Si pensaran --algo que no han acreditado a lo largo del procés-- muchos de los ahora manifestantes en calles y carreteras en “respuesta” a la sentencia llegarían a la conclusión de que no puede haber una “violencia pacífica”, o una “pacífica violencia”, tanto da el orden de los factores. Barcelona como Hong-Kong u Hong-Kong como Barcelona.
Faltan por conocer los daños materiales que todavía habrá, los ya habidos han sido cuantiosos: barricadas incendiadas que levantan el asfalto de las calzadas, mobiliario urbano destrozado, infraestructuras viarias y ferroviarias dañadas, sabotaje en la fibra óptica del AVE, vehículos particulares calcinados... además de calles, carreteras, autopistas y vías férreas cortadas, algunas durante horas; vuelos cancelados, metro y trenes suspendidos, estaciones cerradas u ocupadas, el aeropuerto de El Prat semiparalizado, la actividad económica afectada, numerosos heridos, entre ellos muchos policías. Millones de euros de coste y pérdidas.
Los daños morales son injustificados e insoportables. La vida de miles de personas perturbada más allá de una pasajera incomodidad. Que se lo pregunten a los que sufren los impedimentos a la movilidad y la ansiedad por situaciones imprevistas, más su coste; a los muchos que quedaron atrapados en el aeropuerto convertido en una ratonera; a los que se les impone el secuestro de la normalidad y el chantaje de una adhesión forzosa a la causa del secesionismo.
¿Quiénes son los responsables (intelectuales) del caos, los perjuicios materiales y los daños de todo orden? Según la inocencia virginal del “fantástico pueblo movilizado y en marcha de forma cívica y pacífica” (Torra), el “Estado represor”--culpable de todo, incluso de la frustración del secesionismo por no haber accedido, el Estado, a la secesión de Cataluña--. Para los que no han perdido el sentido común, los alentadores (e instigadores) de la “respuesta”, encabezados por Torra, impropia primera autoridad institucional de Cataluña, al que la hemeroteca condena sin paliativos por sus proclamas alocadas e incendiarias, compendiadas en su intervención en el Pleno extraordinario por la Sentencia del Parlament.
Y también por otros líderes menos focalizados, pero no menos efectivos con sus tuits de aliento. Sergi Sabrià, portavoz de ERC en el Parlament: “Ahora, al aeropuerto”, “Aquí (en un link) podéis encontrar los billetes de avión”, que sirvieron para crear el desorden en el aeropuerto.
Son unos responsables irresponsables, llamaron a dar una “respuesta” en la calle con la sola salvaguarda (retórica) de una apelación a que fuera “pacífica”, y con la misma simpleza justificativa que les mueve a ellos, resumida en la calificación de la entencia de “injusta y antidemocrática”. Calificación que se repite coralmente en la calle. Siempre quedaba el recurso, utilizado por Meritxell Budó, la portavoz del Govern, de denunciar la presencia de “personas violentas que van con la cara tapada”. (A un paso, franqueado ya por Torra, de denunciar a “infiltrados”).
Y hábiles en la confusión, para tapar sus contradicciones y vergüenzas, recurren incesantemente a recursos retóricos sobados: “Criminalización del independentismo”, “judialización de la política”, codificación de la mentira por medio de resoluciones épicas que aprueban en el Parlament.
A las razones jurídicas o políticas que puedan alegarse para oponerse al indulto o a la suavización penitenciaria de las condenas, se añaden ahora otras razones. Los condenados también han llamado a dar una “respuesta” en la calle, tampoco han previsto las consecuencias, no son directamente responsables, pero no dejan de compartir responsabilidad intelectual y moral por la “respuesta”.