Es en las situaciones difíciles cuando se comprueba la utilidad de las cosas. Esto es ahora claramente comprobable cuando vemos que ante la epidemia del coronavirus es la sanidad pública el pilar que responde a las necesidades de los ciudadanos. En estas situaciones no valen las mutuas privadas sanitarias ni nada por el estilo y que nos venden cada día. Cuando sanitariamente las cosas se ponen mal la solución siempre pasa por acudir a la sanidad pública. Ni las epidemias ni las enfermedades graves tienen alternativa en las opciones privadas. La existencia de un buen servicio de sanidad pública siempre es la solución.
Esto nos debería hacer reflexionar cuando desde todas las derechas políticas sin distinciones se clama siempre por la reducción de los servicios públicos, también los sanitarios. Y cuando los poderes económicos ofrecen múltiples ofertas sanitarias privadas que de nada sirven ante situaciones de emergencia individual o colectiva. Ahora es el momento de plantear a los políticos de la derecha si no fueron un error las rebajas de impuestos que llevaron a cabo y que comportaron fuertes recortes en los servicios públicos, también en la sanidad.
Ahora que Madrid es uno de los epicentros del coronavirus deberíamos exigir responsabilidades a los políticos del PP que redujeron de forma drástica los servicios de la sanidad pública que hacen que hoy esté desbordada ante la epidemia. En la Comunidad de Madrid los recortes efectuados desde el 2010 han comportado que hoy la sanidad pública con 3.300 sanitarios menos deba hacer frente a una población que ha crecido en medio millón de habitantes.
También es hora de exigir responsabilidades a aquellos que por recortar restringieron el acceso a servicios sanitarios a personas inmigrantes sin papeles con los riesgos sanitarios que comportaba y que por suerte fueron eliminados con la llegada del PSOE al gobierno.
Las bajadas de impuestos tienen repercusiones y eso ahora puede comprobarse. Los impuestos sirven para tener servicios públicos de calidad y de acceso general para todos los ciudadanos. Y eso se hace evidente en casos graves como el actual. La sanidad pública española es, a pesar de los recortes, de las mejores del mundo y debemos estar orgullosos de ello y defenderla con uñas y dientes.
En estos momentos muchos se preguntan que podría pasar en Estados Unidos si la epidemia se generalizase. Es un país poderoso con un fuerte desarrollo en conocimiento sanitario, pero sin la existencia de una sanidad pública, donde la atención sanitaria debe pagarse y donde hay millones de personas, las más frágiles, sin derecho a ninguna cobertura sanitaria. Las consecuencias son difícilmente imaginables.
La epidemia ha demostrado que únicamente es combatible con sistemas sanitarios públicos potentes, desde China a Europa. Es por ello que la situación se hace más difícil de controlar en países poco desarrollados con sistemas sanitarios débiles y faltos de las más mínimas estructuras. Es por ello que muchos países africanos o de otros continentes son asolados de forma permanente por continuas epidemias, algunas permanentes como la malaria o el dengue u otras ocasionales como ha sido la del ébola que después de muchos años se ha conseguido eliminar en países como el Congo.
La globalización, la relación cada vez más estrecha entre todos los países del globo, precisa cada vez más de una gobernanza global que permita a todos acceder a unas condiciones mínimas de vida. La epidemia del coronavirus nos ha demostrado cómo la contención y la información facilitada por China a través de la OMS y las normas planteadas por ella han ayudado de forma positiva a la lucha contra esta epidemia actual. Ello conlleva que se reformulen y potencien elementos de gobernanza global y se eviten intentos, que también se han dado, de conseguir ventajas competitivas en terrenos económicos.
También en el caso de la UE se debe reflexionar acerca de las debilidades demostradas y la falta de una fuerte actuación y respuesta coordinada y solidaria en todos los campos.
Asimismo en los países en que por suerte estamos dotados con servicios públicos de calidad como el sanitario hacer reflexionar a la ciudadanía sobre la importancia de estos y la suerte de poseerlos y que ello se contradice con las políticas reaccionarias que plantean que “el dinero donde está mejor es en el bolsillo del ciudadano”.
En momentos de crisis se constata la suerte de que en algunos países, gracias a nuestros esfuerzos colectivos y con los impuestos que hemos pagado, podamos tener soluciones a necesidades colectivas y la necesidad de mantener y reforzar estas estructuras y servicios públicos. Y a la vez sirve para demostrar que el egoísmo de determinadas políticas que fomentan el individualismo social es perjudicial socialmente para todos. Figurémonos que todo el dinero que se gasta en mutuas privadas fuesen a parar a la sanidad pública que servicio tendríamos.
En nuestro caso podemos ver que frente a la epidemia de coronavirus la sanidad pública cumple y es la única solución.