Jordi Hereu (Barcelona, 1965) transmite una energía poco común. Sube y baja el tono de su voz, una de sus características, que recuerda al exalcalde de Barcelona, cuando visitaba barrios y protagonizaba actos municipales. Está satisfecho con su etapa al frente de la ciudad, y señala que hace diez años tomó una decisión, tras salir del consistorio: “Mi independencia fue hacerme autónomo”. Ahora, desde su propia empresa, IdenCity, asesora ciudades y viaja por toda España. Lo que quiere y lo repite una y otra vez en esta entrevista con Crónica Global, es una transformación de España, con una colaboración estrecha con Madrid: “Toca transformar España con más municipalismo y menos carga identitaria”. Y, a pesar de admitir que la cancelación del Mobile World Congress ha sido un golpe para Barcelona, reclama al segundo siguiente que se busquen nuevos proyectos, que el mundo está abierto para buscar oportunidades.
--Pregunta: Usted, tras dejar la alcaldía de Barcelona, inició una etapa como profesional al frente de su propia consultoría, IdenCity. Como asesor ahora, ¿qué recomendaría para su propia ciudad?
--Respuesta: Creo que lo más importante es marcar prioridades y generar un proyecto, a partir de consensos y de una gran capacidad de llegar a acuerdos. Debo decir que Barcelona, y el municipalismo en España, en el contexto internacional, están en un nivel muy bueno. Lo que sería preciso ahora es actualizar, con bases nuevas, una visión compartida, un plan estratégico que se dibujó hace 30 años. El primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, lo explicó en el Círculo de Economía. Ese proyecto para Barcelona, con la suma de más visiones, es más necesario que nunca: para la ciudad, pero también para Cataluña y para España.
Jordi Hereu sobre el municipalismo como modelo necesario / CG
--¿Es Barcelona más motor que nunca para Cataluña?
--Estamos en una redefinición del mundo. La mitad de la población mundial vive en las ciudades, que tienen una importancia cuantitativa y cualitativa enorme. Son nodos de la cultura global, y de la economía. Y resulta que España tiene la suerte de tener dos ciudades globales. Y esa suerte la tiene también Cataluña, con una ciudad global, que no es una megalópolis, pero que forma parte de las grandes ciudades europeas. Es una ciudad global que actúa como un gran imán. Y Cataluña tiene una enorme oportunidad si sabe jugar con inteligencia. Me gusta pensar en el conjunto de España, con esas dos ciudades, y con una red de 52 capitales de provincia. Ahora, que viajo por cuestiones profesionales por toda España, veo toda esa capacidad. Cuando ver por satélite esa España con todas las luces, me satisface, aunque es cierto que hay una luz más potente, un artefacto más grande, que es Madrid.
--¿Considera que el movimiento independentista tiene en su origen esa rivalidad entre Madrid y Barcelona?
--A mí me gusta la Barcelona y la Cataluña que no se centran en las excusas. Me gusta superar los problemas en base a un proyecto en el que crees, con mucha autoexigencia, con un proyecto ambicioso. Si pensamos de dónde venimos, veremos que los alcaldes asumen ciudades que financieramente estaban en situaciones muy precarias. Y se superaron las adversidades, con trabajo y con proyectos concretos. Pero es verdad que necesitamos, como nuevo proyecto para España, una visión pluricéntrica, y que no se base únicamente en esa dicotomía entre Cataluña-España, o entre Madrid y Barcelona. Necesitamos muchos centros de interés. Y es cierto que sin esa política de estado, que no tenga esa visión clara, entonces las dinámicas del mercado global tienden a la concentración. Pese a ello, Barcelona debe ser autocrítica. He visto una Barcelona confiada en ella misma, que tuvo, no obstante, dos claros adversarios: el nacionalismo español, que vio la diversidad como una amenaza, pero también el nacionalismo catalán, que ha desconfiado siempre de su capital. Por eso me sorprende que ahora el independentismo hable tanto de Barcelona, cuando ha tenido reticencias siempre por tener una capital demasiado grande. Cataluña cuenta con muchas zonas de interés, pero también con una gran ciudad.
Jordi Hereu durante la entrevista en las instalaciones de Crónica Global / CG
--Algunas voces del independentismo, como Ferran Mascarell, sostienen que el Estado tiene un proyecto que se llama Madrid. ¿Lo comparte?
