El mundo está sufriendo las consecuencias de un flagelo que golpea la salud de millones de personas y amenaza con provocar una recesión económica de gran envergadura, lo que sin duda afectará a las condiciones de vida de millones ciudadanos.

Esta gravísima crisis ha constatado la fuerte dependencia de la energía eléctrica en una sociedad como la nuestra. La electricidad ha permitido el funcionamiento de nuestras infraestructuras sanitarias y ha garantizado a través de las redes y los sistemas de comunicación la permanente información entre gobiernos y ciudadanos. Nuestro futuro, basado en la digitalización, necesita que se garantice el suministro de energía y la seguridad de las redes eléctricas.

En un mundo que se encuentra en plena transición de las energías fósiles a las fuentes renovables, como la energía eólica y la solar, la mejora del almacenamiento de energía eléctrica resulta de vital importancia para propiciar el uso de estas tecnologías, asegurando el máximo de eficiencia energética y el equilibrio del sistema. El almacenamiento eficiente de energía es un pilar fundamental de la transición energética: permite flexibilizar la producción de energía renovable y garantizar su integración en el sistema. Al principio del proceso de transición y al objeto de garantizar la estabilidad del sistema eléctrico, seguirán siendo necesarias las centrales de ciclo combinado que utilizan el gas natural como combustible.

Las redes eléctricas son la columna vertebral de los sistemas de energía actuales y se vuelven aún más importantes en las transiciones hacia la energía limpia. Las inversiones significativas en estas redes serán esenciales en los próximos años. Habrá que apostar de forma inequívoca por la digitalización de las redes, las llamadas “smart grids” (redes inteligentes) que permiten “integrar de forma eficiente el comportamiento y las acciones de todos los usuarios conectados a ella”, asegurando un sistema energético sostenible, con bajas pérdidas y altos niveles de calidad y seguridad de suministro. Otro elemento a tener en cuenta será la ciberseguridad para evitar la vulnerabilidad de las redes a los ataques cibernéticos.

Una de las primeras conclusiones derivadas de la actual crisis sanitaria es el reconocimiento de la importancia de la transición energética como instrumento indispensable para combatir el cambio climático y garantizar la sostenibilidad medio ambiental. La transición energética supondrá un cambio estructural en los sistemas energéticos. La transición en curso supone la sustitución de las fuentes contaminantes por energías limpias además de la progresiva descarbonización y electrificación de la economía.

La era post-Covid podría ser una excelente oportunidad para acelerar la transición energética. Como apuntaba el pasado 22 de abril durante la celebración del Día Internacional de la Madre Tierra, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, “no se trata de combatir el cambio climático con un virus, pero tenemos la oportunidad de volver a poner en marcha nuestras vidas de una manera más saludable en armonía con el medio ambiente”. La pandemia puede ser una oportunidad para combatir el cambio climático y apostar por la sostenibilidad medio ambiental.

Los gobiernos deberían incluir en sus planes de reconstrucción de la economía el despliegue de las tecnologías limpias, lo que puede suponer no solo un impulso a la actividad económica, sino que al mismo tiempo permitirá avanzar en la transición energética. Los fondos públicos deben utilizarse para invertir en el futuro, no en el pasado, y fluir hacia sectores y proyectos sostenibles que ayuden al medio ambiente y al clima. Se debe poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, potenciando la utilización de las energías renovables cuyos costes de generación cada vez son más competitivos.

Se debería apostar por  el hidrógeno y las nuevas tecnologías como la Power-to-X , que permiten la reconversión y el almacenamiento de energía  eléctrica, utilizando  generalmente los excedentes de origen renovable. Cada vez será más necesario invertir en sistemas energéticos flexibles que puedan atender mejor a la demanda de energía en momentos de baja generación de energía de las renovables. Por tanto, la era post-Covid puede ser una excelente oportunidad para favorecer la transición energética e intentar construir un mundo más saludable.