Fernando Grande-Marlaska será brutico, que lo es, pero muy valiente y listo como una centella. Se ha sentido traicionado por los informes filtrados sobre el 8-M y es de gatillo fácil. Hay quien dice que, al ministro, la Guardia Civil le es hostil y que por eso ha cesado al coronel Pérez de los Cobos. Puede; pero en todo caso, su golpe de mano no es ninguna respuesta simbólica; no va dirigido al cuerpo, sino a un cargo de confianza. ¿Por qué ahora? ¿Tiene algo que ver este cese con el fin de la reclusión? ¿Con una nueva etapa de los pactos con el soberanismo catalán? Probablemente, Marlaska quiere girar nuestra mirada a octubre del 2017 para impugnar una parte de las acusaciones y acciones del Gobierno y el poder judicial que mantienen presos a los líderes soberanistas.

Su primera respuesta de ayer ante los medios, en Moncloa, podría ser muy aclaratoria. Le acusan de injerencia; y él responde: “Injerencia es la palabra que no conjugaré nunca”. Después de tres décadas como juez, presume de saber lo que puede y no puede hacer en las relaciones entre el poder judicial y el ejecutivo. Enigmático a tope, y además, disimula muy mal, cuando dice que el cese de Pérez de los Cobos es parte de una restructuración del departamento.

 

 

Apoyo espontáneo a la Guardia Civil en Madrid / TWITTER

La magistrada Carmen Rodríguez-Medel, que ha puesto en jaque al Gobierno tras la polémica destitución, es hija, nieta y hermana de guardias civiles; a principios de este mismo año, era la favorita para situarse al frente del instituto armado, pero finalmente el ministro Marlaska nombró directora general del cuerpo a María Gámez. A lo mejor, a quien le pica ajos come. Pero atención, como magistrada, Medel tiene fama de concisa, enormemente contumaz y con un sentido de la justicia muy ponderado. Hizo una gran labor en Marbella en contra de los delitos inmobiliarios, fiscales y cohechos de la etapa Gil. De vuelta a Madrid, pasando por Fuenlabrada, trató de sustituir a Baltasar Garzón en el juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, después de la inhabilitación del juez estrella. Pero esta vez se interpuso Javier Ruz, instructor del enorme caso Gürtel, aquel duelo de aguijones que convirtió Plaza Castilla en un laberinto de pasadizos perdidos, calabozos oscuros y papeles extraviados. En cualquier caso, la imagen de Rodríguez-Medel se hizo pública muy pronto; fue la instructora del caso Master en el que fueron acusados Cifuentes y Casado; mientras la primera espera todavía un desenlace, Pablo gozó del in dubio pro reo.

Marlaska ha dado su puñetazo encima de la mesa, pero no le saldrá gratis. Después del cese del coronel, dimite de rondón el director operativo de la Guardia Civil, Laurentino Ceña. Por su parte, el Gobierno se instala en un contraste de pareceres aparentemente amable. Nadie quiere pisar la manguera del otro, pero los ministros están divididos: los frugales (con Calviño al frente de la politese) contra los duros (Iglesias o Yolanda Díaz). Entre los primeros destaca ya Arancha González Laya, ministra de Exteriores y jefa de la diplomacia española, que le recuerda a Marlaska su obligación de explicar en público los motivos del cese de Pérez de los Cobos

¿Habla por su cuenta la ministra o es un toque del Hermano Mayor? No lo duden, conociendo al spin doctor del presidente, sí, es un toque. Habrá conciliábulo y fumata blanca, pero será después de que Marlaska expíe su culpa por el cese tan inopinado. Ni Sánchez es Bambi, ni Marlaska es Juan Ignacio Zoido, aquel ministro del Interior que nos coló Mariano. Pero ojo, tampoco le conviene pasarse de listo. Los mil ojos de la noche observan al magistrado pasado a la política. Conviene recordar que el mismo Baltasar Garzón llegó a considerarse el número dos de Felipe, hasta que aquel presidente aparentemente magnánimo se lo quitó de encima, sin inmutarse. Cosas del poder.

En España, el trayecto procesal resulta abrasivo. Lo que le pidió la magistrada Rodríguez-Medel a Pérez de los Cobos es un informe sobre el caso del 8-M, que el coronel solo podía entregar a la instructora, en aplicación del reglamento (Real Decreto 769/1987 de  Policía Judicial). En base al decreto, ni el jefe de la unidad ni los miembros de la propia unidad podían desvelar a terceros la deriva de sus investigaciones; ni siquiera al ministro del Interior. Después han llegado las mil observaciones mediáticas sobre el documento. Muchos preferimos pensar que la juez y el coronel actuaron de conformidad con la ley, y que el ministro conoce al dedillo el procedimiento y no lo pillarán. Con una salvedad: el coste político no tiene nada que ver con la culpabilidad o la inocencia procesal. El coste político se paga cuando te ponen de patitas en la calle.

Cuando en los entreactos de Moncloa sus colegas le preguntan ¿Qué ha pasado?, él responde a la gallega: ¿Se puede cesar a quien has nombrado? El 8-M ha desatado ya la imputación del delegado de Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, y roza a Fernando Simón. El responsable de las Alertas y Emergencias Sanitarias prohibió la reunión de las Asambleas de Dios de España (FADE), a la que estaban citadas personas de muchos países, entre ellos países de riesgo.

Ni pena ni miedo, fue el título de la autobiografía temprana de Fernando Grande-Marlaska. Aquello fue más bien una declaración de principios como la que hicieron los jueces del Mezzogiorno italiano en los años noventa, en plena Tangentópolis. En su etapa de juez, Marlaska fue implacable con ETA; estaba amenazado de muerte, pero no era el único. Casi nunca llevaba escolta; tampoco, cuando iba a pasar las Navidades en Bilbao, con la familia. Le perseguía la banda terrorista ETA por los 300 casos que instruyó de los que un buen montón acabaron en el trullo. Marlaska, iura novit curia, está entre los luchadores por la justicia. Puede que se haya equivocado de Gobierno o de coalición, pero no de causa; sin embargo, esconde un comodín, llamado a transformar la correlación de fuerzas en el seno del Gobierno. Si tiene equipo, es el de los duros, pero si es él quien lidera al equipo, el cese del coronel solo ha sido su primer movimiento. Fernando, cuídate de los idus. Sánchez parece dúctil, pero es feroz.