En 2019, el número de puestos de trabajo creados en España ascendió a 402.300. Una cifra sustancialmente inferior a los 566.200 del ejercicio anterior. En el último año, el empleo creció al menor ritmo interanual (2,1%) de la actual etapa expansiva, iniciada en 2014. Por tanto, a simple vista, la coyuntura del mercado laboral constituyó una pequeña decepción.

No obstante, si se analizan minuciosamente los datos, el diagnóstico cambia. Desde dicho prisma, su evolución fue bastante buena, aunque peor que la observada en los años anteriores. Los principales motivos fueron los siguientes:

1) La generación de empleo superó al crecimiento del PIB. En términos interanuales, el primero aumento tres décimas más que el segundo. Una constatación de la gran facilidad que tiene el país para crear ocupación con casi cualquier nivel de incremento del PIB y también de las características del actual modelo económico.

Éste posee como prioridad la generación de empleo. Una prelación completamente en línea con la opinión de los españoles. Según el barómetro de enero del CIS, el paro es su principal preocupación (36,8%), muy por encima de los problemas políticos (10,9%) o de índole económica (6,4%).

No obstante, el plus del crecimiento del empleo respecto al PIB tiene una negativa contrapartida: la disminución de la productividad. Si no bajan los costes laborales unitarios o, de manera diferenciada, los precios de las materias primas y los productos intermedios, dicha disminución conlleva una reducción de la competitividad internacional de nuestras empresas.

2) Una creación de ocupación virtuosa. El año pasado, hubo elecciones municipales, autonómicas y generales (dos veces). A pesar de ello, el empleo creció bastante más en el sector privado (2,2%) que en el público (1,3%).  Una coyuntura inversa a la de 2018.

Durante el penúltimo ejercicio, el ritmo de generación de ocupación en el primer sector (2,7%) fue muy inferior al advertido en el segundo (4,4%). Unas cifras que en gran medida explican por qué la creación de empleo en 2018 (566.200) superó a la observada en 2015 (525.100), a pesar de que en éste el PIB creció 1,4 puntos más (2,4% versus 3,8%).

3) Una mayor calidad del empleo. La nueva ocupación es de mayor calidad si proporcionalmente los empleos indefinidos crecen más que los temporales y los trabajos a jornada completa lo hacen por encima de los de tiempo parcial.

En la actual etapa expansiva, el pasado ejercicio fue el único en que se destruyó ocupación temporal (21.600 puestos de trabajo). Sin duda, una mala noticia en materia de generación de empleo. No obstante, constituyó una buena en términos de calidad, si las empresas optaron por ofrecer a sus nuevos trabajadores contratos fijos en lugar de temporales.

Aparentemente, es lo que sucedió durante el pasado ejercicio. El anterior dato, al ser opuesto al de 2018 (se generaron 167.300 empleos temporales), permitió un crecimiento de la ocupación indefinida en 2019 (414.200) superior a la obtenida dos años atrás (363.700).

La mayor calidad de los puestos de trabajo generados también queda patente al analizar el ritmo de creación de la ocupación a tiempo parcial y completo. En 2019, la primera (1,7%) creció por debajo de la segunda (2,1%), mientras que en el ejercicio anterior (3,2% versus 2,9%) lo hizo por encima.

4) La ocupación solo descendió en la agricultura. El empleo creció en todos los sectores, excepto en la agricultura. En ésta, la caída alcanzó los 31.700 puestos de trabajo y fue principalmente consecuencia de una considerable reducción de precios de numerosos productos agrícolas y ganaderos, debido a un elevado exceso de oferta. El resultado fue una disminución de la renta agraria en un 8,6%. Un importe anual nada habitual.

A pesar de la guerra comercial entre EEUU y China, la industria nacional creó 55.400 puestos de trabajo netos. Un dato francamente positivo, pues en la mayoría de los países fue el sector más afectado por la desaceleración de la economía mundial.

En el sector de la construcción, el empleo únicamente aumentó en 4.000 personas. Un escaso incremento fruto de la exigua inversión pública en obra civil y el menor dinamismo de la edificación de viviendas, siendo esta última consecuencia del retraimiento de la demanda de alto standing.

Al igual que sucedió en los años anteriores, la mayor parte de la nueva ocupación fue generada por el sector servicios (93,1% y 374.600 puestos de trabajo). Una dependencia superior a la del año anterior (75,6%), pues en 2018 la agricultura (4.900) y, especialmente, la construcción (136.300) tuvieron una mejor evolución.

En definitiva, el ejercicio de 2019 constituyó un buen año para el empleo, aunque peor que los anteriores. Destacó por la calidad del generado, el escaso aumento advertido en el sector público, la destrucción de ocupación en la agricultura y el aumento de la dependencia respecto al creado en el sector servicios.

A finales del año, el número de ocupados se situaba en 19.966.900. Por tanto, casi rozaba los 20 millones, se situaba a un nivel parecido al del 4º trimestre de 2008 y a 786.500 empleos del récord histórico conseguido en el 3º período de 2007 (20.753.400). Un nivel que la economía española presumiblemente alcanzará en los meses finales de 2021.

Finalmente, constituyó un ejercicio donde quedó claro que, aunque la coyuntura internacional sea desfavorable, el empleo también puede crecer con un Gobierno de izquierdas. Una opción puesta en duda numerosas veces por los políticos de derechas. En la actual etapa expansiva, el promedio anual de puestos de trabajo creados bajo la presidencia de Pedro Sánchez (484.250) supera hasta el momento los generados por Rajoy en los años anteriores (465.800).