--Un determinado nacionalismo español tiene ese proyecto, claramente, y ha utilizado el Estado para eso, pero a los que sostienen esa idea les invito a transformar España. Y la base para trabajar en ello en Cataluña, en la próxima década, debe tener claro que “no lo volveremos a hacer”. Es importante que se diga que no se volverá a hacer. Si se mantiene la idea de la unilateralidad, no saldremos adelante. Para que no se acabe en una gran frustración, toda esa energía, que representa a la mitad de la población, se debe transformar en otra cosa. Si el problema es que hay una España radial, ¡vayamos juntos a transformarla! En la reforma y mejora de esa España hay derivadas, que es la España vaciada. Lo que yo defiendo no es una cocapitalidad oficial, pero sí una doble capitalidad, y que los diferentes territorios ofrezcan futuro. Si trabajamos en un proyecto de la España diversa, con distintos polos, entonces Cataluña, como nación, tiene mucho para contribuir y exigir también. Si se cree que el origen del malestar era la marginación de una ciudad, de Barcelona respecto al resto, vayamos a cambiarlo.
--El independentismo señala que todo eso que usted dice ya se ha intentado. ¿Pero, cree realmente que ha habido una apuesta real de todos por ese proyecto distinto?
-- Lo que ha pasado es que hemos estado al lado del abismo. En el seno de Cataluña y en relación con España. Las consecuencias han sido claras: empobrecimiento y separación interna. Se ha rozado el ridículo con los asuntos públicos. Hago un balance que creo lamentable y perjudicial. Pero no nos quedemos en eso. Intentemos pasar a otra etapa, y que el sentimiento independentista se transforme para buscar la España que queremos. Una España que no derive hacia la concentración, que, por una cuestión de mercado y de eficiencia, tiende a ello. Se puede trabajar en esa dirección y contaremos con aliados. Porque, ¿en Castilla-León el problema es Cataluña? No, en esos territorios el problema es la hiperconcentración. Ha habido un mal diseño del territorio. Se han generado problemas donde no hay población. Pero la solución no es ir contra Madrid, es ir con Madrid. El diálogo, desde todos los puntos de vista, debe ser también con Madrid. Y el Madrid que yo llamo el Madrid de la Corte, debe entender que ha de generar juego. Lo que decimos con la apuesta por la bicapitalidad, no es tanto una cuestión oficial, como una idea para repartir el poder. Debe ser una exigencia de Cataluña para lograr un buen proyecto de España.
Hereu habla sobre el diálogo en este país / CG
----¿Entonces, la apuesta debe ser con Madrid para lograr otra España?
--Se debe buscar otra España, con dos centros globales, pero es que, además, tenemos 52 capitales de provincia, que para mí representan la primera trinchera para evitar la España vaciada. Tenemos ahora muchas posibilidades, en el escenario posprocés. Se ha acabado una década que ha sido nefasta, en la que se ha perdido el tiempo. Hemos aprendido muchas lecciones, con una derivada que surge a partir de la confrontación de fuerzas. Esa resultante debe ser la transformación de España. Toca transformar España con más municipalismo y menos carga identitaria, que nos permita afrontar la crisis demográfica o la transición ecológica.
--Lo veo convencido
--Es un proyecto que puede ilusionar y que tiene una gran virtud: se puede superar una dinámica entre vencedores y derrotados. Una parte del independentismo se puede ilusionar en la transformación de España, y no es tan importante si se tiene un horizonte en el que se quiera una Cataluña separada. Lo que toca ahora es esto, una transformación de España para resolver nuevos retos que tenemos todos. Y para ello, es verdad, que necesitamos a un centro-derecha que ame la diversidad, porque, entre otras cosas, gobierna esa diversidad: hay presidentes autonómicos del PP. Siempre digo que en los Juegos Olímpicos se dio ese momento, de expresión de la diversidad. Sin embargo, después se generaron dos fenómenos políticos: el aznarismo, que quiso centralizar, y el nacionalismo catalán, que quiso acabar con esa idea, pero también la que se plasmó en los Juegos. Expresamos la diversidad, y lo hicimos de forma amable, todo lo contrario a lo que ha pasado ahora.
--¿Barcelona puede pagar ahora la cancelación del Mobile? ¿Qué puede suponer?
--Es duro para Barcelona, pero hay que cambiar la mentalidad. El reto para una ciudad como Barcelona es buscar lo que se mueve en el mundo. Una actitud ofensiva, sin pensar en lo que se pierde, sin añorar lo que se pudo o no tener. En un mundo globalizado, vayamos a buscar oportunidades. Y lo digo yo, con todo lo que se hizo desde el Ayuntamiento con el MWC. Y también hay que decir: no es de ciudad global estar pendiente de lo que pierde el vecino, sino de lo que puede ganar en el mundo. Esa reacción de Madrid no ha estado a la altura de lo que es Madrid, de la grandeza de Madrid. Los liderazgos globales no están pendientes de lo que pierden los vecinos.
