Un amigo piloto de aerolíneas me contó qué es lo más importante en su trabajo: “Más allá de despegar y aterrizar, la mayoría de procesos en un avión están automatizados. Sin embargo, el o la comandante y su copiloto son cruciales. Si hacen bien su trabajo pueden salvar vidas. Nos pagan para que lo supervisemos todo y sepamos reaccionar si las cosas van mal”. Una lógica parecida es aplicable a los responsables políticos. Mientras todo va bien, algunos se dedican a juegos de tuits y declaraciones, confiados en el buen funcionamiento, en modo automático, de las Administraciones. Establecidas las directrices y los apropiados mecanismos de supervisión, funcionarios y servidores públicos son los encargados del día a día. Hace décadas lo parodió de forma exquisita la serie Sí, Ministro en la BBC. Sin embargo, se precisa visión y talento político para ejercer un liderazgo responsable, que permita el diseño de los grandes planes, la toma de decisiones estratégicas y de calado, la pronta reacción ante las graves crisis y emergencias, cuando los errores ponen en riesgo a los ciudadanos. No eximen los lloros al piloto que, por negligencia, perdió parte del pasaje. Estaba ahí para conseguir que todos llegaran sanos y salvos a destino. Ya habrá tiempo para escribir películas.
En la serie de fotos de Alba Vergés publicadas por un fotógrafo de Esquerra, se pretende mostrar “momentos y emociones” sobre “el gran trabajo” (sic) hecho en “el despacho de la consejera”. La estrategia de comunicación, lejos de la espontaneidad, apela a los sentimientos para trivializar lo ocurrido. Una semana después de la sesión de fotos, “repuntan las muertes en Cataluña, que registra un 60% de los fallecidos en toda España, dejando atrás a Madrid”, como avanzó Crónica Global. La Generalitat fracasa en su plan para controlar la pandemia y la actitud de sus dirigentes parece no ayudar en la gestión de la crisis.
Hace unas semanas, la consejera ya se emocionó en directo. Entonces, la asesora de imagen política Patrycia Centeno afirmó que “no era el momento”, por tratarse de una “situación de crisis aún por resolver”, en la que “un dirigente político no puede permitirse el lujo de no mostrarse sereno en público”.
Expertos en gestión de crisis internacionales consultados coincidieron en la valoración. Sin embargo, otros calificaron las críticas de machistas. Vanesa Rodríguez escribió en eldiario.es acerca de “las lágrimas como arma política y los estereotipos” que “marcan las emociones en público de nuestros líderes”. Juan Pedro Sevillano, psicólogo clínico, defendía que “es saludable que los responsables políticos expresen (…) emociones asociadas a lo que sucede”. La profesora especialista en igualdad Tània Verge destacó las “llamadas a la solidaridad y a cuidar de la comunidad” de las mujeres líderes, que han “utilizado más la empatía” que los hombres. Verge hablaba de “sexismo” y de “estereotipos” respecto a las mujeres que lloran en público.
Cuando Verónica Casado, Consejera de Sanidad de Castilla y León, se emocionó ante las cámaras, intentaba leer los nombres del personal sanitario fallecido en la región. No consta que la consejera catalana haya pedido disculpas a los familiares de las víctimas, ni a los miles de profesionales sanitarios infectados o fallecidos, también Mossos de Esquadra. Incluso la periodista independentista Marta Roqueta pidió un “mínimo respeto por el pensamiento feminista”, exigiendo “dejar de utilizarlo para tapar los errores de las amigas”.
Fareed Zakaria preguntó a Madeleine Albright sobre el éxito del liderazgo femenino en la lucha contra la pandemia, citando estudios según los que “las mujeres se toman más en serio la salud”. Ambos hablaron de Jacinda Ardern, Mette Frederiksen o Angela Merkel. Zakaria quería saber qué distingue a las buenas líderes y Albright hizo una lista rápida: “Tienen la habilidad del multitasking”, por la suma de actividades en el trabajo, en casa, con los niños; “y eso además da una visión periférica” que incluye la “vocación por cuidar”. Las mujeres “saben decidir y salir hacia adelante”, así como “escuchar y ser cooperativas, intentando (…) centrarnos en la resolución de problemas”. Tienen “una menor tendencia a ser autoritarias” y buscan la “unidad” ante la división. La buena líder habría escuchado y recopilado informaciones de modo transversal. Por empatía, activaría las alarmas al llegar noticias inquietantes del exterior. Las grandes líderes tienen sentimientos, pero se muestran firmes, serenas y comprensivas ante las crisis.
Twitter envejece mal. Con el tiempo, las personas evolucionan en ideas y planteamientos. Algunos comentarios de antaño parecen ahora fuera de lugar, y no pasa nada. En CBS, Stephen Colbert se reía de sus tuits con juegos de palabras sobre la gesta mexicana del Cinco de Mayo y la expresión “ponerme una Corona en el cuerpo”. No obstante, parece una ironía de la historia que la entonces diputada Alba Vergés se indignara en 2014 porque una auxiliar fue ingresada por ebola en Madrid. “Espero que hoy mismo la Ministra pida disculpas y dimita, ¡es muy grave!”, tuiteó. Es inevitable constatar que no hubo fallecidos por contagio local en España.
Preguntada por la situación actual, una experimentada asesora política lo resumía así: “los spin doctors no están diferenciando entre la comunicación de campaña y la comunicación de crisis”. Precisamente, Sevillano habló de la necesidad de “transmitir más credibilidad y cercanía” cuando la ciudadanía busca líderes que “sintonicen con el estado emocional colectivo”. Lejos de la política de comunicación sensiblera, buen liderazgo femenino.