Una de las cuestiones que ha dejado claro el resultado de estas elecciones es que, contra lo que muchos opinábamos, Albert Rivera no se equivocó negando su apoyo al PSOE de Pedro Sánchez que salió de las urnas del 28 de abril. Dos millones y medio de votantes han abandonado ahora a Ciudadanos para apoyar al PP y a Vox, no a las candidaturas socialistas.

O sea, desde el punto de vista de sus electores, Rivera hizo bien, aunque evidentemente eso no afecta a su responsabilidad en la repetición de la convocatoria electoral. Más bien la confirma.

Pero, contra todo pronóstico, Cs no es un partido bisagra; quizá lo fue en su fundación, pero no en los últimos años. En Cataluña, donde ganó las elecciones autonómicas de 2017 había dado muestras de esa orientación en el mismísimo Parlament, donde terminó por presentar una moción de censura contra Quim Torra que en realidad fue más un repaso a los socialistas catalanes que una crítica profunda a la política del Govern de JxCat y ERC.

Ahora sabemos que lo que se ha estado produciendo en España durante los últimos años no ha sido la fragmentación del bipartidismo, sino la fragmentación del PP, de la antigua Alianza Popular de Manuel Fraga en la que el viejo político franquista acomodó desde la extrema derecha hasta el centro. La recesión y, sobre todo, el desafío independentista en Cataluña exigían una respuesta del PP que la dirección no supo dar a juicio de sus electores. Por eso se astilló, primero por Cs, y luego por Vox; pero en los dos casos, por su derecha: en realidad, el partido de Pablo Casado es ahora el nuevo centro.

Tanto la crisis económica como el independentismo han pasado factura también al PSOE, pero éste partía con una ventaja respecto a la derecha: siempre tuvo a alguien a su izquierda, un lugar que tras el PCE ocupó Izquierda Unida y, después del 15M, Podemos.

Pablo Iglesias, el segundo responsable de la repetición de las elecciones (el tercero es Pedro Sánchez), salva ahora los muebles, pero mantiene su caída y un discurso tan contradictorio como el de Albert Rivera. Nació contra el régimen del 78 y su Constitución, y en estos momentos –ya lo hizo en la campaña de las elecciones de abril-- es el principal defensor de la Carta Magna. Desde los 35 escaños en que se ha quedado Unidas Podemos tras el 10N, Iglesias apela a los artículos sociales de la Constitución como base de un pacto con el PSOE. No aspira a ser su alternativa, sino, como mucho, su complemento.

Parece que hemos pasado de un bipartidismo complementado con las formaciones nacionalistas periféricas; es decir, de cuatro; a otro bipartidismo asistido por sus propios satélites; o sea, de cinco.