Jamás hubiera imaginado que pudiera exportarse pensamiento ibérico a Alemania. Y al parecer, con un gran éxito. Lo explicó Luis Silió, un ingeniero agrónomo investigador de la mejora genética del cerdo en la SER. ¡Apasionante mundo, este del porcino! Sabíamos eso de que “del cerdo, hasta los andares”. Pero, mira por dónde, resulta que un emprendedor industrial cárnico se le ocurrió hace dos años exportar su “pensamiento”. En realidad, parece que se trata de una pieza de la cabeza que han apodado así, no su raciocinio o ideales propiamente dichos. Aunque, por tener, parece que también tienen. Cuentan incluso con su propia trinidad populista: un líder, pues sí, un cabecilla de la manada; un solo pueblo, la piara; y hasta una patria o nación, sea granja o dehesa.
Lo que no alcanzo a entender es cómo a los indepes no se les ha ocurrido algo parecido, dado su escaso eco en Europa: “exportar pensamiento catalán”. Máxime si se tiene en cuenta que en Cataluña, entre cochinillos, cerdos de engorde y reproductores o reproductoras, según datos del IDESCAT, hay más puercos que personas. Con los consiguientes problemas de generación de purines, producto contaminante donde los haya. Pero eso ya es harina de otro costal. Cierto es, además, que lo de “ibérico” nada tiene que ver con una confederación hispano-lusa, ni con la extinta FAI (Federación Anarquista Ibérica). Lo de “cerdo ibérico” es como más de España y, ya se sabe, ese tampoco es el mejor modelo a seguir según para quién. No obstante, siempre quedará el gusto por el jamón y pan con tomate.
La invasión de los purines sería un motivo más para salir corriendo. El problema es que tampoco sabemos muy bien hacia dónde. Motivos no faltan, la verdad. Sobre todo, visto lo visto la semana pasada en el Parlamento de Cataluña. El tiempo juega en contra y se aproxima la sentencia del Tribunal Supremo, por lo que hay que aceptar aunque sea a regañadientes que también haya fuegos de artificio: echar a la Guardia Civil, apostar por la desobediencia civil e institucional, pedir la amnistía para los políticos presos… Y con los comunes, siempre en ese territorio de la ambigüedad que es su zona de confort, absteniéndose en el tema de la amnistía, más afectados por el gen nacionalista que por el recuerdo de quienes sufrieron el régimen cuartelario de aquel que se hacía llamar “Caudillo de España por la gracia de Dios”, según se proclamaba en las monedas de la época, y con cuyos restos pueden hacer lo que les venga en gana. Tal vez porque no tiene memoria quien carece pasado, pese a que en sus filas militen gentes que combatieron, no sin riesgo, al franquismo.
Ahora bien, lo de plantearse los indepes decidir sobre “la pertenencia o no a las diferentes organizaciones internacionales” como la UE, el euro o la OTAN, sin que nada de ello despierte entusiasmos masivos, resulta ya un atentado a la inteligencia. Hemos pasado de cierto euroescepticismo a una suerte de eurofobia populista. El inquilino de Waterloo ya amenazó a la UE hace meses: “No nos olvidaremos de su silencio y su cobardía, ni de sus mentiras para favorecer la represión del Estado”.
Siempre podremos cambiar de galaxia. La revista Sciencie informaba recientemente del descubrimiento de un exoplaneta que ha puesto patas arriba, según dicen, la teoría de la formación planetaria. El único problema es que parece ser un gigante gaseoso, estado al que no parece ajeno el independentismo, unas 150 veces más grande que la Tierra, pero a treinta años luz. Un poco lejos para, por ejemplo, Carles Puigdemont, que ya ha dicho que “solo volverá a España si existe una democracia real” y le puede caer una euroorden de detención tras la manida sentencia. Ahora que viene el Brexit, siempre puede pedir ayuda al ministerio de la Soledad que los ingleses pusieron en marcha hace dos años. Encima, le caduca el DNI el 3 de febrero próximo. Siempre puede irse a Qatar para hacer compañía a Xavi Hernández, que dice del país que su sistema “funciona mejor que en España”, “la gente es feliz” y “el sistema funciona mejor”. Eso sí, reconoce que no vive en un país democrático. Algo es algo. Me pregunto qué pensará de Francia, Alemania o cualquier otro país comunitario. Desde luego, cuenta con un clima que nada tiene que ver con Waterloo. Y, siendo un país islámico, se acabó el cerdo; quizá algún sobre de jamón envasado al vacío y pasado de matute.
Pese a ignorar qué nos queda por ver y oír, tengamos la certeza de que nuestra capacidad de sorpresa continuará inasequible al desaliento. Ya lo ha augurado Quim Torra, ese personaje inefable que está al frente de la Generalitat: vienen tiempos difíciles que habrá que afrontar con “radicalidad democrática” y “desobediencia civil cuando haga falta”. Cualquier día le vemos cantando aquello de “Tengo un tractor amarillo / que es lo que se lleva ahora”. Solo nos faltaba lo de estos muchachotes, puesto que no son críos, del ERT (Equipo de Respuesta Táctica). En otros tiempos, se habría denominado Ejército Revolucionario de los Trabajadores. Pero el kilo de ideología va caro última mente. La ocasión la pintan calva, que nadie se extrañe. También hay que entenderlo, sin ánimo de justificarlo: el independentismo quiere hacer un butrón en la estructura del Estado ahora que estamos sin Gobierno y en situación de mayor debilidad. Es su momento del “ahora o nunca”. Además, la presión de las redes sociales, los CDR y la familia es insoportable para Quim Torra, cosa que explica en buena medida la crisis vivida días atrás con el departamento de Interior con motivo del gas pimienta. Después de todo, ya dijo que “toda mi familia está apuntada a los CDR”. Ya se sabe: la familia que reza unida, permanece unida.