--Visto desde otra perspectiva, ¿se podría decir que Madrid va a rebufo de Barcelona a ver qué puede conseguir?
--Puede ser, y algunas actitudes de aquí, en Barcelona, lo han puesto en bandeja. Cuando se ha llegado a decir que “independencia o muerte”, o los que entraron en el Ayuntamiento criticando al Mobile, está claro que todo eso no ayuda. Pero ante esa aseveración de ‘ni olvido ni perdón’, yo digo que perdón claro que sí, y ya recordaremos lo que queramos. Pero lo primero es pensar que ha pasado una década. Visto con perspectiva, vemos que hace diez años hubo dos impulsos, el independentista y el movimiento del 15M. ¿Y cómo estamos? Con el fracaso del independentismo y con el movimiento del 15M gobernando con la socialdemocracia, que decía que estaba muerta. Pero lo importante es romper los bloques, y cuando lleguen las próximas elecciones, pediré el mismo nivel de movilización que el que se produjo en 2017.
--¿Pero?
--Pero ahora las cosas han cambiado. Los socialistas debemos ir a ganar. Es importante que el independentismo se sienta obligado a negociar, y hay que ganar para, después, construir juntos. Y esa idea ahora la representa el PSC y Miquel Iceta. Es la fórmula para salir del túnel.
--Las cosas como dice han cambiado, y una parte de aquel voto al PSC se fue a Ciudadanos, en una coyuntura marcada por los bloques. ¿Y ahora?
--Creo que el PSC ha pasado por distintas pruebas de estrés, pero ahora debe liderar Cataluña. Cuando hay elecciones, ejerzo de interventor y lo hago en la escuela Seat de la Marina, en la Zona Franca. Y he visto la evolución del voto. De votantes que optaron por la nueva izquierda y por Ciudadanos. De personas con las que he coincidido en la inauguración de bibliotecas, de centros cívicos, y de todo tipo de equipamientos. Y les decía, pero ¿qué ha hecho Ciudadanos por vosotros? Entendí ese voto en 2017, porque eran personas que sintieron temor, que apostaron por este país, que les había dado la espalda. Es mi gente. Pero lo que digo ahora es que no se equivoquen, que reflexionen sobre el sentido del voto, si ha sido útil o no. No sé si volverán a votar al PSC, pero me dejaré las pestañas para que lo hagan, porque ahora es el instrumento más potente, el que tiene más capacidad para sentarse en la mesa y acordar. Y lo que esperamos todos es que el independentismo diga claramente que no lo volverá a hacer. Es muy importante que lo haga.
--Usted forma parte de la Junta del Círculo de Economía. ¿Qué papel ejerce?
--El presidente Javier Faus me lo pidió, y lo he visto muy interesante. Faus quiere implicarse en proyectos de Barcelona, y eso me apasiona, desde una gran autoexigencia. Hay una cuestión y es que no sé si la sociedad civil ha estado a la altura de las circunstancias, pero si no se ha estado, ahora lo debemos hacer. Hay una actitud, por parte de esa sociedad civil, empresarial, que se puede entender como de confort, que ha estado en silencio, que ahora ha cambiado. El Círculo ha tomado un papel interesante, con una apuesta por el humanismo tecnológico, con una defensa de un capitalismo razonable, que se complementa con otras iniciativas. La Junta la forman personas diversas, y eso es lo que me gusta: la voluntad de buscar el consenso, por aproximación.
--¿Qué le pide a los empresarios?
--Creo que deben hacer llegar la voz a sus homólogos, no sólo los de Madrid, pero también a los de Madrid. Con valentía. Y deben plantear los debates que tocan, influir en la agenda pública, la catalana y la del Estado: tercera pista del aeropuerto del Prat, sí o no; la ampliación del área metropolitana; la conectividad de puertos y aeropuertos… No creo, sin embargo, que deban entrar en el debate del día a día. Y creo que el Gobierno debe tener en cuenta esa voz. Y luego una cuestión muy importante es hacer ver que todos los proyectos que se generan luego no se deben vender. Es decir, hay un tejido de una enorme vitalidad, se crean muchas cosas en Barcelona, pero deben ser proyectos para mantenerlos, para crecer, no para venderlos.