Ahora todos los esfuerzos están centrados, lógicamente, en atajar el golpe de la pandemia incrementando el número de medios sanitarios para quienes necesitan cuidados hospitalarios, pero habría que comenzar a pensar en cómo saldremos a las calles y cómo reactivaremos la economía tras el periodo de confinamiento, que ojalá no sea necesario extender más allá del 11 de abril. Tan importante como el cuándo, el cómo marcará el resto del año.
Lo primero es volver a repetir una vez más los hechos objetivos de esta enfermedad. Es contagiosa, no tiene, por ahora, ni vacuna ni tratamiento definido, aunque varios fármacos ayudan en su cura, con una tasa de mortalidad aún por aclarar sobre los afectados reales, muchos más de lo que dicen las estadísticas, y ésta se centra sobre todo en personas mayores de 70 años o con patologías previas, conocidas o no. El principal problema radica en que una avalancha de casos, como la actual, compromete a nuestros medios sanitarios y como es contagiosa afecta, también, a quienes se encargan de cuidarnos, lo que merma la capacidad de respuesta.
Los más de 770 hospitales en toda España cuentan con cerca de 160.000 camas hospitalarias, de las que más de 5.000 están en UCIs. El problema para absorber los enfermos actuales es que la pandemia tiene diferente impacto por Comunidad Autónoma, por provincia y por localidad, lo que lleva a la saturación a un número concreto de hospitales. Escuchamos mucho de Madrid, de Cataluña y del País Vasco, pero si vemos las estadísticas oficiales del Ministerio de Sanidad, algo que conviene hacer, en Castilla la Mancha están igual o peor que en Cataluña, con un número de fallecidos por habitante casi doble en el caso de la primera.
El pico de enfermos que estamos teniendo, y que todo apunta que siga subiendo unos días, se absorberá con los hoteles medicalizados y los hospitales de campaña que se están habilitando. Y las necesidades de más profesionales sanitarios también se verán cubiertas con, entre otros, recién licenciados y médicos prejubilados. Hay motivo para la preocupación, sin duda, pero no para el alarmismo al que más de uno nos quiere llevar, a veces con buenas intenciones, reforzar el confinamiento, pero a veces con intenciones que se califican solas.
Este pico pasará e imaginemos que el 15 de abril nos dejan salir de nuestras casas. No puede ser de cualquier manera porque en cuestión de semanas volveríamos a estar igual o si este virus se ve aletargado por el calor entonces en otoño volvería el problema. Las epidemias históricas, que se padecieron con medios infinitamente menores que los de ahora, tuvieron varios rebrotes, algo que hay que evitar en este caso.
Para parar la pandemia de verdad hace falta una vacuna y un tratamiento efectivo y para que éstos sean fiables pasarán meses o quién sabe si algún año, por lo que tenemos que acostumbrarnos a vivir con este virus durante algún tiempo y adaptarnos de la manera más inteligente posible.
El confinamiento debe ser la última opción porque genera un problema que puede ser de igual o superior calibre que el sanitario, el económico, además de problemas psicológicos para un número nada despreciable de ciudadanos vulnerables. Un parón de un mes o dos lo podemos aguantar como sociedad, de un año no.
Habrá que dejar operativos medios especiales como hoteles medicalizados e incluso los hospitales de campaña mientras se crea una red nacional de hospitales específicos para esta enfermedad infecciosa. No es nada nuevo, durante años había una red de hospitales dedicados a las enfermedades infecciosas, herederos de los sanatorios para los enfermos de tuberculosis, la enfermedad infecciosa por la que más personas han fallecido en el mundo y que hoy está muy controlada en el mundo desarrollado. Como esto de los virus nuevos no va a ser solo ahora más vale que estemos preparados para la siguiente pandemia. Hacen falta camas, medios de protección de los sanitarios y respiradores, no se trata de hospitales muy complicados, pero hay que tenerlos.
Pero lo que nos permitirá salir de nuestras casas con relativa seguridad es una aplicación europea para nuestros móviles que actualice en tiempo real los movimientos de infectados y sanados. Debemos asumir que viviremos meses, o años, en libertad vigilada y el sistema de salud europeo debe monitorizar los movimientos de todos los ciudadanos, controlando también a quien entre en nuestro espacio, que no se debe cerrar mucho más tiempo. Hay que aprender de coreanos, taiwaneses y japoneses y abandonar el encierro chino para el que no estamos preparados y tampoco nos conviene. Ellos han confinado de manera draconiana al 4% de su población, nosotros a todo el país. Solo la inteligencia, y la tecnología, nos pueden ayudar.
Y si moverse en el entorno que nos espera es complejo sanitariamente igual o más lo va a ser económicamente. Nuestras industrias y comercios deberían reabrirse en la segunda quincena de abril y debemos ser inteligentes para revitalizar la vida económica. Necesitamos estímulos fiscales de todo tipo, ayuda para comprarse coches, sean verdes, azules o rojos, para renovar las viviendas y, también, para hacer turismo.
Porque España vive sobre todo del turismo, la construcción y la automoción, además del consumo. Debería crearse un programa de turismo subvencionado, como el Imserso de los mayores, para toda la población porque nuestra industria turística la tiene que salvar el turismo interior, este año olvidémonos de los 83 millones de turistas que vinieron el año pasado. Cuando salgamos de nuestras casas consumir será un acto patriótico. Y por supuesto hay que regularizar la situación laboral del personal sanitario y de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Los aplausos están muy bien, son necesarios, pero de ellos no se come y parte de la inyección de dinero al sistema tiene que ir a recompensar a quienes están arriesgando su vida por nosotros.
Debemos comenzar a pensar en qué hacemos en agosto. Desde luego este agosto NO se puede cerrar el país por vacaciones. Las vacaciones tendrán que ser escalonarlas para mantener cierto pulso de actividad a la vez que generar actividad en los lugares turísticos. Las medidas macro para parar el primer envite son correctas, pero hay que trabajar ya en lo micro para que el dinero que está dispuesto a poner el Estado en el sistema sea lo más útil posible.