptación a la transición ecológica. 

--Usted apunta que se ha divinizado lo tecnológico. ¿Se acentuará ahora esa tendencia, con el control que se pretende ejercer para controlar mejor la pandemia o las que puedan llegar en el futuro?

--Se apuntan diversas estrategias sobre cómo podemos salir, con un papel mayor para Europa, la supervivencia de la agricultura europea, los planes para reindustrializar los países europeos, la transición digital y ecológica, pero el acento tan agudo en lo digital no lo acabo de entender, porque ya estamos en ese proceso. Ya es una dinámica acelerada. Y tiene dos vertientes. Por un lado, supone un proceso de creación de mayor humanismo, con un mayor intercambio de buenas ideas. Pero tiene un componente de mayor control. Llevamos en el bolsillo a un policía que no sabemos para quién trabaja.

--Uno de los sectores que puede salir más perjudicado es la juventud. Usted apela a los jóvenes, les pide que tomen mayores iniciativas, que se atrevan.

--Sí, lo ha señalado el Banco de España, con dos grandes colectivos de la sociedad afectados: las mujeres y los jóvenes. Es lo que yo señalo como la gran prueba de la senectud del capitalismo: ¿se puede dejar en fuera de juego a los jóvenes? Los jóvenes no son unos inútiles que deban conformarse con salarios de subsistencia, con trabajos marginales. Pero ellos también deben tener capacidad para crear cosas nuevas, que adopten modelos más humanísticos, con organizaciones diferentes. Y puede que la transición ecológica y digital sea una oportunidad para esos colectivos.

--O por decirlo de otro modo, ¿Qué le diría, ahora, hoy, a un joven de 16 años que viva en Mallorca y que sepa que, cuando esto se normalice, puede ganar en un verano en el turismo una suma de dinero importante? 

--En primer lugar, que no piense tanto en el dinero si no en hacer algo que valga la pena. Que se forme bien no solamente dentro de los parámetros del turismo hasta ahora habituales, sino en esferas creativas o vinculadas al estudio de la ecología y de la naturaleza, también de la cultura y el arte. Y que lea a Marco Polo y a los grandes aventureros. 

--¿Se perderá el deseo de viajar? ¿Habrá un descenso de viajeros, aunque se supere la pandemia?

--De viajeros ha habido siempre. Lo que puede que decaiga es el turismo de masas. Pero no el viaje, ni el espíritu del viajero, que se mantendrá. Será más difícil para esa industria del viaje, y me parece bien que sea así. Y es que hay una contradicción: se pone en marcha una transición ecológica, pero se pide al mismo tiempo que se mantenga el turismo de masas. No puede ser. Lo que hay que cambiar es la propia concepción del viaje, con un acento más humano. Se puede mirar un mismo parque con ojos distintos. No hace falta ir de un sitio para otro. ¿O no hemos visto tantas veces esos turistas que no paran ni un segundo en un sitio para poder inspirarse en él?

El economista Lluís Boada

--¿Y el urbanismo en las ciudades? ¿Debe cambiar en Barcelona para evitar esas aglomeraciones, a partir de las prevenciones que exige la pandemia del Covid?

--El modelo de ciudad de Barcelona, creo que no. Se ha transformado, de forma importante, dos veces: con el plan Cerdà y en 1992. Esa última transformación le da una gran proyección y está vigente: con más espacios verdes, con transporte público, con espacio para las bicicletas. Lo que yo veo va más allá de la ciudad de Barcelona es que deberíamos pensar Cataluña entera como ciudad. Si tenemos la posibilidad de llegar a Lleida o Tarragona en unos 40 minutos, eso comporta tener una visión metropolitana para toda Cataluña.

--¿En qué momento cree que una generación de políticos, de economistas, de urbanistas, dejó de soñar en cambios imaginativos en España, desde todos los ámbitos? ¿Es ese el principal reproche que se les puede hacer, que no pensaran, por ejemplo, en los jóvenes, que serán ahora los más afectados por la crisis? Ellos fueron también jóvenes, en aquel mitificado mayo del 68. 

--Sin duda, 1992 representó una cima. Pero desde entonces el desarrollo de las ciudades españolas no ha cesado. No todas han mejorado por igual, pero todas han mejorado. Y creo que quienes mejor aprovechan estas mejorías urbanas son los jóvenes. El concepto de ciudad debe ampliarse hacia los territorios a su alcance. Solo así la ciudad podrá repensarse desde una perspectiva más amplia y más adaptada a las necesidades de los nuevos tiempos; solo así también se podrá dejar de hablar un día de España vaciada. Este terreno de actividad va exigir una alta creatividad y una energía que nadie posee en las mismas dosis que los jóvenes, y en el que van a encontrarse agricultores, universitarios, antropólogos, arquitectos, urbanistas, ingenieros, ecólogos, artistas, maestros y profesores, hoteleros y cocineros, escritores y políticos, en fin, una generación extraordinaria de jóvenes agregados complementariamente por sus afinidades electivas. Ya ve, soy un hombre de mayo y aun mantengo vivos sueños realizables como éste.