Pues nada, ya volvemos a estar a punto de votar de nuevo y muchos no sabemos todavía por quién. Yo me conformaría con una persona normal, sobrada de sentido común y buena intención, para ocupar la presidencia del Gobierno.
Pero me temo que esa clase de gente no suele dedicarse a la política: lo único que veo es a una pandilla de profesionales de lo suyo, poniéndose mutuamente de vuelta y media y hablando de Franco, un señor que lleva cuarenta y tantos años criando malvas y al que acaban de cambiar de residencia eterna, lo cual ha generado una de esas polémicas absurdas a las que tan dados somos los españoles.
Cuando era un jovenzuelo de tendencias ácratas no tenía ningún problema para practicar la abstención, pues consideraba que ningún político me representaba. Lo malo es que he dejado atrás la juventud y la acracia y sigo sin encontrar a nadie al que me apetezca votar. No es por hacerme el listo, pero les veo el plumero a todos y, a ratos, me parecen una pandilla de frikis del modelo "cada loco con su tema".
El PSOE presenta a un arribista indestructible, aunque inane, que --eso sí-- se esfuerza mucho para simular que es una persona normal (los demás ni lo intentan); Ciudadanos, el último partido en el que creí durante un tiempo, se ha trasladado a la Derechona por culpa de su líder, Albert Rivera, al que cada día veo más perdido dentro de sí mismo; el PP sigue identificándose con el ser de España y presentando a un caballero con barba que repite las vulgaridades de siempre; Podemos ya no piensa en asaltar los cielos y se conforma con que no nos los tomemos a chufla; que es como nos tomamos a Vox, con ese líder tan campanudo que se cree José Antonio redivivo; de los nacionalistas ya ni hablo, pues insisto en creer que vivo en el siglo XXI y no en el XVIII; y lo de Más País, pues ¿qué quieren que les diga? Si le sirve a Íñigo Errejón para su soft landing en el PSOE, todo eso que se lleva el chaval, que con los Ceaucescu de Galapagar no había quien prosperara…
El panorama humano de las próximas elecciones no puede ser más deprimente. No veo la buena intención ni el sentido común por ninguna parte y, dado que vivo en Cataluña, doy fe de que esas dos virtudes no es que sean más difíciles de encontrar aquí que en el conjunto de España, sino que ni se contemplan desde hace años. O sea, que acabaré yendo a votar con la preceptiva pinza metafórica en la nariz, si me lo permiten los dementes del Tsunami Democràtic y no le han prendido fuego al colegio electoral para cuando aparezca yo (éramos pocos y parió la abuela, aquí siempre hay sitio para más cenutrios).
Qué ilusión, ¿verdad? Menuda alegría macarena. Como el filósofo que buscaba un hombre con un candil, yo busco una persona normal en nuestra clase política, alguien que no piense en medrar, trincar lo que pueda, montar una dictadura, remozar el estalinismo, cargarse un país, arrojar a sus adversarios sus muertos de la Guerra Civil (reales o inventados) o hablarme de Franco para bien o para mal. Yo creo que no es pedir mucho, la verdad. Ya no pido un político que me caiga bien, me conformo con uno que no me dé mucha grima. Estoy acostumbrado a votar no a favor de alguien, sino en contra de los demás, pero cada vez me lo ponen más difícil. Buena intención y sentido común…Mira que es sencillo, ¿no?